Siglo Nuevo

La doble vida de Jesús

Política a la mexicana desde la perspectiva de Enrique Serna

Foto: Iam Nicole

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Gilberto Lastra Guerrero

La doble vida de Jesús (2014), de Enrique Serna (Ciudad de México, 1959), transcurre en Morelos en medio del libertinaje de la delincuencia organizada por la lucha del territorio y el mercado de los enervantes.

Jesús Pastrana, un secretario del ayuntamiento modelo, reconocido en la sociedad del municipio de Cuernavaca por su inquebrantable rectitud como funcionario público. Un hombre de hogar, mas no de sexo con su esposa, Remedios.

La ruptura de su vida se da cuando comienza la selección de candidatos del Partido Acción Democrática para la alcaldía, donde queda de lado por el dedazo desde el centro del país: proviene de la hacienda de Los Pinos por el presidente Salmerón. La imposición molesta a Pastrana, quien recibe un documento con el que se puede inculpar de un delito, al hacerlo público, al favorecido Manuel Azpiri, director de Obras Públicas. Y lo hace. El asunto llega a la agenda de los medios nacionales y la reacción no se hace esperar: Pastrana logra ser el candidato.

Serna matiza la realidad con metáforas exactas. Exterioriza los mecanismos vitales de los personajes, al menos los de Pastrana y su amante, Leslie; abre al lector la posibilidad del entrar en el mecanismo interno de cada uno y percibir cómo evolucionan durante la trama.

Jesús se debate entre la virtud y el pecado, ¿en busca de gracia?, ¿de una inmaculada carrera en la función pública? Entre lo políticamente correcto y lo políticamente político. Serna abre el diálogo, cuestiona. Las preguntas, que hacen que el lector avance en la narración, se convierten en las decisiones de Jesús, en lo amoroso, electoral y familiar.

MATICES Y MONSTRUOS

Da la sensación que los pensamientos maduran conforme avanza la narración. El flujo de conciencia se abre camino entre malestares conyugales y la 'grilla' del PAD y su único destino es la anagnórisis.

Es inevitable no recordar en uno de los pasajes de la novela, cuando Pastrana vive su primer encuentro con la homosexualidad, durante la preparatoria, con un compañero de salón, una frase de Confesiones de una máscara (1949) del japonés Yukio Mishima: Un error que se comete a menudo en la infancia consiste en creer que si uno transforma a un demonio en héroe, el demonio quedará contento. En el rechazo a su naturaleza por primera vez, Pastrana incubó al demonio que lo hizo enamorarse con vehemencia de Leslie (Nazario Santoscoy), un travesti hermano del capo lugareño (Lauro, jefe de los Tecuanes) que pierde la batalla contra el 'narco' foráneo, del cártel de Sinaloa, ligado al Gobierno de Morelos y con el apoyo del Estado para conservar el control de lo que llaman la “plaza”.

Leslie es el leitmotiv de la anagnórisis, del error trágico de Pastrana, hasta la muerte y después de ella. Tal vez por un desesperado intento por recuperar ese instante con ese compañero de la preparatoria. Pastrana, al aceptar su homosexualidad, encaja en el mundo, pero hacerlo en medio de una campaña electoral, como candidato de un partido tradicionalista, lo convierte en blanco fácil para cualquiera que busque acabar con su carrera política.

HISTORIAS OCULTAS

Bajo implantes de senos y maquillaje, Leslie esconde historias de abuso y desamor. Un ser a la deriva de los deseos sexuales de los hombres que cada noche le buscan más allá del crucero de Tejalpa. La voz narrativa pica el orgullo a Pastrana poco antes de levantar al travesti de un crucero; Serna intercala la voz narrativa y el pensamiento del protagonista, una dualidad inseparable que permite comprender el espectro de un homosexual marginado, como si él mismo contara su propia historia. El hastío de la vida conyugal se convierte en fuego: Leslie es el pebetero. Jesús alcanza la plenitud sexual, renueva su vida.

Leslie, un personaje que retratado por Serna con precisión. Un travesti dedicado a la prostitución que intenta ocultar un pasado de abuso sexual bajo el delineador y una tanga de lentejuelas. Se perciben los altibajos emocionales de Nazario Santoscoy, el engaño hormonal para sepultar a su ser, a su sexo de nacimiento. La feminidad de Leslie topa con la estabilidad sentimental y su pasado pone en jaque su relación con Jesús Pastrana.

La analepsis obligada para mantener quieta la conciencia de Pastrana, luego de mentirle sobre su origen familiar en el primer encuentro, la inestabilidad química u hormonal y la afición por la cocaína hacen de Leslie un hombre-mujer frágil, vulnerable, inestable y agravará la complicada elección.

Es difícil hablar sobre la concepción de la química corporal de un personaje entre sexos, 'trasgénero', y con una arraigada adicción en términos de narrativa, pero en La doble vida de Jesús, la analepsis empotrada en el presente es un choque que vuelve impredecible a Leslie por la química corporal y el estado anímico.

Entre las tribulaciones amorosas de Jesús y Leslie (siempre con la duda de qué habrá de bajo del cuerpo del travesti) y el thriller político ubicado durante el calderonismo en una provincia de México, aunque cercana al Distrito Federal, las zancadillas políticas pueblan las páginas de esta novela.

Pastrana, por la descomposición social en Cuernavaca, alcanza la cumbre del miedo colectivo y la psicosis generada por el libertinaje del crimen organizado, y las autodefensas encajan en el léxico de un ayuntamiento que se cae a pedazos. Altibajos en el ánimo de Jesús, en las encuestas, los golpes bajos: una campaña política a la mexicana. Tras bambalinas los capos mueven sus piezas, para impedir que el pueblo se arme. Los reporteros “chayoteros” hacen su agosto informativo sesgando información al mejor postor.

Foto: EFE
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