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PIÉNSALE, PIÉNSALE

La participación no es una opción

'Simplemente por ser parte de esta sociedad es necesario participar' en las elecciones.

'Simplemente por ser parte de esta sociedad es necesario participar' en las elecciones.

ARTURO MACÍAS PEDROZA

La participación son las actividades mediante las cuales, el ciudadano, individualmente o asociado a otros, contribuye responsablemente al bien común en sus distintos ámbitos: A la vida cultural, económica política y social de la comunidad civil a la que pertenece. Se hace imprescindible la exigencia de favorecer la participación, sobre todo, de los más débiles así como la alternancia de los dirigentes políticos. La Participación solidaria de los ciudadanos en los destinos de la propia comunidad, requiere una obra informativa y educativa. Simplemente por ser parte de esta sociedad es necesario participar para promover una vida social más humana y al mismo tiempo es un derecho y un deber fundamental simplemente por ser parte de una sociedad. La participación debe inspirar cualquier decisión social, política o económica, en cualquier nivel de la vida social y no puede restringirse sólo a algunas de la dimensiones de la vida social.

Los que no quieren que haya cambios reales en nuestra región, en nuestro país o en nuestro mundo, promueven de mil maneras la falta de participación: Manipulación, coacción, soborno, miedo, ignorancia, engaños, falsas promesas, pan y circo… Es increíble el grado de profundización con la que se analizan partidos de futbol, incluso de escuadras internacionales de las que no se sabe ni pronunciar su nombre; en cambio para informar a la población y hacerla más participativa y crítica en el aspecto social, toda la maquinaria se mueve en un sentido superficial o incluso engañoso. No puede haber cambios reales, sin la participación de todos, en especial de los pobres. Sólo mediante la promoción política y social se podrá asegurar la realización de las exigencias éticas de la justicia social. Vencer la apatía, la indiferencia, la falta de compromiso, motivadas por cualquier causa, es una de las mayores apuestas de nuestro tiempo. En lo que respecta a la comunidad política, resulta importante que en todas las categorías sociales, los ciudadanos se sientan cada día más obligados a velar por el bien común.

Escribía Juan Pablo II: "Para animar cristianamente el orden temporal - en el sentido de servir a la persona y a la sociedad - los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política, es decir, de la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común" (Exhortación apostólica Chirstifideles Laici, , 1987, n.42). Cada miembro de la sociedad y toda institución dentro de ella, están al servicio de la vocación personal y social del hombre. En consecuencia la participación debe ser promovida en la educación formal e informal. Familias, escuelas, partidos, gobierno, medios de comunicación, Iglesia y toda instancia educativa debe incluir este aspecto fundamental del ser humano. Omitir hacerlo o, peor aún, evitar la participación de manera premeditada va contra la misma esencia de las instituciones.

La política se ha estigmatizado de tal manera que se olvida que es una de las tareas más nobles para poder servir a los demás en forma efectiva. La política es tan importante que todos debemos hacer política; somos "homo politikon" y renunciar a ella dejándola sólo a algunos es renunciar a una parte de nuestro ser humano quedando en entredicho nuestro desarrollo como personas y nuestra obligación fundamental como ciudadanos. ¿No será que el desprestigio que tiene la clase política la promueve ella misma para que los dejemos seguir cínicamente detentando el poder para mezquinos intereses particulares o de grupo dejándonos fuera de la cogestión de los asuntos públicos? La división de poderes en ejecutivo, legislativo y judicial, son diversas áreas del poder para promover el bien común. Los "representantes" son precisamente los que, en nombre de sus representados, llevan adelante la "pólis"; es por eso que se requiere una profunda comunicación y unión de voluntades, independientemente de cualquier otro interés que no sea el de quienes le han dado su confianza para actuar en su nombre, y les han dado poder para poder cumplir esas funciones. El servicio a otros intereses se está dando en la práctica; es por ello que tenemos que estar atentos y participativos para vigilar, corregir o remover de su cargo a quienes sirven a otros intereses.

Los espacios de poder que se dejan no se quedan vacíos; son tomados inmediatamente por otros que ciertamente no se van a ocupar de los intereses de quienes les dejaron el lugar (aunque algunos lo afirmen). Necesitamos pues la acción de todos en la construcción de una nueva sociedad. Las organizaciones no gubernamentales son útiles y hay que crear muchas más para que por medio de ellas se realicen las funciones de vigilancia, de propuestas y de formación de políticas pública. La variedad de áreas que pueden abarcar estos grupos manifiesta la diversidad de dones y carismas que cada uno tiene y que puede poner al servicio de los demás contradiciendo la tendencia liberal de competencia e individualismo que ha permeado a nuestra sociedad actual. Sin embargo, no hay que menospreciar la participación individual sin dejar de actuar en organizaciones (un mismo individuo puede tener injerencia en varias de ellas).

Estamos llamados a desarrollar la persona en la sociedad dentro de un mundo del cual formamos parte como en un todo. Nuestras responsabilidades no están limitadas a aspectos particulares, sino a la promoción de todos los aspectos de la vida. Tenemos la responsabilidad ineludible de contribuir en la sociedad; de estar involucrados en el noble arte de la política y el derecho; la negativa a participar no es una opción. De una u otra manera hay que influir en las normas sociales y en asuntos de gran importancia, algunos pueden incidir más directamente en propuestas legislativas o procesos judiciales encaminados a preservar los derechos inalienables de todas las personas. Del mismo modo, hay quienes en el ámbito público, aunque no son funcionarios públicos elegidos o funcionarios del poder judicial, están en posición de poder influir en la sociedad y la cultura para promover el bien común. No obstante, las limitaciones del sistema o de nosotros mismos, podemos ir conquistando espacios de participación. No hay excusa para quedar fuera.

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