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Legislación contra la corrupción política

ARTURO MACÍAS PEDROZA

El jueves pasado en la cámara de diputados se aprobó en lo general la reforma a la Constitución para integrar un Sistema Nacional Anticorrupción. Dice David Hume que las personas aunque fueran casi siempre bien portadas hay motivos más que suficientes para poner leyes y mecanismos de vigilancia social como si fueran egoístas servidoras de sí mismas. Este postulado es aplicable con mayor razón a los agentes de la política, que, demasiado frecuentemente, persiguen metas egoístas con detrimento para el bien común. Hombres y mujeres situados en posiciones políticas se hallan especialmente expuestos a variadísimos delitos políticos y formas de corrupción que favorecen a los grandes negocios y grupos de presión, llámese sindicatos, monopolios económicos, organizaciones delictivas o particulares. Es por eso que la legislación puede establecer límites claros para evitar la corrupción. Esta ley, sin embargo, aún le queda mucho camino por recorrer, al pasar a la otra cámara, aprobarla la mayoría de los estados y elaborar la legislación secundaria. Durante ese trayecto puede perder fuerza, como sucedió con la reforma educativa, que ha sido rechazada por un gran sector, perdiendo su objetivo de mejorar la educación.

La cantidad e intensidad de las transformaciones de estructuras que conlleva este cambio de época que estamos viviendo, mezcladas con la inseguridad y violencia en México, exige una transformación con la contribución de distintas voluntades de la sociedad civil. No podemos esperar un cambio, si no se ponen las condiciones necesarias para llevarlo a cabo, por medio de una fuerte, clara y aplicable ley contra la corrupción. No basta que la ley quede como letra muerta. Un diputado contaba decepcionado el esfuerzo que había hecho para aprobar una ley que luego no se aprovecha porque no se conoce.

¿Cambio de estructuras o cambio de mentalidad? Algunos sostienen como suficiente una transformación personal, pero las estructuras corruptas crean un ambiente que impide una actuación sana dentro de un sistema que "funciona" a base precisamente de corrupción. Dentro del discurso del Papa Francisco sobre la corrupción como delito, hablaba muy claro de lo que sucede en el interior del corrupto, "llegando a interiorizar su máscara de hombre honesto: "Yo no fui". El corrupto no puede aceptar la crítica, descalifica a quien lo hace, trata de disminuir cualquier autoridad moral que pueda ponerlo en tela de juicio, no valora a los demás y ataca con el insulto a quien piensa de modo diverso. Si las relaciones de fuerza lo permiten, persigue a quien lo contradiga". Ante esta actitud cerrada al cambio, Una estructura legal podrá disuadir, al menos para evitar el castigo que la ley impone. No podrá pues haber una transformación si no es en base a una estructura legal adecuada. Una vez terminada la Segunda Guerra mundial, los criminales de guerra juzgados en las cortes militares como la de Nuremberg, pocas veces fueron reconocidos como tal por parte de los nazis. No por negar su crimen, sino sinceramente no se sentían culpables. El Papa Francisco sabe de esa condición del corazón del corrupto cuando afirma: "La corrupción se expresa en una atmósfera de triunfalismo porque el corrupto se cree un vencedor. En ese ambiente se pavonea para rebajar a los demás. El corrupto no conoce la amistad o la fraternidad, sino la complicidad y la enemistad. El corrupto no percibe su corrupción. Se da en cierto sentido lo que sucede con el mal aliento: Difícilmente quien lo tiene se da cuenta de ello; son los demás quienes se dan cuenta de ello y se lo tienen que decir. Por tal motivo difícilmente el corrupto podrá salir de su estado por remordimiento interior de su conciencia. La corrupción es un mal más grave que el pecado. Más que perdonado, este mal debe ser curado. La corrupción se ha convertido en algo natural".

Es por ello que los obispos mexicanos, haciéndose eco del sentir de la población, sentencian que los "maquillajes" sobre la corrupción instalada no sirven de nada. Dicen en un comunicado del pasado 20 de febrero: "Es perverso que los partidos políticos se alíen en defensa de sus intereses corporativos para acabar escondiendo a sus corruptos. Los crímenes de Ayotzinapa son sólo el vértice de una pirámide que poco a poco va desmoronándose y que necesita ser apuntalada para evitar la quiebra del país. De nada sirve guardar silencio". Es pues evidente la importancia de esta ley. Los candidatos a diputados a contender en las próximas elecciones intermedias harán bien en manifestar su posición de apoyo ante esta legislación y después actuar su implementación y difusión. Sentimos gran preocupación por el presente y por el futuro de nuestro país, que, entre otras cosas, se ve aquejado, desde hace muchos años, por el grave mal de la corrupción, "que favorece la impunidad y el enriquecimiento ilícito, la falta de confianza con respecto a las instituciones políticas, sobre todo en la administración de la justicia y en la inversión pública, no siempre clara, igual y eficaz para todos" ("Iglesia en América", No. 23).

"Todos somos tentados de corrupción", ha recordado el Papa Francisco, quien señala que son siempre los pobres quienes pagan el precio de la corrupción de los políticos, de los empresarios y de los eclesiásticos que descuidan su deber pastoral. "Pagan los hospitales sin medicinas, los enfermos que no tienen remedio, los niños sin educación (...) cuando hay corrupción, también el pobre corre el riesgo de perder los valores, porque se le imponen costumbres, leyes, que son contrarias a los valores" (Meditación del 16 de junio de 2014). Si se está combatiendo la violencia, la corrupción es una forma de violencia que, "al inocularse en las estructuras de servicio público, se transforma en delincuencia organizada, ya que de manera descarada se impone «la mordida» como condición a los ciudadanos para recibir un beneficio o servicio gratuito" (No. 46).

Además de esta ley, se requieren múltiples acciones conjuntas: Creación de instituciones que de forma integral, coordinada y en tiempo real, prevengan, identifiquen, investiguen y modifiquen situaciones o condiciones que propicien la corrupción; sancionen oportunamente a los corruptos y hagan realidad el resarcimiento de los daños causados; un Sistema formado por organismos autónomos que, gozando de independencia, profesionalismo, confiabilidad, facultades y recursos, incluyan en su rango de acción a todos los Órganos del Estado a nivel federal, estatal y municipal, sin olvidar a los poderes judicial, federal y locales, así como a los órganos constitucionales autónomos. Cualquier acto de corrupción amerita por sí mismo todo el peso de la ley, ya que la corrupción es un problema nacional. No olvidemos que el país necesita también de opciones personales. El país es de todos, y entre todos tenemos que sacarlo adelante haciéndonos más participativos a nivel personal, familiar, empresarial y social, valorando, respetando, promoviendo y defendiendo la vida, la dignidad, los derechos y los deberes de toda persona, actuando siempre con honestidad, verdad, justicia, rectitud, solidaridad y respeto al Estado de Derecho. Necesitamos educarnos para esto.

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