Sin la garra ni la audacia mostrada al inicio y, quizá, desesperado por hallar la puerta de salida a su complicada circunstancia, el gobierno ha venido lanzando iniciativas como quien deshoja una margarita... más interesado en los pétalos desprendidos que en el último restante.
Ahora, en un discurso sin soporte en estrategia conocida, el presidente de la República ha hecho un nuevo anuncio: "El proyecto de presupuesto del próximo año se construirá desde cero, lo que implicará una revisión a fondo, en lugar de una mera modificación inercial como ha ocurrido desde hace más de una década".
Unas cuantas líneas del discurso pronunciado ante los banqueros bastaron al mandatario para formular el aviso que, además de una tarea titánica, demanda acciones inmediatas y un debate democrático... si, esta vez, el asunto va en serio.
Dejar de ajustar ligeramente hacia arriba o hacia abajo el gasto público exige enorme voluntad política pero, sobre todo, fuerza y firmeza para encarar la resistencia que, por naturaleza, opondrán los sectores afectados.
Dilucidará si se está o no ante nuevo ardid para trasladar el debate nacional por senderos distintos a los que hoy recorre: si el gobierno es capaz de escapar a la rutina acostumbrada, de sacrificar sus propios intereses y de alcanzar la velocidad requerida para, en tan sólo ciento setenta y un días, elaborar y entregar el Presupuesto 2016 con base cero el próximo 8 de septiembre, fecha límite marcada por la ley.
Desde la tragedia de Iguala que abrió la inmensa fosa de los desaparecidos, seguida de la revelación del presunto conflicto de interés en que incurrieron el mandatario y el secretario Luis Videgaray y que abrió la inmensa fosa de la corrupción y la impunidad, el gobierno perdió el rumbo.
La manifiesta decisión de no aplicar las medidas correspondientes a la talla de los problemas -interesarse por los desaparecidos, devolver las casas al contratista, recomponer el gabinete, anular con oportunidad los proyectos faraónicos...- y la comisión de errores sucesivos, derivados de aquella decisión, debilitaron al gobierno hasta colocarlo en la frágil situación en que se encuentra. Circunstancia difícil en extremo, agravada por el adverso entorno económico que alcanzará nivel de huracán después de la tormenta electoral.
Ante ese porvenir y después de haber quemado infinidad de cartuchos con la pólvora mojada, el presidente Enrique Peña Nieto lanzó en Acapulco la nueva iniciativa:
"He dado indicaciones -dijo- a todos los integrantes del gabinete para que realicen un análisis profundo de sus dependencias, a fin de evitar duplicidades y encontrar áreas de oportunidad. Al igual que lo estamos haciendo en diferentes ámbitos de la vida nacional, dentro del gobierno también habremos de romper inercias y paradigmas".
Diseñar de cero el presupuesto nacional es una revolución. Hacerlo en el marco de un concurso electoral y, por lo mismo, sin certeza de cuál será la configuración de la Cámara de Diputados que habrá de aprobarlo es una aventura. Una aventura -es justo decirlo- que, de llegar a buen puerto, puede reposicionar al gobierno; pero, de no ser así, puede acabar de hundirlo.
Se dice fácil que "el gasto público innecesario se identifica y se recorta" (Blog de la Presidencia, 24 de marzo), pero ese gasto en realidad responde a intereses que el propio gobierno cobija y favorece. Ahí están las iniciativas legislativas pendientes sin estudio de impacto presupuestal -la reforma política del Distrito Federal o el Sistema Nacional Anticorrupción, por ejemplo-, las plazas y los multimillonarios beneficios de los sindicatos de la burocracia, las infames prerrogativas de los partidos o las fracciones parlamentarias o, incluso, los proyectos carreteros de algunos diputados con destino a su bolsillo. ¿Se sostendrán bien las tijeras, tienen filo?
Dónde recortar, sobra. La duda es si, esta vez, la elaboración del presupuesto se abrirá a debate público o si quedará sólo en manos de quienes no han mostrado habilidad en su manejo o cortan sesgado. ¿Nuevo ardid o renovado brío?
NO HUBO CENSURA EN TERCER GRADO
Sr. Director: En la columna publicada el pasado 21 de marzo en su periódico, titulada "¿Quién sigue?", el periodista René Delgado hace afirmaciones equivocadas en torno a la salida del aire del programa Tercer Grado, el cual era transmitido por Televisa.
Como se informó en su momento, el programa concluyó como resultado de una conversación entre los participantes iniciada varios meses antes de su última emisión. Había cansancio y nuevos proyectos para algunos de los periodistas que hacían Tercer Grado. Por ello, se hizo un alto en el camino. No para decir adiós sino para pensar en cambios que le dieran un nuevo impulso al programa.
Nadie habló de censura entonces. Nadie ha hablado de censura desde entonces. Por una sencilla razón: no la hubo. Ésa es la realidad que René Delgado ahora, cuatro meses después de que el programa concluyó, ignora. Su opinión, sin un solo dato que la sustente, vale más que los hechos.
Si bien es cierto, como señala el columnista, que periodistas -como los que participaban en Tercer Grado- gozaban de liderazgo y de simpatía de la audiencia, es falso que hayan perdido en libertad de expresión con el fin del programa.
Todos los que participaban en Tercer Grado continúan ejerciendo el periodismo en los espacios con que contaban en Televisa y en otros medios de comunicación. Incluso, un par de integrantes de Tercer Grado cuentan con espacios nuevos y adicionales en medios de comunicación.
Nos halaga que seamos referente para sus publicaciones, pero en todos los casos hubiera sido conveniente consultar a los responsables en Televisa antes de imprimir información sin sustento que termina afectando a sus lectores.
Dado lo anterior, mucho agradeceremos la publicación de esta réplica y le reiteramos que nos encontramos a sus órdenes.
Atentamente,
Alejandro Olmos, Director de Información-Televisa
