¿Qué de malo tiene que se postulen Lagrimita, Cuauhtémoc Blanco o alguna otra celebridad a un cargo de elección popular? Finalmente son ciudadanos en pleno uso de sus derechos. Tiene sentido, entonces, que tomen la decisión de salir en la búsqueda del voto popular. Comparados en su calidad humana, incluso, es posible que resulten menos corruptos, menos transas que los "profesionales" de la política mexicana. Quién sabe, tal vez hasta buenos administradores del bien público resulten. Al menos ellos tienen el beneficio de la duda del que no gozan otros personeros de los que pululan en la esfera pública gubernamental del país y de los que tenemos la certeza de que sólo están allí, para acrecentar su patrimonio personal.
El problema es que nos podamos tomar en serio esto en México y que lleguemos a pensar que, lo que escribí en el párrafo anterior, tiene alguna validez. Y de acuerdo a las encuestas que indican que Cuauhtémoc Blanco encabeza las preferencias para la Alcaldía de Cuernavaca, hay muchos que así están asumiendo el asunto, lo que para cualquier estudioso de la democracia en nuestro país debería resultar preocupante. Dejo en claro que no tengo ninguna animadversión contra alguna de las celebridades que buscan ser electos. Insisto, están en todo su derecho. Sin embargo, creo que es terrible que, tras la postulación ocurra algo. ¿Por qué?
De manera similar a lo que sucede con muchos de los candidatos de los partidos políticos, que provocan profunda indiferencia, la postulación de la inmensa mayoría de los famosos tendría que conducir a una "indiferencia electoral". Con ello me refiero a que, los ciudadanos, rápidamente deberíamos caer en cuenta de que se trata de otra payasada de quienes ambicionan el poder y nada más. Que a la mayor parte de estas celebridades las usan sólo para conseguir votos. Que, salvo muy honrosas excepciones, los cómicos traídos a la política son uno más de los engaños a los que nos tiene habituados la clase política gobernante.
La función pública es algo harto difícil de ejecutar con excelencia. Eso ya nos debería haber quedado claro. Buena parte de nuestra tragedia nacional radica en que la gran mayoría de los que han tenido responsabilidades gubernamentales son expertos en politiquería, pero no en gestionar el bien común. Y ojo que con ello no me refiero a la falsa ilusión de que la tecnocracia nos salvará. PRI, PAN y PRD han demostrado fehacientemente que colocar egresados de Harvard o Yale al frente no conduce a mejores gestiones en tanto que todo su intelecto se ocupa en encontrar cada vez más sofisticadas maneras de saquear al país. Se necesita gente que comprenda el verdadero significado del bien público y ésos escasean en el mundo. Pepes Mujicas hay muy poquitos en la actualidad.
Lo que se revela es nuestra profunda incapacidad para elegir, a falta de criterios claros para la selección. Por ello sólo nos fijamos en la cáscara (por cierto, ¿ya se fijaron qué rápido se nos "descascara" EPN?). Hoy supuestamente se nos educa para que nos desempeñemos bien en nuestros trabajos. Pero, ¿cuándo nos enseñan a elegir bien a un gobernante? Una democracia necesita que haya ciudadanos que sepan jugar el juego que ésta implica, conocer sus reglas de fondo para poder acertar en las decisiones. Pero si como pueblo estamos suponiendo que un futbolista, del que no conocemos con claridad sus ideas sobre el bien común y sobre la manera en que éste debe gestionarse, puede con el paquete de un municipio, capital de uno de los estados del país, es porque algo muy torcido pasa por nuestras mentes y que no entendemos, porque no nos han enseñado a hacerlo, de qué trata realmente la política y la democracia. Para la democracia somos niños y a los niños nos encantan las payasadas… los payasos lo saben.
