Se trata de un acto heroico, de esos que tanta falta hacían al país para superar la profunda crisis de credibilidad que se vive, prácticamente, en todo el sistema institucional. Lo que hasta hace unos días suponíamos imposible ocurrió: En una muestra de gran amor por México y de su enorme empatía con los múltiples sacrificios que tiene que realizar la ciudadanía para subsistir, los senadores de la República decidieron reducir sus "dietas" -como eufemísticamente le llaman a sus sueldos- en 100 pesos mensuales. Este año, ya no recibirán por ese concepto los 117 mil 600 pesos mensuales que obtuvieron durante 2014, ahora sólo llegarán a sus bolsillos -y perdón si me conmuevo hasta las lágrimas, me resulta inevitable ante tanta generosidad- 117 mil 500 pesos.
Por fortuna, ninguno de los 128 senadores quedará al desamparo, pues todavía seguirán recibiendo sus prestaciones que elevan la precaria cantidad a la casi suficiente cifra de 262 mil 337 pesos al mes, 10 pesos más que recibieron el año pasado. Lo que demuestra que, a los generosos, la vida los retribuye otorgándoles siempre más de lo que otorgan de buen corazón. ¡Qué injustos los reclamos que a lo largo del tiempo hemos dirigido hacia esa bondadosa clase que, durante seis años, dedica su vida a crear mejores condiciones para los mexicanos a cambio de casi nada! ¡Qué grande es la lección que nos brindan con su sacrificio, su austeridad, su gusto excelso, su filantropía y todo ese virtuosismo del que hacen gala!
Es más, ahora que sabemos que el obispo Vera tiene un diálogo tan cercano con el papa Francisco, por qué no proponemos que vayan canonizándolos en vida, para que su ejemplo cunda no sólo en México sino más allá de las fronteras. Sólo así podríamos compensar tan loable y valiente decisión. Me pregunto, cómo recibirá la noticia el 43 % de los trabajadores de nuestro país a los que su sueldo no les alcanza ni para comer. ¿No tienen, ahora sí, los argumentos suficientes para sentir que México se está moviendo, que está rumbo a ese estado idílico de justicia social por el que tanto se ha luchado?
¿Y los aproximadamente 61 millones de pobres que habitan en México, qué pretextos sacarán ahora para protestar, para estar molestos, para reclamar más y mejores oportunidades? Durante más de cuatro décadas hemos sido los ciudadanos quienes nos hemos apretado el cinturón. Crisis tras crisis es a nosotros a los que nos ha llegado la austeridad; pero ahora, ahora son ellos, los sacrosantos senadores, los que han decidido sufrir en carne propia las consecuencias de la caída de los precios petroleros y la ausencia de crecimiento económico en el país.
Por eso, a partir de este momento, habremos de guardar silencio. Ya no reclamaremos por los 497 millones de pesos que han pagado en asesores; se nos olvidarán los 7.8 millones de pesos que destinaron a comprar sus automóviles; tampoco recordaremos los dos millones de pesos mensuales que se otorgaron a cada senador en 2013 para la compra de boletos de avión; y menos aún, exigiremos cuentas por el hecho de que, habiendo tenido un presupuesto original de mil 89 millones de pesos para asignaciones a los grupos parlamentarios, también en ese año, sin justificación alguna la hayan aumentado a 120 millones, sin rendir cuentas a nadie, según lo revelado recientemente por la Auditoría Superior de la Federación. Ni ésos ni ninguno de los otros interminables excesos de esa élite de privilegiados serán vueltos a recordar, gracias al sacrificio del que hacen ahora derroche - finalmente, a eso es a lo que están acostumbrados.
Si algún senador se tomara la molestia de leer estas líneas y llegase a sentirse ofendido, le pido solamente recuerde: ustedes fueron los que empezaron.
