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Vida y muerte

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

A mí me gusta celebrar la vida. Pero con frecuencia los acontecimientos me enfrentan con la muerte, sobre todo de personas muy queridas.

No obstante, doy gracias a Dios, porque vivo rodeado de afectos importantes, sobre todo de la familia, que de una forma u otra siempre piensa en mí.

Así, mi casi hijo César Ernesto, me dijo hace unos días: "Tío, voy a Colombia. ¿Qué quieres que te traiga?".-Tráeme algo del Gabo (García Márquez). Respondí- Claro con mucho gusto -".

Así fue como llegó a mis manos un libro espléndido que se intitula: "Gabriel García Márquez (Todos los cuentos)", de la editorial "Literatura Random House", y en un solo tomo están obviamente reunidos todos los cuentos del Gabo, desde los peregrinos, hasta los primeros que escribió.

La obra la iré saboreando, poco a poco, como los buenos vinos, a sorbos y degustándolo línea por línea. De hecho y para envidia de mi hermano el poeta Jesús Cedillo, ahí viene un cuento que le fascina y se llama: "Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo (1955)".

Me siento halagado, por la dedicatoria que mi hijo puso en ese libro, inmerecida desde luego, pero profundamente cariñosa. ¿Qué es la vida sin cariño?

Pero así como nos enfrentamos a cosas gratísimas, también, a veces, nos topamos con lo desagradable, aunque inevitable. Porque como dice Woody Allen. "lo único seguro en esta vida, es que no saldremos vivos de ella".

Hace unos días mi cuñado Max, voló al encuentro de Chacha y se reunieron de nuevo en el cielo. La vida nos lleva, malamente a juzgar las conductas ajenas, y por ello me había distanciado de él, pero hubo oportunidad de sincerarnos y ponernos en paz. Como quiera que sea, fueron 40 años de andar juntos por esta vida y eso no se borra fácilmente.

Él fue como un hijo más para mis padres. Y yo supe que había llegado su momento, porque Chacha me habló en sueños y me dijo: "Vengo por él". Así es que llegó a buenas manos.

Pero apenas si me estaba reponiendo de esa ausencia, cuando esta semana me avisan de la muerte de mi buen amigo, Roberto Orozco Melo, de quien apenas hace unas semanas había escrito sobre lo mucho que significó en mi vida su amistad.

Y aunque, "cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo"; nuevos amigos se van sumando a mi entorno personal, como Ramón y Ricardo, (El gallo y mi ahijado), que van llenando los espacios de nuevas y gratificantes amistades.

Pero la ausencia duele y a veces mucho, como me duele la de Ricardo mi hermano y la de Chacha; sin embargo no queda más que seguir bregando.

La excelente y entretenida pluma de Beto Orozco, queda ahora en descanso. Los que vienen detrás, alcanzarán nuevas altitudes parados en sus escritos. "La pesca sin anzuelo", guarda su caña y por fin reposa en paz.

Gracias por todo cuanto me dieron en vida, que Dios se los tome en cuenta a la hora de juzgarlos.

Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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