Columnas la Laguna

METÁFORA CIUDADANA

Candidaturas independientes: ¿una opción o una utópica ilusión?

Luis Alberto Vázquez Alvarez

Nicolás Zúñiga y Miranda; característico candidato independiente a la presidencia de la república durante el porfiriato, fue un ejemplo de civilidad incomprendida; para muchos era un excéntrico político que soñaba con la democracia en un régimen que para nada comulgaba con ella, aunque su titular, el viejo dictador, hablara de la misma con fluidez y hasta fuera ejemplo internacional de dicha virtud, como siempre, y hasta hoy, admirado en el extranjero y repudiado en el país. Una y otra vez entre 1892 y 1910, Zúñiga participó en las elecciones presidenciales de 1896, 1900, 1904, siempre como candidato independiente, importándole poco las burlas de los medios de comunicación comprados por el dictador y siendo objeto de mofa de las plumas afines al dinero de Porfirio Díaz.

Si bien es cierto que el gobierno de Díaz siempre lo consideró un loco más que un opositor peligroso, podemos ver a Zúñiga como un símbolo hilarante de la carencia de la democracia en el país. Enriquecía la creencia de locura su forma estrambótica de vestir: Siempre como caballero inglés: levita negra cruzada y sombrero de copa, guantes, monocle, de gran bigote y fumaba pipa. Después de la Revolución, Zúñiga participó como candidato independiente contra Carranza y contra Obregón; siendo su última candidatura en 1924 contra Calles, asegurando que a pesar del movimiento armado, México aún no era una democracia; los callistas lo persiguieron y amenazaron de muerte, lo que jamás había hecho los porfiristas; murió en la pobreza, pero Diego Rivera lo inmortalizó en su mural "Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central" y ha sido representado en varias películas mexicanas y, hasta existe un libro escrito sobre él: "Don Nicolás Zúñiga y Miranda o el candidato perpetuo" equivocado, demente u obsesionado por el poder, este necio nos dejó una lección que hoy podríamos aprovechar.

2015: La desesperación se apodera de los mexicanos honestos ante las terribles campañas de los partidos políticos llenas de falsedades, propuestas y hasta logros infundados que insultan la inteligencia; los candidatos partidistas desean justificar con palabrería y rufianería su incapacidad para convencer al electorado de que voten por sus propuestas; éste, ya cansado de fatuidades y corruptelas de todos los institutos políticos, viejos, nuevos y hasta renovados, prefiere buscar entre quienes han demostrado ser honestos, convencerlos de que sean candidatos ciudadanos independientes, ajenos a los partidos; personas que pudieran ofrecer al menos una pizca de confianza.

La experiencia en otros países del mundo avala la idea de que no sólo los partidos pueden gobernar, sino que la ciudadanía puede y debe ejercer una presión social y política que permita que sea el pueblo el soberano de sus decisiones y resuelva él mismo, creciendo en educación cívica, los graves problemas que aquejan hoy a la nación.

La semana pasada, en la ciudad de Monterrey se levantó tremendo jolgorio, cuando un movimiento ciudadano decidió lanzar como candidato independiente a la gubernatura de Nuevo León a un personaje académico de gran envergadura y prestigio en la vida de ese estado, tanto la Iniciativa Privada, como ex alumnos del Tecnológico de Monterrey, e infinidad de comunidades cívicas de esa entidad, se pronunciaron a favor de David Noel Ramírez Padilla, rector del ITESM, educador en el que vislumbraban una oportunidad de honestidad y camino seguro de progreso, tal como lo ha llevado en esa institución educativa. Pero la decisión del catedrático fue finalmente negativa. Sin embargo, ya surgieron ahí más oportunidades; lo mismo sucede en otras partes de la nación, y aquí en la misma Laguna; coyuntura que deberemos analizar seriamente. Pero si bien la esperanza subsiste, no olvidemos ni nos confundamos: el cambio no es automático; tener un buen gallo no es la panacea; lo que debe de cambiar es todo el gallinero. Un candidato virtuoso es solamente el principio de la mutación política.

Pero: ¿Cómo saber quién es honesto? Y ¿Para qué queremos gobernantes honrados?

Colocándome en el campo socrático preguntare: ¿No es el gobierno de la ciudad una actividad sumamente importante y muy difícil?

Entonces: ¿Cómo es posible que se le confíe a gente amañada y prepotente? ¿Sólo porque tiene relaciones espurias con un alto gobernante o porque le rinde honores a otro más nefasto que él?

Tal vez una pregunta más fuerte seria: ¿Cómo se formaría el gabinete de un gobernante surgido de las corrientes no partidistas, es decir, de ciudadanos de "a pie"?

Un gabinete de un electo honorable se conformaría con líderes auténticos, con profesionistas triunfadores, con capitanes de empresas o instituciones valiosas, tal vez el secretario de educación sería el rector o destacado profesor de prestigiada escuela nombrado por el consejo de la misma, no electo por un alumnado comprado o cautivo; el secretario de finanzas un profesionista de esa área que ha llevado a feliz puerto una empresa importante, no el designado presidente del instituto electoral que maniobró leyes y votos para conseguir que dudosa y envilecida elección tuviera valor jurídico. Y así, puesto por puesto, serían ocupados por distinguidos miembros de la sociedad civil, valiosos ciudadanos; un gobierno de ciudadanos honestos: ¿Será sólo una ilusión quimérica?

Porque hoy lo normal es que un gabinete lo constituyen ineptos a los que se les debe pagar por los favores recibidos en la campaña electoral, y líderes comunitarios compra votos y/o nefastos funcionarios que medrando con su puesto, obtienen recursos públicos para abonar a la campaña del designado; nefastos delincuentes que han hecho de la política su modus vivendi.

Sin embargo, el experimento ciudadano libre representa un grave peligro: ¿En qué medida el perverso sistema partidista mexicano puede "absorber" o utilizar ese mismo formato electoral y enviar candidatos corruptos a prostituir dicha opción?

No me parecería muy difícil que algunos partidos buscarán degradar la movilización democrática de los ciudadanos, ya ven, el gobierno ha incluido delincuentes en las marchas de protesta justa para que las depraven y luego se justifique la represión. Puede haber candidatos honestos, pero también vivales que buscarían lucrar, la solución es que los grupos sociales libres sean quien los propongan; personas surgidas de la comunidad, mexicanos con trayectoria limpia y vecinos amantes de su colectividad.

De cualquier manera es necesario salir a promover el voto por quienes lo merezcan, no dejemos que el voto duro o comprado con tarjetas o pantallas decida nuestro destino, debemos buscar esa transición a lo justo y al bien democrático; recuerden que "El mal es mal, aunque todos lo realicen y el bien es bien aunque nadie lo practique"; así pues vayamos ya caminando a la búsqueda del bien social de nuestras comunidades.

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