A veces no entiendo a don Abundio, el viejo campesino del Potrero.
Cada año insiste en que se le haga su fiesta a Nuestra Señora de la Luz, la patrona del rancho, y paga de su bolsa a los matachines que van a danzar frente a la iglesia. Tiene sobre la cabecera de su cama un bello cuadro del Sagrado Corazón, y se persigna siempre cuando sale de su casa a la labor.
A pesar de eso en ocasiones dice cosas de hereje. El otro día, por ejemplo, granizó en Ábrego. Los manzanos y los nogales perdieron buena parte de su flor, lo mismo que los ciruelos y los durazneros. Este año habrá muy poca fruta.
Después de la granizada don Abundio comentó enfurruñado:
-Si Diosito realmente nos quisiera haría que siguiera lloviendo de arriba hacia abajo, pero que granizara de abajo hacia arriba.
Le digo a doña Rosa:
-No entiendo a don Abundio:
Responde ella:
-Yo llevo 60 años viviendo con él, y tampoco lo entiendo.
¡Hasta mañana!...