Columnas la Laguna

METÁFORA CIUDADANA

DIÓGENES Y LA POLÍTICA MEXICANA ACTUAL

LUIS ALBERTO VÁZQUEZ ÁLVAREZ PH.D.

Asqueado, como deben estar casi todos los mexicanos de los muchos actos corruptos de nuestros gobernantes, de candidatos y partidos violadores de la Ley; es decir, toda la clase política, hoy no quiero entrar de lleno a criticar lo que ya es sumamente comentado; muchos editorialistas serios y honestos lo han estado expresando a pesar de los duros intentos de acallamiento por parte del gobierno putrefacto y de los medios de comunicación vendidos a la misma depravación.

Hoy quiero hacer un cambio en mi participación; trataré la vida de un gran filósofo griego del siglo IV antes de Cristo, aunque no podré evitar metaforizar algunos hechos de su vida ante la política actual.

Diógenes el Cínico llevaba una vida natural e independiente a los lujos de la sociedad. Según él, la virtud es el soberano bien. Los honores y las riquezas son falsos bienes que hay que despreciar. El principio de su filosofía consistía en renunciar a lo convencional y practicar simplemente lo dado por la naturaleza. El sabio debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al mínimo sus necesidades.

La misión de Diógenes fue la de, metafóricamente, desfigurar la "moneda" de las costumbres. Las costumbres, decía, son la falsa moneda de una moralidad política. En vez de cuestionarse qué está mal realmente, la gente únicamente se preocupa por lo que convencionalmente ve mal. Evitaba los placeres terrenales. Pretendía poner en evidencia lo que él percibía como locura, fingimiento, ascenso social, autoengaño y artificiosidad de la conducta humana.

Buscaba poseer mínimas pertenecías: Un bastón para caminar, un solo manto y un zurrón que contenía una escudilla y un cuenco para comer y beber. Un día vio como un niño comía lentejas en un trozo de pan y cuando las termina bebía agua con las manos en una fuente y reflexiona: "Este muchacho me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas", y acto seguido arroja al suelo el zurrón con escudilla y cuenco.

Vivía en un tonel y en una ocasión dejaron en su tinaja un pequeño candil, él piensa que no lo necesita; aunque en las noches y cuando hace frío no la pasa bien, no necesita iluminarse o calor; pero se le ocurrió aparecer en pleno día por las calles de Atenas, con el candil en la mano pregonando: "Busco un hombre, busco al menos un hombre honesto sobre la faz de la tierra, pero ni con el candil encendido puedo encontrarlo".

Tal era la fama de Diógenes que el propio Alejandro Magno está interesado en conocer al famoso filósofo y lo busca: Llega Alejandro acompañado de su escolta y se coloca frente a él y dice: "Soy Alejandro Magno"; Diógenes responde: "Y yo Diógenes el perro", hay murmullos de asombro ante la sorprendente respuesta, pues nadie se atrevía a hablarle así al conquistador, Alejandro pregunta: "¿Por qué te llaman Diógenes el perro?" a lo que él responde: "Porque alabo a los que me dan, ladro a los que no me dan y a los malos les muerdo"; -Alejandro no se deja inmutar y le dice: "Pídeme lo que quieras": Diógenes, tranquilamente le contesta: "Quítate de donde estás que me tapas el Sol"; -Alejandro sorprendido le pregunta: "¿No me temes?". Diógenes con gran aplomo le lanza otra pregunta: "Gran Alejandro, ¿te consideras un buen o un mal hombre?", -Alejandro responde: "Me considero un buen hombre". Diógenes dice: "Entonces... ¿por qué habría de temerte?"

Cierto hombre adinerado le convidó a un banquete en su lujosa mansión y le advirtió que no escupiese en ella, tras lo cual Diógenes arrancó una buena flema y la escupió a la cara del dueño, diciendo luego: "No ha sido posible hallar lugar más inmundo en toda la casa"

Proclamaba que los dioses habían otorgado a los hombres una vida fácil, pero que éstos lo habían olvidado en su búsqueda de exquisiteces, afeites, etc. Por eso, a uno que estaba siendo calzado por su criado, le dijo: «No serás enteramente feliz hasta que tu criado te suene también las narices, lo que ocurrirá cuando hayas olvidado el uso de tus manos».

Estaba comiendo lentejas cuando fue visto por el filósofo Arístipo, quien vivía con comodidad a expensas del rey ateniense. Arístipo le dijo a Diógenes: "Si aprendieras a adular al monarca, no tendrías que comer lentejas". Diógenes replicó: "Si aprendieras a comer lentejas, no tendrías que adular al tirano".

"Viendo en cierta ocasión cómo los sacerdotes custodios del templo conducían a uno que había robado una vasija al tesoro del templo, comentó: «Los ladrones grandes llevan preso al pequeño.»"

Diógenes murió por su propia voluntad, reteniendo la respiración, aunque esto sería algo metafórico, pues es imposible morir por dejar de respirar voluntariamente. También circula una leyenda ,según la cual sus últimas palabras fueron: "Cuando me muera echadme a los perros. Ya estoy acostumbrado.". Hoy aún se le recuerda como modelo de sabiduría.

Si no en un tonel, si en una casa de modesta medianía de un honesto funcionario; nada que ver con el gabinete de los fastuosos palacetes de las Lomas de los Peña, Videgaray u Osorio o de los Moreira I en Barcelona o Moreira II en Saltillo y tantos más deshonestos políticos que han construido majestuosas mansiones con el dinero del pueblo

En los pasillos de cualquier edificio de gobierno, un Diógenes con una lámpara led y de rayos X sin encontrar lo que buscaba, incluida la sede nacional del INE; y para nada los institutos electorales estatales, el de Coahuila el peor, donde hasta la misma lámpara le robarían.

Magistrados que condenan a algunos Jean Valjean, pero ellos ni sufren ni se acongojan, como el papá del gobernador de Jalisco que invita a los priistas a violar la ley, que al cabo él los protege. Buenas caras para escupirles y que vengan sus criados a limpiarles.

Conductores y periodistas que viven de las limosnas de funcionarios públicos, quienes les convidan de sus corruptelas. Líderes políticos que determinan su valor moral y ético en el reloj que portan o el carro que presume su hijo.

Un prostituido sistema político mexicano que está destruyéndose a sí mismo, digno de echarlo no a los perros, sino a las alimañas más venenosas; luchemos porque sea sólo políticamente y no cunda la violencia.

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