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Cuidado con los tranquilizantes

La automedicación para estar más relajado puede ser muy peligrosa

Cuidado con los tranquilizantes

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Primitivo González

En la actualidad, cada vez son más las personas que sufren estrés excesivo, ansiedad o angustia por las presiones laborales, económicas, sociales o de otro tipo y eso motiva a algunas a ingerir tranquilizantes por “recomendación” de un amigo/a o automedicación, lo cual puede resultar contraproducente y lo ideal es acudir con un especialista.

El doctor Fernando Sánchez Nájera, psiquiatra con 25 años de experiencia, explica que los tranquilizantes son para mejorar la calidad de vida de las personas a través de producir un efecto ansiolítico de los males de estrés excesivo o la angustia, es decir, son medicamentos que actúan sobre el sistema nervioso central para reducir la angustia y la ansiedad del paciente.

Advierte que los tranquilizantes requieren de receta médica y los más usuales son los derivados de la benzodiazepina, como alprazolina, lorazepina y clonazepam, entre otros, aunque existen algunos que no requieren receta médica, como los antihistamínicos, difenhidramina, la valeriana (fitofármaco) o la pregabalina.

Las principales causas del consumo de tranquilizantes son en la actualidad la ansiedad, como consecuencia de las presiones a las que se ve sometida la persona, en la mayoría de las ocasiones en el aspecto laboral.

En base a la experiencia del psiquiatra, la ingesta de ansiolíticos comparado con el alcohol es de casi el 50 por ciento por problemas de la vida cotidiana y la mujer es la que más consume ansiolíticos, porque no duerme bien debido a las preocupaciones propias de su vida, tomando en cuenta también que en la actualidad hay muchas madres solteras que toman el papel de mamá y papá.

Por género, la mujer consume más tranquilizantes, en proporción de cuatro a uno y por lo general, son mayores de la cuarta década, muy preocupadas por los pendientes del hogar y eso hace que recurran a los tranquilizantes, pues el hombre se relaja de otra manera y lo más común es que se vaya con los amigos a ingerir bebidas embriagantes, aunque en los últimos tiempos esta situación tiende a emparejarse, ya que cada vez más mujeres se aficionan a este tipo de bebidas.

Hay una tesis, indica el especialista, de un investigador psicoterapeuta humanista, la cual indica que el ser humano cada vez tiene más bajo el nivel de tolerancia a la frustración. La capacidad de espera para resolver asuntos o lograr grandes metas es menor. El ser humano en tiempos actuales, está menos expuesto a batallar, a padecer frustración o ansiedad en espera de lograr la meta y esto ha contribuido a  la solución rápida, mediante un medio alterno, como pueden ser los tranquilizantes.

Pareciera ser que la naturaleza ha creado en el ser humano receptores a ansiolíticos y es así que desde tiempos antiguos, en toda cultura existe el alcohol que es un tranquilizante por excelencia, aunque no toca hablar de los efectos secundarios, por lo cual no es muy recomendable.

En 1950 se descubren las benzodiazepinas, fármaco que una vez ingerido, se une a los receptores gaba (neurotransmisor inhibitorio, que calma y reduce la actividad de las neuronas) que tenemos en el cerebro, produciendo el efecto tranquilizador. Existen medicamentes de corta duración, como el alprazolan, de seis a ocho horas y los de larga duración, como el clonazepam, de hasta 36 horas.

El especialista destaca que hay algunos tranquilizantes que en ocasiones convierten la tristeza en depresión o el miedo en angustia, por los efectos secundarios del medicamento, que suelen ser de corta duración, pero son casos excepcionales, pues la gran mayoría de los pacientes no tienen estos efectos.

Respecto al tiempo de consumo de ansiolíticos, Sánchez Nájera menciona que para un malestar de exceso de estrés, en promedio son de cinco a siete días, pero en un malestar con trastorno por angustia o estrés postraumático, en promedio son ocho meses el tratamiento. En algunos casos, advierte el médico, hay efectos secundarios como mareos, somnolencia, sueño, náuseas, inquietud y vómito.

En tratamiento bajo prescripción médica, una vez pasada la fase aguda del malestar, la persona puede incorporarse a sus actividades diarias y no va a repercutir en la vida social, sexual o laboral. En casos de automedicación, advierte, el paciente tiende al consumo excesivo de tranquilizantes y en esas circunstancias sí hay repercusiones.

La descontinuación del tratamiento con tranquilizantes, explica el psiquiatra, debe ser en forma paulatina y bajo una esquema estricto de la disminución de la dosis en forma sistemática. De golpe no se pueden dejar, pues generarían reacciones secundarias del tipo de malestar que se está tratando desde el inicio.

Por último, Sánchez Nájera menciona que la enfermedad mental ha sido estigmatizada todavía, pero existen 100 entidades psicopatológicas susceptibles de recibir tratamiento del psiquiatra y no es sólo para personas “locas”, como se pudiera creer. “Todos estamos de acuerdo que el aparato digestivo se enferma, que el riñón se enferma y ¿por qué no aceptar que el aparato psíquico tiene derecho a enfermarse?”, finaliza el especialista.

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