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Las verdades inútiles

JULIO FAESLER

Las muchas coyunturas de 2015 serán fascinantes si las tomamos con sentido optimista y positivo. Lleno de aventuras electorales e incógnitas económicas, retos sociales, el año se nos presenta como una aventura de la que para salir airosos, hay que dedicarnos a solucionar problemas en lugar de criticar su existencia.

La comparación de nuestras carencias frente a las soluciones que otros dan a las suyas, no es un método recomendable. Cada comunidad tiene sus propios retos que va venciendo con sus propios recursos en la medida que los factores externos no los impidan. Lo que sí es necesario es avanzar con firmeza hacia nuestras metas sociales y económicas sin vacilaciones ni interrupciones. Más que otra virtud, la de dejar las cosas terminadas, una vez que se han emprendido, es factor indispensable para crear los escalones de confianza en sí que toda sociedad requiere para avanzar.

Es esa, casualmente, una virtud que hay que instilar al mexicano, no sólo a los jóvenes y las generaciones que vienen, sino a las que ejercen actualmente en el poder público o privado.

Abundan de asuntos que se han iniciado, pero que no se terminan. Las reformas estructurales que con tanto entusiasmo se han aprobado, están todavía truncas, esperando proceso. La reforma educativa, urgente en extremo, está legislada pero detenida por la debilidad de las autoridades que no se atreven a contrariar a los que se oponen a la dignificación del magisterio y atender a los alumnos. Resalta el contrato del tren bala a Querétaro que entre inexplicables dilaciones está incluso hasta en duda de realización. El dramático asesinato en masa de estudiantes agrícolas de Ayotzinapa, está listado por los que lo aprovechan ideológicamente, para quedar como crimen sin solución, como otro evento luctuoso antigobierno al lado del 2 de octubre. El caso de la Guardería ABC está aún abierto pendiente de castigar a los concesionarios culpables. Diariamente quedan abiertos los hechos que dejan al ciudadano sin protección frente al crimen organizado.

México es, pues, el país de lo inconcluso. Salvo lo que quieran emprender los empresarios, poco o nada tiene permanencia aquí. Revísese la lista de instituciones oficiales cancelados: Conasupo, Banco Pesquero, IFE, IMCE. Las razones dadas en su momento por las autoridades variaron desde a ineficiencia hasta la corrupción que dañó su estructura.

La esencia de esta incapacidad de cuidar y de mantener vivas las instituciones parece explicarse por la inseguridad en la que vive cada uno de nosotros los ciudadanos respecto la firmeza de sus propias decisiones. Así se emprende la tarea, pero sin solidez de convicción. Esto priva a la institución de cimientos sólidos. No se resiste la primera racha contraria. Es más fácil ceder que resistir.

La impermanencia de las instituciones podría remediarse con la inclusión de elementos en sus consejos directivos y que no vieran su designación a alguno de los poderes.

La inconstancia es característica de nuestro pueblo. Debido a esta forma de ser, perdemos el impulso que da un esfuerzo continuado.

La inconstancia resulta de varias explicaciones. Una de ellas se encuentra en la frecuencia en que corrompemos la institución lo que da pretexto para cancelarla por completo para luego crear la nueva que reemprenda la actividad bajo otro modelo o incluso simplemente un nuevo membrete.

Hay una directa concordancia con la costumbre que tenemos de exagerar los análisis y estudio de los problemas a que nos enfrentamos posponiendo la ejecución de sus recomendaciones. Más frecuente es el hábito de criticar y censurar la realidad de los problemas que aquejan a nuestra sociedad sin proponer soluciones prácticas.

El país y sus problemas ya están sobreanalizados. Lo que siempre faltará es la recomendación específica, realizable, para resolver el mal que se reveló y describió a saciedad.

Hoy día abundan las críticas para todo. También abundan los que celebran como oportunidad los males por corregir. Falta la acción concreta, sin adornos académicos, dirigida a atender la necesidad que tan sesudamente describen los sedicentes sabios.

El 2015 será mejor que el anterior siempre que nos dediquemos a remediar más que describir nuestros males y a criticar lo que los demás no hacen.

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