Aniversario de la muerte de Cervantes
Dentro de pocos días llegará un aniversario más de la muerte de Cervantes, suceso que acaeció el 23 de abril de 1616. El próximo año será el cuarto centenario de ese hecho luctuoso. Deberíamos conmemorarlo como merece por su estatura monumental de humanista.
Sin embargo habría que puntualizar quién es Cervantes porque quizá la fama de la obra desdibuja la del creador. Para mostrarlo relato esto: una jovencita egresada de la carrera de comunicación de la universidad, ya en trabajo de reportera, vino a entrevistarme sobre temas de literatura.
Cuando me pidió recomendar libros de lectura imprescindible comencé con el Quijote. No pude avanzar en las recomendaciones porque al momento me detuvo para preguntarme quién era el autor. De quién es el Quijote, me preguntó, ella egresada de la universidad.
Así que puntualicemos que Cervantes, Miguel de Cervantes Saavedra, es el autor de la mayor obra literaria de lengua española, con algunas variantes conocida como El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha o, más sucintamente, como El Quijote.
El Quijote es un libro concebido por Cervantes con varios propósitos, entre ellos el de entretener o divertir, como puede verse en las dos primeras palabras del prólogo donde se dirige al “desocupado lector”, es decir, a quien leyendo puede “ocupar” o “perder” el tiempo.
Pero también lo escribió para enseñar divirtiendo, según consigna ideológica muy observada, aunque poco respetada, por los autores de su tiempo. En el capítulo XLVII de la primera parte un canónigo se encuentra con el carromato en que llevan enjaulado a don Quijote.
Al platicar con el Barbero y el Cura sobre por qué lo llevan así, sabe que es debido a la locura con que lo inficionaron los libros de caballerías. Entonces el Canónigo expone una preceptiva literaria en la que reitera la necesidad de que los libros diviertan, pero que también enseñen.
Yo he leído y releído el Quijote para aprender de sus diversas enseñanzas, desde aquellas que ilustran sobre cómo somos los humanos, hasta las que abordan problemas de moral, las que observan la lengua española y las que revelan recursos del arte de escribir literatura.
Pero también me ha hecho reír sabrosamente, me ha hecho disfrutar de la palabra destilada para regocijar, porque como lo describió un estudiante que se lo encontró en un camino, Cervantes es “el manco sano, el famoso todo, el escritor alegre y el regocijo de las musas”.
Me hace reír, por ejemplo, cuando don Quijote está desmayado y Sancho salmodia una perorata encomiástica; al enumerar con solemnidad las virtudes del Caballero de la Triste Figura de pronto lo describe: “¡Oh humilde con los soberbios y arrogante con los humildes […]!”, siendo que su señor se dice defensor de los desposeídos.
O en un caso similar en que el venerable Montesinos hace un discurso laudatorio de don Quijote ante el caballero Durandarte. Para ensalzar al de la Triste Figura, Montesinos concluye su suntuosa alocución diciendo que “las grandes hazañas para los grandes hombres están guardadas”.
Como colofón de la elogiosa perorata, el narrador nos cuenta: “Y cuando así no sea -respondió el lastimado Durandarte con voz desmayada y baja-, cuando así no sea ¡oh primo!, digo, paciencia y barajar.” Cervantes nos hace reír porque la gravedad descrita, la repetición, el vocativo de exclamación, la palabra bimembre, hacen prever unos vocablos solemnes y Durandarte sale con el giro popular de “paciencia y barajar”.
El aniversario de la muerte del más grande autor de la literatura de lengua española, nuestra lengua, acaecida el 23 de abril de 1616, me sirve para recomendar la lectura o la relectura de la famosa obra. Si las dificultades que pueda presentar hacen desmayar, escuchemos el consejo de Durandarte: “paciencia y barajar”.
