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Una farsa política

ALBERTO AZIZ NASSIF

La avalancha mediática de los spots obliga a huir de los medios y la repetición de mensajes genera caricaturas de la realidad.

Cuando faltan 137 días para las elecciones de junio próximo resulta grotesco el juego de los partidos para volver a dramatizar -a su conveniencia- una versión del país que no existe.

El momento electoral es el único instante en donde la clase política voltea a ver al ciudadano en busca del voto, pero ahora ya no lo hace de forma directa, sino a través de maquinarias profesionales de propaganda que difunde por vía mediática. El momento electoral es un reacomodo de poder para seguir con más de lo mismo. De los partidos nos enteramos por los medios y lo que resalta es la enorme cantidad de dinero que gastan. Cada elección se gasta más (61 % más ahora que en 2009). Los partidos tendrán 5 mil 356 millones de pesos para mantener la farsa de la representación. Un teatro en donde los ciudadanos elegimos candidatos cada tres o seis años para que representen nuestros intereses, pero ya se sabe que eso es una simulación.

Las promesas de campaña se vuelven spots mediáticos (26.5 millones de spots); los compromisos son mercadotecnia; los votos sirven como un cheque en blanco para que cada partido haga lo que mejor le convenga a sus intereses. Los recursos públicos alimentan a los partidos para reproducir sus intereses. Las supuestas diferencias son en realidad máscaras que se usan como en las noches de carnaval en donde todos se cubren la cara para obtener votos, pero al día siguiente son iguales, grillos que saltan hacia el nuevo hueso, como los delegados del DF.

La avalancha mediática de los spots obliga a huir de los medios en esta temporada. La repetición de mensajes de una forma obsesiva está orientada a generar caricaturas de la realidad. Hace poco escuchábamos los discursos del Pacto por México y los tres partidos más grandes hablaban de alianzas y proyectos de cambio legislativo y los operadores de ese pacto bailaban de cachetito. Ahora, unos meses después, llegan las elecciones y resulta que se forman dos equipos, los que juegan a gobernar y los que juegan a ser oposición. Quién les cree a los panistas que ahora dicen que todo está mal, cuando ellos son actores de ese país que ahora critican, no sólo por sus 12 terribles años en Los Pinos, sino por su participación en el Pacto que nos deja un país plagado de simulaciones legislativas, con más violencia, desigualdad, corrupción e impunidad. Y quién le cree al PRD que dice que nada ha cambiado cuando ellos son parte de ese sistema que permanece; ese PRD que se ha embarrado en las ligas criminales y en las componendas de la impunidad y que ahora se dice un representante confiable. Ese perredismo que ha hecho de los cargos de elección popular la oportunidad para el negocio y la corrupción. Hay que revisar algunas delegaciones del DF para ver cómo se hacen negocios con los permisos. Por ejemplo, se podría analizar el caso de Tlalpan donde la plaza delegacional se ha convertido en un tianguis casi permanente. Del PRI hay poco qué decir que no se sepa, el maestro de la corrupción y el principal actor de la farsa. Nos quiere volver a vender la expectativa de las reformas y los beneficios, los espejitos y las promesas falsas. El partido en el gobierno que extravió la brújula con la crisis de derechos humanos y corrupción que vivimos. Al gobierno federal se le hizo calabaza la carroza y ha perdido la credibilidad. Del resto hay poco qué agregar, salvo que son comparsas de la misma farsa.

Una parte de la farsa es el montaje para que cada quien haga lo que le venga en gana. Así, tenemos al Partido Verde que violó la ley para difundir spots durante meses y romper la equidad. Ese partido está acostumbrado a violar la ley, porque al final la autoridad sólo lo sanciona con un inofensivo regaño tardío. El domingo pasado vi que esos spots los siguen pasando en Cinemex. En cambio, el spot perredista en que salía López Dóriga se sacó del aire en unos minutos porque supuestamente ofendía al periodista y a la empresa para la que trabaja. Hay clases sociales hasta para violar la ley.

¿Qué sentido tiene acompañar esa farsa política y emitir un voto que servirá para reproducir una representación simulada en donde todo seguirá igual, pero con la fantasía del cambio?

@AzizNassif

Investigador del CIESAS

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