Columnas Social

ENSAYO SOBRE LA CULTURA

La conciencia nacional

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE

A ver si es posible juntar algunos temas y salir bien librado del intento. Primer tema, la muerte de escritores que como Günter Grass han logrado forjar una conciencia humana para que el hombre pueda conocerse con mayor profundidad. Gente que hace época y que impacta desde su primera obra; aunque de él algunos quieran referirse a la nota sensacionalista, como que perteneció a los ejércitos nazis para echar tierra a la fama que ha logrado con su obra.

En el caso de México, podríamos referirnos a José Revueltas, que siempre fue un activista de izquierda y con su obra subrayó su compromiso social. Aunque pasó muchos años de su vida en la cárcel por los mismos motivos ideológicos, eso no menoscaba su calidad literaria y cinematográfica, que acaba de ser rescatada en una selección en siete tomos.

Los escritores difícilmente viven de lo que escriben, sobre todo en México, donde no existen muchas opciones para entregarse a la profesión de autor por todos las barreras muchas veces infranqueables. Algunos tienen suerte y llegan, no digo que no; la mayoría tendrá que dedicarse además a otra cosa que le permita mantener una familia y vivir holgadamente.

Para poder vivir muy bien de la escritura, tendrás que ser muy comercial y ya sabemos a qué tipo textos nos referimos para que sean muy comerciales. En ello, intervienen la suerte y la mercadotecnia, dos circunstancias que no todo mundo puede disfrutar.

Sea lo que sea, la obra queda y se inserta en la cultura regional y mundial y es referencia y alimento de otras conciencias que andan en constante búsqueda. Muchas de ellas son conocidas cuando el autor, por estar muerto, ya no puede disfrutar ni de la fama o la fortuna que pueda generar su obra; por ejemplo Kafka. Pero así es el camino del arte, sobre todo el comprometido. Son los comerciantes que revenden los cuadros o los herederos quienes gozarán del producto de la venta de la obra de arte.

El otro campo es el de la política. Estos sujetos en nada aspiran ni a la pobreza ni a la obediencia. Ya se han leído en las noticias de esta semana que integrantes de partidos nuevos se comienzan a pelear por los presupuestos de campaña, que si se manejan desde la cúpula, que si no llegan a los candidatos a los que debe de llegar. La fortuna está ahí y se desea, aunque no se cuente con la fama y mucho menos se haya realizado una obra en beneficio de la sociedad. Bien se dice que prometer no empobrece, al contrario, puede enriquecer a quien promete.

Lo que se deja entrever es que los nuevos partidos cojean del mismo pie que los viejos partidos; sus integrantes no se encuentran comprometidos por el mismo ideal. Este tipo de noticias nos está informando que el interés por la política es el beneficio personal, y al pueblo sólo se le toma como pretexto para poder acceder a un trabajo donde te pagan muy bien y rara vez te piden cuentas por meter la pata. Quien la hace en la política disfruta de todos los beneficios en vida y su familia lo puede seguir disfrutando por algunas generaciones más.

Podrán decirme que la diferencia es que el político no trabaja con la ficción como lo hace el escritor. ¿Qué más ficticio que un discurso en época de campaña? ¿No es un gran cuento lo del recibo que baja? Si usted guarda sus recibos, compara los de todo el año pasado y haga la curva. En noviembre y diciembre, se doblaron o hasta triplicaron, y los de ahora se disminuyeron drásticamente para que funcionara la campaña. Para mí, la diferencia ya se la cobraron y con creces, faltará ver cómo quedan los recibos después de las elecciones.

Y como éste, la política se adorna de innumerables cuentos; no necesita de editores, son enteramente comerciales, y como decía Azcárraga: "Se hace televisión para los jod…". La política se hace también para los mismos que nunca acaban de tener y siempre habrán de conformarse con lo que les dicen que les regalan para combatir su pobreza y mantener su dependencia.

Gran novela esa la de la democracia, la igualdad, la libertad y la representación popular. ¿Cómo va a representar alguien que gana entre ochenta o cien mil pesos a uno de salario mínimo? Nunca. Nos comprenden mejor los novelistas. Sobre todo, los que pasan hambre toda su vida.

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