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Más de un millón de millones de dólares

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LORENZO MEYER
"La dilapidación de la riqueza petrolera de los últimos 35 años debe de ser juzgada como un gran crimen contra la nación. Y lo que viene no permite suponer algo diferente"— Lorenzo Meyer

¿Y qué se hizo con esa riqueza? La cifra que da título a esta columna está tomada de Alicia Puyana, La economía petrolera en un mercado politizado y global. México y Colombia, (2015). Y se trata, ni más ni menos, del monto en que la autora calcula, a precios constantes de 2011, lo que el gobierno de México recibió hasta 2012 sólo por la explotación del gran yacimiento petrolero de Cantarell: 1.1 millones de millones de dólares. El valor total de la producción de hidrocarburos del período fue de casi dos mil millones de millones de dólares, (p. 206). Cantarell -uno de los mayores yacimientos petroleros del mundo-, fue descubierto en 1971 y ocho años más tarde, bajo el gobierno de José López Portillo, empezó su actividad. En 2004 llegó a producir 2.1 millones de barriles diarios; hoy su producción es apenas un octavo de ese monto.

Antes de Cantarell, Pemex producía poco más de 50 millones de barriles diarios, pero a lo largo de los 1980 dio un salto enorme y México se volvió, como antes de 1938, exportador de su combustible. Sin embargo, fue justamente entonces cuando la economía mexicana en su conjunto, se hundió.

Entre 1941 y 1981, período en que dominó un modelo económico que es la antítesis del actual, el neoliberal, el Producto Interno Bruto (PIB) crecía al 6.28 % anual. En contraste, a partir de 1982 y hasta 2014 -época de nuestro último auge petrolero y del neoliberalismo- ese promedio anual se transformó en un mediocre 2.2 %.

Los datos anteriores sugieren que petrolización y crecimiento del PIB simplemente no se mezclan. Y si no se mezclan, entonces ¿Para que sirvió, a quién benefició el haber enviado los millones y millones de barriles de Cantarell y de los otros yacimientos al mercado internacional? ¿A qué propósito superior sirvió que México se desprendiera de un recurso natural estratégico y no renovable?

Si el costo de producción del petróleo mexicano ronda en los 8 dls. por barril y sumados el de exploración y desarrollo dan 23 dls., entonces la renta petrolera -la diferencia entre el costo y el precio del combustible en el mercado- fue por un tiempo enorme ya que el precio fue al alza: de 24 dólares en 2000 pasó a 61 en el primer año de Felipe Calderón, y a 101 en el último, para bajar un poco al iniciarse el sexenio peñista y luego, inesperadamente, derrumbarse. Sin embargo, incluso hoy, a 54 dls. el barril de la mezcla mexicana, la renta petrolera es buena, pero ¿para quién y para qué?

Irresponsabilidad. Para Puyana, lo que aconteció en México durante la bonanza petrolera puede calificarse como "maldición de recursos" o "enfermedad holandesa". Y es que en los 1960, el auge petrolero en el Mar del Norte llevó a una entrada masiva de divisas a Holanda, el florín se apreció, las exportaciones no petroleras se encarecieron y las importaciones se abarataron, dando por resultado un déficit y una desindustrialización. Los holandeses lograron controlar el mal, pero México aún no. Aquí, la desindustrialización y la desagriculturización, persisten y no dan señales de reversión.

Los recursos provenientes de la "bonanza petrolera" mexicana fueron a dar directamente a manos del gobierno que los empleó, fundamentalmente, en gasto corriente y en el marco de una la política neoliberal a rajatabla que implicó, entre otras cosas, acabar con las empresas públicas, de la que Pemex era la principal. Mientras la "bonanza petrolera" llenó las arcas de Hacienda y de un buen número de corruptos, a Pemex se le dejó anémico, pues entre 1980 y 2013 el gobierno se quedó con ¡el 106 % de la utilidades netas de la gran empresa estatal! (Puyana, p. 229) El resultado de esa política significó negarle a Pemex los recursos para renovar sus reservas y aventurarse en la exploración y extracción en las aguas profundas. Ese debilitamiento artificial de Pemex, fue la justificación para modificar la constitución y abrir de par en par la puerta a la inversión privada nacional y extranjera y compartir con ella la renta petrolera. No fue gratuita la felicitación del presidente norteamericano al mexicano en la cumbre de Panamá, por sus "reformas estructurales".

Al petrolizar el fisco, Hacienda no se afanó en cobrar los impuestos al sector privado que son comunes en otros países. Así, de manera indirecta, los miles de millones de dls. logrados por la explotación de un "capital natural" -el petróleo- beneficiaron, y mucho, a la gran empresa privada asentada en México y reforzaron la naturaleza desigual de la sociedad mexicana.

"Salud Noruega" A la "enfermedad holandesa" bien se le puede contraponer la "salud noruega": un petróleo bien administrado por una empresa estatal, una renta petrolera que no se desperdicia en gasto corriente, ni en disminuir los impuestos al sector privado y una burocracia petrolera muy profesional y donde la corrupción es la excepción. Además, en ese esquema, en épocas de precios bajos no se busca maximizar la exportación de hidrocarburos, sino lo contrario, se disminuye.

Conclusión. Hoy que ya el gobierno está negociando con los intereses extranjeros el destino de una renta petrolera que antes era toda suya, es un buen momento para volver preguntar a "los que mandan": ¿Qué se hizo con la riqueza producto de la "bonanza petrolera"? ¿Qué harán con lo que aún queda? A estas alturas una cosa es clara: la política petrolera de los últimos siete lustros va a ser juzgada muy duro por la historia.

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