Siglo Nuevo

Un deseo llamado trencito

Ferromodelismo: ¿Pasatiempo de niños o de adultos?

Locomotora CSX 1110 Athearn.

Locomotora CSX 1110 Athearn.

Héctor Raúl Avendaño

Miles de personas alrededor de todo el mundo se dedican a coleccionar trenes en miniatura, invierten gran parte de su dinero y de su tiempo en conseguir un sinfín de piezas para dar rienda suelta a la creatividad y armar paisajes de ensueño atravesados por un mágico trencito. ¿De dónde surgió esa tradición?

Suave Patria, tu casa todavía

es tan grande, que el tren va por la vía

como aguinaldo de juguetería.

Ramón López Velarde

Seguramente, el excelso poeta mexicano oriundo de Jerez, Zacatecas, observó en los escaparates de las grandes tiendas del Centro Histórico de la Ciudad de México, el minúsculo tren que, como atractivo comercial -desde los albores del siglo pasado-, corría sobre la vía, entre montes y valles, de una escenografía multicolor inventada.

Los trencitos eléctricos, al igual que los proyectores de cine caseros, constituyeron para los niños que crecieron en los años cuarenta y cincuenta, una imborrable fantasía. Eran tiempos en que los juguetes más comunes -para los varones- eran unos carritos (automóviles o trenes) fabricados con lámina, madera o plástico; bastaba un cordón para jalarlos o, en el mejor de los casos, venían dotados de un mecanismo de cuerda que les daba un toque de automatización.

LOS TRENES A ESCALA

Los convoyes ferroviarios (marca Lionel, fabricados en Estados Unidos) eran privilegio de los niños y también de los adultos de las familias pudientes, muy particularmente, las de los maquinistas y altos empleados de Ferrocarriles Nacionales de México.

¿Quién en la edad de la inocencia no abrigó el deseo de ver correr, sobre un circuito de rieles en la sala de su hogar, una locomotora de vapor tirando de una hilera de carritos transportando pasajeros (en primera y segunda clase) animales y productos, en góndolas, tanques, rejas, cajas y plataformas, culminando con el romántico 'cabús'?

Pues bien, un singular grupo de adultos con marcada traza de infantes o, para describirlos mejor, un puñado de niños con inocultable apariencia de madurez y pelo en pecho, se han propuesto, desde hace ya algunos años, cristalizar deseos insatisfechos arrastrados desde la época en que andaban de pantalones cortos sostenidos con tirantes, y en su oportunidad han 'quebrado el cochinito' para comprar su trencito eléctrico; entiéndase bien que para ellos, no para sus hijos o nietos.

Una vez armados con el objeto del deseo bajo el brazo, se agruparon en lo que desde 2001 se conoce como Asociación de Ferroaficionados de La Laguna (AFL), y apelando a su capacidad de inventiva pusieron manos a la obra para construir sus propias instalaciones ferroviarias (maquetas), en las que domingo a domingo corren vertiginosos los 'gusanitos' de acero que les han devuelto el aliento suspendido desde hacía muchos ayeres: “Hasta que usé una Máquina Diésel me sentí a gusto”, podrían decir estos señores, parafraseando el eslogan de las camisas Manchester.

Las marcas de trenes en miniatura más conocidas en México, son las producidas en Estados Unidos: Lionel en Nueva York (1900), Walthers en Milwaukee (1932) y Athearn en Long Beach, California (1938). Sin embargo, el primer sistema de tren a escala se originó en Göpingen, Alemania en 1891, en la famosa fábrica de juguetes de chapa y hojalata Märklin, fundada en 1859 por el maestro artesano hojalatero Theodor Friedrich Märklin, empresa cuya trayectoria productiva se mantiene en la actualidad y sobrepasa ya los 150 años de existencia.

Según refiere el diario argentino Clarín, en el artículo La meca de los trenes eléctricos en miniatura, publicado en diciembre de 2013, la idea de Carl y Eugen Märklin, hijos de Theodor, fue presentar un sistema de trenes a cuerda, que corrían sobre rieles pero eran parte de un sistema, es decir, estaban estandarizados en distintas escalas y tamaños. Los niños podían, de esa forma, comprar los rieles y trenes que desearan, claro, si sus padres tenían la posibilidad económica de hacerlo. Pronto los fabricantes de toda Europa adoptarían el mismo sistema.

Las escalas que se comercializan son seis: Z (1:220), N (1:160), HO (1:87), S (1:64), O (1:48) y G (1:22.5). La escala se refiere a la talla del modelo con relación al objeto de tamaño natural representado; lo que significa, por ejemplo en la escala HO (1:87), que el tren de juguete es 87 veces más pequeño que el tren normal que corre por las vías de nuestras ciudades.

ASOCIACIÓN NACIONAL

Los ferromodelistas laguneros están afiliados a una asociación nacional y construyen sus propias maquetas.

La AFL tuvo hasta hace unos meses su sede en Gómez Palacio, Durango, pero actualmente, el club, coordinado por Juan García Yáñez, se está ubicado en Torreón, Coahuila. Un buen número de sus 27 socios acuden anualmente a la Convención Nacional de Ferromodelismo y Ferroaficionados, que reúne, desde 1999, al gremio de todo el país en ciudades de marcada tradición ferrocarrilera como San Luis Potosí, Aguascalientes, Chihuahua, Guadalajara y Acámbaro. A Torreón le tocó ser sede de la décimo tercera edición, celebrada en 2009, y a Chapala, Jalisco, le corresponderá la décimo novena en este 2015.

Las convenciones nacionales, celebradas regularmente en el mes de agosto, se convierten en la oportunidad de asistir a conferencias, exposiciones de artes plásticas y fotográficas, talleres sobre pintura y detallado de los vagones, y sobre todo se exhiben las maquetas elaboradas por las distintas asociaciones del país. Además, se expenden todo tipo de productos relacionados con el gran hobby de los ferromodelistas, quienes pueden adquirirlos mediante la compra o el trueque. Los anfitriones organizan convivios y un baile de gala que marca la culminación de las actividades de la Convención.

Entre los miembros de la AFL sobresale Jesús Rodríguez Flores, extrabajador jubilado de la Comisión Federal de Electricidad, quien desde 2001, instala cada mes de diciembre en su hogar (Gómez Palacio), una maqueta que replica una ciudad moderna con vida propia, configurando en esencia una auténtica joya de ingeniería que conjunta, en una área de 8.5 metros cuadrados, una amplia gama de elementos urbanos y suburbanos donde, majestuoso, circula el ferrocarril a través de su patio de maniobras, estación, talleres y casa redonda.

Chuy Rodríguez, como afectuosamente se le identifica entre los amigos del 'miniriel', es además un enamorado de los automóviles, trenes y objetos a escala, que en sus manos cobran vida, se transforman y se reinventan al influjo de su inagotable creatividad.

La mágica maqueta-ciudad de Chuy, que cuenta con sistema de alumbrado público (digno de la envidia de cualquiera de los municipios laguneros), luce entre sus instalaciones: iglesia, escuelas, industrias, talleres, comercios, estación de bomberos, hospital, Cruz Roja, circo, parque de juegos mecánicos, campo militar, central camionera, gasolineras, negocios de comida rápida, suburbios con granjas, yonque, panteón, sin faltar los bulevares con sus anuncios espectaculares, pasos elevados, túneles y en general todo servicio que ofrecen las urbes modernas. ¡Una maravilla visual para quienes se resisten a dejar de ser niños!

Los trenes a escala, así como los elementos que integran las maquetas (personajes, instalaciones, vehículos, infraestructura, animales, ruidos y sonidos propios del ambiente urbano y del funcionamiento del ferrocarril), se consiguen en tiendas especializadas tanto en México como en Estados Unidos y también a través de internet, lo que permite conformar un universo incalculable en calidad y variedad.

Los integrantes de la AFL, independientemente de que realizan sus compras en forma conjunta para aprovechar las atractivas ofertas, son también creadores de elementos que se ajustan a los modelos locales y nacionales, y en ocasiones intercambian o comercian sus productos con miembros de asociaciones hermanas de otros estados del país. La creatividad es el resorte emotivo de esta singular afición por el amado ferrocarril.

AMANTES FIELES DEL GRAN FERROCARRIL

Y no para ahí la cosa, los ferromodelistas viven como Gulliver; reparten su tiempo entre el país de los enanos y el de los gigantes. Si bien los domingos por la mañana se congregan en la sede de la AFL para darse vuelo viendo correr sus trencitos en la magna pista de la Asociación, entre semana se organizan en grupos para apostarse frente a las vías férreas a presenciar el paso del formidable invento de George Stephenson y sentir el trepidar de la tierra al ritmo de la sinfonía de fierros en fricción y disfrutar del colorido de las interminables hileras de carros tirados por hasta tres locomotoras que dejan en el aire un aroma de diésel en combustión. ¡Vaya afición y apasionada entrega por el gusto de vivir en plenitud!

UN JUGUETE FORMATIVO

Sin menospreciar los actuales instrumentos electrónicos de comunicación y de juego, que disponen de la inmensa galaxia de información que atesora el internet -que bien utilizado no tiene punto de comparación con ninguna herramienta surgida hasta la fecha-, los juegos de tiempos pasados, como Meccano, Lego y los mismos trencitos, ofrecían la ventaja de moldear la mente y la personalidad del niño abriéndole ventanas al conocimiento y la investigación, que en muchos casos desde temprana edad le vislumbraron su propia vocación. El tren eléctrico a escala encierra en sí mismo el embrujo de la curiosidad.

El principal impulso de todo ser vivo es satisfacer su deseo natural de subsistencia. La preocupación fundamental del ser humano es conseguir la felicidad en todos los órdenes. Satisfagamos nuestros deseos sin violentar la vida de los demás.

Correo-e: [email protected]

CC 66505 Märklin.
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Locomotora CSX 1110 Athearn.
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Asociación de Ferroaficionados de La Laguna (AFL)
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