Los 20 años de la Camerata de Coahuila

Muchos artistas han expuesto que su obra tiene como fin llevar felicidad a los humanos. En el “Himno a la alegría”, de la novena sinfonía de Beethoven desde el título puede verse esa voluntad. Edvar Grieg, según la funda de alguno de los antiguos acetatos de 33 rpm, expresaba que sus composiciones también nacían con ese noble propósito.

El sonoro fluido de felicidad que es la música puede llegar a nuestros oídos desde un solista o desde una agrupación. Son los intérpretes quienes convierten en fenómeno físico perceptible por nuestra sensibilidad las anotaciones que los compositores llevaron al pentagrama. Siempre la habilidad de los intérpretes merecerá amplio reconocimiento.

En Torreón se disfruta de una agrupación musical de altura que por sus veinte años de vida merece especial celebración y creo que lo es la publicación de un libro que se convierta en huella perenne de su existencia. Los libros que ofrecen la historia de la “música de los grandes maestros” –como se decía con certera calificación: “de los grandes maestros”– nos permiten acercarnos a personas e instituciones que se dedicaron a la música grande, a esa sucesión de misterios sonoros que halagan al oído. Así pues, que mejor que un libro sobre la Camerata de Coahuila para celebrar sus veinte años, un volumen que divulgue su pasado y lo lance al futuro.

De ese modo, el libro de historia de la Camerata permitirá atisbar el sforzo sostenuto mediante el que la ya prestigiada agrupación musical ha podido sobrevivir a dubitativas concepciones, a crisis económicas nacionales y regionales, a relevos de personas y, en fin, sobrevivido a las proverbiales carencias que todos conocemos, aunque sea de oídas.

La Camerata, desde sus conciertos en barrios populares y centros de trabajo hasta su floración en salas locales y giras foráneas que la han llevado no sólo lejos de los linderos comarcanos sino hasta más allá de las fronteras y los litorales mexicanos, se ha prestigiado como una referencia cultural que se suma a los motivos de orgullo social.

El sonoro paso de la Camerata de Coahuila que estremeció los aires con obras “de los grandes maestros” en la Plaza 5 de Mayo, de la popular Colonia Moderna y en las calles de algún fraccionamiento residencial, igual que en los recintos laborales y en los escenarios de los teatros Isauro Martínez y Nazas, ha sido un paso hacia el interior del ser lagunero que, con la presencia ubicua de su orquesta, contribuye a reafirmar su capacidad de crear, sostener y acrecentar un patrimonio cultural.

Torreón, ciudad de poco, muy poco más de cien años de edad (se erigió como tal en 1907) pudo haber preservado muchos vestigios de su reciente pasado para recreación y lección de sus habitantes y de sus visitantes. Sin embargo ha dejado que se los lleve la indolencia y el arrasamiento pragmático, rasgos ambos que se nos revelan como antítesis del arte y la cultura.

Por eso no es aventurado intentar un acercamiento historiográfico a los veinte años de la Camerata de Coahuila con el propósito de preservar rasgos de su existencia. La inmediatez temporal, es decir, cohabitar el mismo tiempo y el mismo espacio, puede facilitar la observación del caudal informativo y la reconsideración de la transparencia de las fuentes y por tanto la objetividad en el registro de los datos.

Los grandes maestros de la música compusieron su obra para dar felicidad a la humanidad. Pero esa generosa donación no podría llegar a nuestros oídos de simples mortales sin el puente de oro de organizaciones como la Camerata de Coahuila. Por eso la Camerata merece el libro que en función de puente extienda lo que ha sido su presencia durante veinte años. Esta obra histórica llevará a la Camerata de Coahuila más allá en la geografía y en el tiempo.

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