EDITORIAL Sergio Sarmiento Caricatura Editorial Columna editoriales

Votar o no votar

SALVADOR SÁNCHEZ PÉREZ

El primer domingo de junio se celebrarán elecciones para elegir a 500 diputados federales En 17 entidades de la República se votará también por nueve gobernadores, 993 presidentes municipales, 16 delegados políticos en la Ciudad de México y 640 diputados locales.

A menos de dos meses de ese acontecimiento iniciaron ya las campañas electorales. Afortunadamente muy apagadas, según algunos. Muchos no sabemos ni siquiera quiénes son los candidatos, pero pronto las calles estarán llenas de bardas pintadas con propaganda partidista, banderines y carteles. Los medios, impresos y electrónicos, nos saturarán con anuncios, declaraciones y cancioncillas. Las redes sociales igual, aprovechando la falta de regulación al respecto, nos repetirán, una y otra vez, los lemas, las propuestas, las ofertas. Todo convertido en cliché.

Al respecto hay puntos de vista y cada vez se radicalizan más. Hay quien sostiene la postura, llamemos clásica, que votar es el ejercicio por excelencia de participación ciudadana, pues de esta manera se elige a quienes nos representarán en los cargos respectivos. Es el único modo de gestionar las sociedades complejas en la época que nos toca vivir. La democracia directa, como la vivieron los griegos, es hoy totalmente inviable.

Una segunda postura, los abstencionistas, sostiene que asistir a las urnas y emitir cada quien su voto es por lo menos ingenuo. Implica legitimar al sistema establecido, que en México es ese monstruo al que llamamos elegantemente 'la partidocracia'. Proponen no votar como un acto efectivo de protesta.

Están también los críticos de los críticos, los radicales, llamémosles así. Hay que romper la boleta y depositarla así en las urnas, dicen. Hacerle saber al sistema lo mal que está y lo mucho que tiene que hacer para volver su rostro hacia el ciudadano de a pie. Afirman que simplemente no votar implica favorecer al voto duro, ese voto clientelar que tienen asegurados los partidos políticos con sus añejas, pero bien montadas, prácticas corporativistas.

El panorama es complicado, la democracia representativa, la única que conoce el mundo occidental contemporáneo, está en crisis. El Latinobarómetro, una encuesta realizada con regularidad en todo el continente, arroja entre sus resultados de 2013 que la democracia es preferible a cualquier otro régimen sólo para el 37 %, 12 puntos menos que hace 17 años. La mitad de los encuestados, 52 % no cree en la democracia.

En general la democracia no ha sido acompañada de los resultados que se esperaban de ella, de ahí el desencanto. Se pensó que con un sistema electoral sólidamente establecido y que posibilitara el libre ejercicio de sufragio era suficiente. Se pensó que la democracia, esa democracia, traería aparejados y en automático todos los beneficios. Hoy vemos que ni uno ni otro supuesto eran acertados.

Los optimistas creen que llegó el tiempo de consolidar la democracia. Se deben reforzar los diseños institucionales y legales para su funcionamiento, en el sentido que se realizaron las modificaciones que derivaron en la transformación de IFE a INE, o la introducción de candidaturas y partidos ciudadanos, por citar dos ejemplos de los más evidentes.

Posturas más realistas dirigen su atención a la incorporación del financiamiento público a los partidos en la reforma de 2000. El resultado ha hecho de la competencia electoral mero negocio para grupos de interés.

Aunque estas posturas son ciertas, ocultan algo mucho más grave. Para qué hablar de democracia cuando sus beneficios no se han visto reflejados en la vida cotidiana del ciudadano promedio. La gente necesita tener empleo, oportunidades de estudio, servicios médicos al alcance y todas aquellas posibilidades que impliquen un cada vez mejor ejercicio de sus libertades.

El meollo del asunto es nuestra comprensión de democracia. No se le puede reducir a meros procesos electorales, si bien las elecciones de los representantes son un momento clave del proceso. Este señalamiento omite deliberadamente que la democracia es una visión de mundo, una forma completa de vida. Si bien se expresa en el momento de elegir a los representantes, implica también la dimensión de asumir las obligaciones que tenemos con la colectividad de la cual somos parte.

Es hora de dar el siguiente paso. La crisis de los partidos, el agotamiento de la transición democrática, entendida ésta en aspecto meramente electoral, y la urgente necesidad de construir una democracia de ciudadanos son el reflejo más nítido de este momento. Por eso, completar el voto con otras formas de involucramiento social, ya las conocemos, en nuestro entorno cercano existen. Habrá que acercarnos, reunirnos, discutir, acordar, echar a andar acciones. Claro que hay que votar, eso no está en duda, pero hay que dar el siguiente paso ya.

Twitter: salvador_sj

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1105567

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx