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Ya sé que no aplauden

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CARLOS CASTAÑÓN CUADROS

Empezó mal la semana con eso del petróleo y continuó en lo increíble con el nuevo nombramiento en la Secretaría de la Función Pública. La mayor apuesta de las reformas se concentró en la energética, pero los precios ya metieron en problemas al Gobierno Federal, que durante dos años consecutivos ha contratado deuda. (Cuidado, que con estos hombres no sé sabe). Después de la punitiva Reforma Fiscal, las circunstancias obligaron al gobierno a recortar sus proyecciones, y sobre todo, el gasto público. Eso sí, nos aseguran que ya no habrá más impuestos. Pese a las coberturas, la caída sobrepasó todo pronóstico, salvo el de Arabia Saudita y los Estados Unidos. Pocas veces se ve a mandatarios tan contentos, como a Barack Obama y el rey Salman bin Abdelaziz. Sin duda, hicieron un buen trato. Ahora la crisis no es sólo política para el gobierno mexicano, sino económica. Aunque siempre hay peores desgracias como sucede con Venezuela. Allá Nicolás Maduro dejó la economía en manos de Dios, lo cual es un desastre seguro. En nuestro país, el mejor ministro de finanzas del mundo, Luis Videgaray, confirmó un recorte de 124 mil millones de pesos. Dice que son medidas responsables, y no lo dudamos. El boquete se llevó al flamante proyecto del tren rápido México-Querétaro, y algún lamento se escuchó en las oficinas de Higa. Pero inmediatamente la desconfianza viene cuando escuchamos decir: "Las finanzas públicas se encuentran en una posición sólida para enfrentar la volatilidad internacional durante el 2015".

En poder los panistas fueron mediocres, carentes de sex appeal como diría Cosío Villegas. No cambiaron lo que debían de cambiar, porque sencillamente se acomodaron bien al status quo. Sin embargo, hay que reconocer la estabilidad de la finanzas públicas, y sobre todo la razonable ortodoxia económica. Dramáticamente perdieron el poder, y sin embargo, entregaron un gobierno estable. Dos años bastaron para comprobar las diferencias. Que Ernesto Cordero, exsecretario de Hacienda, y actual senador, falte a una sesión por ir al Super Bowl, es anecdótico y en dado caso, criticable. Pero no se compara con la humilde casa del actual Secretario de Hacienda, quien nos demuestra la desinteresada generosidad de Grupo Higa. Pero estimados lectores, no piensen que es conflicto de interés el hecho de que esa empresa ganó sendos contratos con quienes ahora gobiernan. En esas vamos, cuando mejor portada no le podía conceder un diario de circulación nacional al hombre de los dineros: "Sano legislar sobre conflicto de interés". Sobra decir, que la supuesta nueva legislación, no es, ni puede ser retroactiva. Hágase tu voluntad en los bueyes de mi compadre.

Hay quienes se empeñan en argumentar la excepcionalidad mexicana. No lo creo. ¿Qué pasaría si en el país vecino, alguna poderosa petrolera le regala una casa a Michel Obama? No sólo el Congreso protestaría, sino ya habría un proceso de investigación judicial para castigar y condenar a los implicados. Igualmente la oposición no soltaría al presidente. Recientemente el exgobernador de Virginia, Bob McDonnell, fue condenado a dos años de cárcel por 11 cargos de sobornos y corrupción. No hay gran complicación en una democracia, cuando sus instituciones funcionan a favor los ciudadanos y el estado de derecho. Cada vez con más canas, el presidente salió a sorprendernos. Ayer habló de la corrupción como un "problema estructural". Para él las casas son un problema de percepción, una apariencia indebida, algo que no ocurrió. "El presidente no otorga contratos, no adjudica compras, ni obras, tampoco participa en ningún comité de adquisiciones, arrendamientos o servicios". No obstante, no mencionó nada de su relación con Higa y los contratos millonarios que el gobierno que encabeza, ha otorgado. Si la corrupción es un problema, como afirmó ayer en su discurso el mandatario; entonces, el problema está en el gobierno.

En política, nada como ir frontalmente al problema. Así anunció acciones ejecutivas para "prevenir la corrupción y evitar los conflictos de interés". La más notable fue nombrar a Virgilio Andrade como Secretario de la Función Pública. Él y nadie más va investigar al presidente para confirmarnos, que no hubo conflicto, ni nada turbio en su gobierno. De esa manera Peña Nieto reafirmó su papel como hombre de Estado: El Presidente soy yo. Qué lástima que no hizo lo mismo ante la tragedia de Ayotzinapa. Al final de la rueda de prensa y todavía con el micrófono abierto, EPN comentó serio: "Ya sé que no aplauden". Mejor definición del su gobierno no podría haber.

Posdata. Para quienes gustan de la memoria, la nota curricular de Andrade, incluye haber sido la propuesta del PRI como consejero electoral en el IFE. ¡No se diga más!

Nos vemos en Twitter @uncuadros

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