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Un año sin Gabo

El pasado 17 de abril se cumplió el primer año del fallecimiento de Gabriel García Márquez, el laureado escritor colombiano que fue distinguido con el Premio Noble de Literatura, en 1982. México fue su segunda patria, y entre las montañas y volcanes del urbanizado Valle del Anáhuac redactaría sus mejores obras al lado de su esposa Mercedes y sus hijos Rodrigo y Gonzalo.

Y en la capital mexicana vivió el más importante día de su vida. Aquel 21 de octubre de 1982, poco después de las 5 de la mañana, recibió la llamada telefónica que le informaba haber sido premiado con el codiciado galardón de la academia sueca.

La noticia, en su patria, causó furor. Los claxons de los vehículos se accionaron en la vía pública, las notas musicales del himno nacional se apoderaron de las radiodifusoras, la gente salía jubilosa a las calles de los pueblos y ciudades de Colombia a festejar el acontecimiento. El presidente de la República, Belisario Betancourt, lo llamó a su casa localizada al sur de la Ciudad de México para felicitarlo. Los reporteros, camarógrafos y fotógrafos de la prensa mexicana y mundial se disputaban a empujones la exclusiva afuera de su domicilio. El teléfono de “Gabo” se bloqueó, todo mundo quería hablar con él para compartir su felicidad.

Cien Años de Soledad –la obra cúspide de su creatividad– ya es uno de los clásicos de la literatura hispanoamericana; su traducción, a otras lenguas de nuestra cultura, elevó a García Márquez a los cielos de la fama de donde jamás saldrá. Macondo, el fantástico pueblo y sus habitantes que inventó con la magia de su pluma para recrear a los que somos adictos a su narrativa, se mantiene vivo por el colorido de sus imágenes y los lúcidos diálogos de sus protagonistas.

“Gabo”, seguramente, fue el lucero más esplendente del cuarteto de escritores que fundara el boom latinoamericano en los años sesenta del siglo XX. Junto con Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Julio Cortázar marcó un hito en los fascinantes ámbitos de la novela, inolvidable época en que la prosa le robó grandes espacios a la poesía para lograr con estos cuatro fecundos creadores un papel estelar; impusieron una moda en las letras castellanas.

Leer sus novelas como El Amor en los Tiempos del Cólera, El Otoño del Patriarca, La Hojarasca, Los Funerales de la Mamá Grande y Noticias de un Secuestro por mencionar algunas ediciones de su espléndida producción, se convertiría en un apasionante hábito que parece no tener caducidad. Las obras de los grandes escritores tienen fecha de nacimiento, pero nunca fallecen, su ciclo vital es infinito como los desconocidos números de las galaxias del universo, son un misterio las insondables fronteras de su existencia.

“Gabo” es uno de los mejores referentes del escritor que tuvo su punto de arranque, durante su fructífera existencia, en los oficios del periodismo. Siempre se ufanó de haber sido en sus mocedades un reportero de periódico, se desarrolló entre el papel y la tinta, inmerso en el ruidajo del tecleo de las máquinas de escribir que caracterizó a los recintos de la prensa y que fue acallado por la era computacional.

Salir a la calle, pesquisar la noticia y armar la nota que aparecería el día siguiente, serían los poderosos estimulantes que influyeron en su espíritu para después practicar con éxito el género novelístico. Seguramente, por lo que vivió y observó en este medio, acuñó la descarnadora frase de que “La ética debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón”, alocución de difícil aplicación en las relaciones prensa-gobierno sobre todo en México, un país que se distingue por no poder erradicar sus altos índices de corrupción e impunidad.

Leer y releer las obras de Gabriel García Márquez equivale a tributarle el mejor de los homenajes y así palpar su gran talla de escritor, sigue vivo en su natal Aracataca y en su amado México. Y desde luego en su mágico Macondo. El formidable “Gabo” existe y nos habla en cada uno de sus libros, desperdigados en incontables librerías y bibliotecas públicas y privadas, habita también en el mundo del internet. Su magnética personalidad tiene el poderoso don de la ubicuidad.

Domingo Deras Torres

Torreón Coahuila.

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