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Marcela Pámanes

Ponerse de acuerdo para viajar suele ser complicado, las familias de adultos deben acoplar sus tiempos, los grupos de parejas deben hace coincidir sus gustos y expectativas, los grupos de mujeres solemos entusiasmarnos, planeamos en una tarde de amigas, ponemos fechas, hacemos itinerario y cruzamos los dedos para que nada se cruce y desbarate nuestros propósitos.

Que si los hijos, que si el trabajo, que si la casa, que si los padres, que si el dinero, siempre es cuesta arriba, siempre hay un por qué no y con trabajos encontramos el por qué sí.

Finalmente lo logramos, lo deseamos tanto que ¡ahí vamos! Viajar cinco mujeres en una camioneta es ya en sí un gran logro, imaginen lo que traemos a cuesta, maletas vacías, maletas llenas con todo aquello que necesitamos por si acaso: suéter por si hace frío, árnica por si nos golpeamos, antiácidos por si nos cae mal la comida, traje de baño por si hay alberca. Además esa boquita nuestra que no para, ni de hablar ni de comer.

Mal salimos de la ciudad y ya queremos bajarnos al baño, es la incontinencia prematura, dice alguien. Una vez que logramos avanzar aprovisionadas de café, galletas, chicles, papas y 'chuchulucos', empezamos con los temas, “Qué bueno que nos dimos la oportunidad”, “Para que vean en la casa la falta que les hago”, “Ya me lo merecía”, “Ya saben yo siempre estoy dispuesta”. Luego del consabido reconocimiento a la gran hazaña de ir en camino, seguimos con los hijos, sumaban 14 en total, por lo que nos requirió mucho tiempo, hablamos de sus estudios, sus viajes, las preocupaciones por su presente y futuro, lo buenos que son con distancia de por medio.

De pronto había oportunidad de echarle una mirada a la carretera y reconocer lo verde que estaban los cerros, inusual en nuestro semidesierto.

Invariablemente llegamos al tema de la política y el momento que vive el país. Todas preguntaban: ¿y qué podemos hacer?, luego una reflexión que cala: “yo pago mis impuestos, las empresas están cada vez más atoradas, las cargas fiscales nos están ahogando, sólo unos cuantos se enriquecen a costa de todos los demás, no nos dan oportunidad de nada, me da rabia pensar que lo que pago sirve para viajes, para vestidos, para fiestas, pero pues ni modo hay que seguirle”.

Y ya que estábamos entradas en temas económicos nos dimos vuelo, lo caro que estaba todo, los milagros que debíamos hacer para mantener a flote las finanzas domésticas. Lo problemático de las relaciones con los trabajadores, los robos, la poca disponibilidad de la gente para comprometerse y aprender. Mencionan dos casos. Un chico que desde 15 años atrás colabora con una entrega poco usual, él tenía grandes problemas para hablar y decidió meterse a un taller de teatro para superarlo, es sostén de su familia desde niño, tiene unas ganas de romper con el círculo de la pobreza. El otro ejemplo era el de un señor mayor encargado de una oficina foránea, cuando descubren que sistemáticamente robaba le piden explicación y lo único que dice es: “ni modo ya me cacharon, ahora dónde voy a trabajar a mi edad”.

Pienso en el trayecto en un artículo que recién leí donde hablaba de la reacción que produce en nuestro cuerpo la oxitocina, que es una hormona vital al momento del parto, pero que también se libera ante el estrés, esta maravillosa sustancia nos induce a la mujeres a agruparnos y eso nos da calma y serenidad.

Ese artículo mencionaba que según un estudio de la Universidad de Los Ángeles, las mujeres que no establecen relaciones de amistad con otras mujeres, ya sean entre la familia o por relaciones sociales, no muestran los mismos resultados en su salud y no tienen las mismas oportunidades de tener una vejez plena y sana.

Siempre he pensado que la carretera nos da oportunidad de hablar, de sentirnos hermanados, es complicidad, es ir compartiendo riesgos y esperanza, es ponernos en una misma sintonía energética, tal vez por eso me gusta tanto viajar por tierra.

Pienso que viajar con amigas es un regalo. No es el destino, es la compañía. No es la charla, es el contenido de nuestro corazón. No es vernos, es mirarnos desde la aceptación total llena de admiración, respeto, cariño y mucha empatía. No es el tiempo que pasamos juntas, es la calidad de lo que vivimos juntas.

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