Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Pepito le preguntó a su mamá: "¿Cómo nací?". Respondió ella: "Tu papi me puso una semillita, y así viniste al mundo". Volvió a preguntar el pequeñín: "Y ¿cómo nacen los perritos, los gatitos, los caballitos, los ositos, los leoncitos y los elefantitos?". Dijo la señora: "También ellos nacen en la misma forma". Comentó Pepito: "Vaya, vaya. Por lo que veo mi papá no hace distinciones". Tres sujetos entraron en el bar llamado "Los desfiguros de Goethe". Los tres iban completamente ebrios, tanto que el más borracho de ellos cayó al suelo aun antes de ocupar la mesa. Otro de los beodos le ordenó al cantinero: "Dame un tequila doble, y otro para mi amigo". Preguntó el de la cantina: "Y al que está tirado ¿qué le sirvo?". "Nada -contestó el temulento-. Él es el conductor designado". Sor Bette, superiora del convento de la Reverberación, le pidió al capellán de la orden: "Necesito dinero para comprarles a las novicias hábitos nuevos. Los que traen ahora ya están viejos y gastados". "No se preocupe, madre -respondió el joven cura-. Yo les quitaré esos malos hábitos". He aquí las características del marido ideal: No se va con sus amigos por la noche a jugar dominó o póquer; no se la pasa aplastado en un sillón frente al televisor los fines de semana viendo partidos de futbol; no ronca; no fuma; no bebe; no anda con mujeres; no existe. La hembrita del caracol se quejó: "Mi esposo no respeta mi personalidad. Cuando estamos haciendo el amor siempre me dice: '¡Aprisa! ¡Aprisa!'". Susiflor le contó a su abuelita: "Mi novio es muy dulce". Le advirtió ella: "Cuida que no te vaya a engordar". Por fin alguien puso el dedo en la llaga y mentó -entre otras cosas- la soga en casa del ahorcado. Alejandro Encinas razonó así su renuncia al PRD: "No puedo mantenerme en las filas del partido al que han puesto en evidencia los hechos ocurridos en Iguala, y que a cuatro meses de la tragedia sus dirigentes guardan silencio y apuestan al desgaste y al olvido". Además de bien escritas y armoniosas esas palabras dicen la verdad. Quien gobernaba Guerrero en el tiempo en que esa tragedia aconteció era un perredista, lo mismo que el alcalde de aquella ciudad y su mujer. Las izquierdas mexicanas -3,054 hasta el momento en que este artículo se escribe- se las han arreglado, sin embargo, para hacer que Enrique Peña Nieto pague el costo político de la tragedia, único mandatario en el mundo cuya renuncia ha sido exigida con encono por esas furiosas Furias, las redes sociales, a causa de hechos cometidos por sus opositores. La renuncia de Encinas tiene bases sólidas, y constituye un duro golpe al perredismo. A pesar de lo que ha dicho lo veremos pronto al lado de López Obrador, a quien fortalecen cada día más los errores de sus adversarios, tanto del PRI como del PAN y el PRD, todos los cuales le están pavimentando el camino hacia la Presidencia. Viene en seguida un cuento que de seguro la señora Vanderbilt habría considerado de mal gusto. Quienes todavía practican la urbanidad y las buenas maneras deberían abstenerse de leerlo. Una mujer bastante entrada en años quería verse joven, y fue a la consulta de un cirujano plástico que había inventado un procedimiento para quitar las arrugas de la cara: A sus pacientes les ponía en la nuca una especie de tornillo que ellas hacían girar a voluntad, con lo cual la piel se estiraba hasta que las arrugas desaparecían. La señora le pidió al doctor que le implantara el artilugio. Los resultados fueron maravillosos: Cada vez que ella se veía al espejo y notaba la aparición de una nueva arruga le daba una vuelta al tornillo, y adiós arruga. Pasó un par de años, y cierto día el galeno y la mujer se toparon en la calle. Preguntó él: "¿Cómo le ha ido con el aparato?". Respondió la señora: "Muy bien, doctor. Todo este tiempo he conservado en el rostro la tersura de la piel. Últimamente, sin embargo, me han salido debajo de los ojos estos abultamientos que no he podido quitar con el tornillo ¿Qué son, doctor?". El doctor echó un vistazo a la afectada parte y luego declaró: "Señora: Le ha dado usted tantas vueltas al tornillo que esos abultamientos son sus bubis". "¡Caramba! -exclamó ella, desolada-. Entonces ni caso tiene preguntar por la barbita". (No le entendí). FIN.

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