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Alfonso Reyes

El mexicano universal

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Alfonso Reyes Ochoa fue un escritor y diplomático mexicano que ejerció un notable magisterio en la cultura de su tiempo, promovió la fundación de instituciones dedicadas a la difusión del conocimiento y marcó la obra de casi todos los escritores mexicanos posteriores a él, como Octavio Paz y Carlos Fuentes.

En honor al legado del intelectual mexicano, las secretarías de Educación Pública (SEP) y de Relaciones Exteriores (SRE) aprobaron la creación del Instituto Alfonso Reyes, que enseña en el extranjero el idioma español que se usa en México.

Dicho instituto, propuesto por la Academia Mexicana de la Lengua, ofrece sus servicios en Estados Unidos, Brasil y la República Popular China, como parte de un proyecto cultural que busca reconocer la labor de uno de los intelectuales más importantes de México.

HOMBRE DE LETRAS

Alfonso Reyes nació en Monterrey, Nuevo León, el 17 de mayo de 1889. Hijo de Bernardo Reyes, gobernador de Nuevo León, y figura muy cercana a Porfirio Díaz, tuvo una infancia rica en lecturas y experiencias vitales.

En la Ciudad de México perteneció al grupo intelectual de la Escuela Nacional Preparatoria. Junto con Pedro Henríquez Ureña, Antonio Caso y José Vasconcelos fundó El Ateneo de la Juventud, agrupación cultural que pretendía un México moderno y contemporáneo del mundo.

Por aquella época, destacan sus biógrafos, Reyes escribió obras como el libro de ensayos Cuestiones estéticas, que sería publicado en París. De los mismos años datan los estudios sobre Robert Louis Stevenson y Gilberth K. Chesterton.

Se inscribió en la Facultad de Derecho, donde obtuvo el título profesional de abogado el 16 de julio de 1913. Tras el asesinato de su padre, aspirante a la presidencia de la República, y un tanto decepcionado de la situación nacional, viajó a Europa, donde trabajó en el Centro de Estudios Históricos de Madrid, dirigido por Ramón Menéndez Pidal (1869-1968).

SUS AMIGOS

En España compartió trabajos y experiencias con Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset y Ramón Gómez de la Serna. También perfeccionó su manejo de la lengua española. En 1915 terminó Visión de Anáhuac, que se publicó en 1917.

De acuerdo con datos de El Colegio Nacional, de 1924 a 1939 vivió como diplomático en Francia, Brasil y Argentina. En este último país impulsó la obra del por entonces joven Jorge Luis Borges, quien puso a su consideración el manuscrito de El Aleph y le profesaría agradecida admiración el resto de su vida.

Entre sus ensayos de esos años se cuentan Cuestiones gongorinas (1927), Simpatías y diferencias (ensayos, 1921-1926), Homilía por la cultura (1938), Capítulos de literatura española (1939 y 1945) y Letras de la Nueva España (1948).

En 1939 regresó definitivamente a México, instalándose en un edificio que siempre había deseado y que él mismo hizo construir: una casa habitación integrada a una biblioteca, hoy museo dedicado a él, que lleva el nombre de Capilla Alfonsina.

GRAN PRODUCCIÓN

A partir de entonces y hasta 1950 se encontraba en la cumbre de su madurez intelectual y escribió una larga serie de libros sobre temas clásicos, como La antigua retórica y Última Tule (1942), El deslinde (1944), La crítica en la edad ateniense (1945) y Junta de sombras (1949). También escribió sobre problemas mexicanos y americanos y otros temas muy variados.

Fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Fue fundador del Instituto Francés de América Latina y del Colegio Nacional. Presidió la Casa de España en México, nombrado más tarde El Colegio de México, uno de los centros académicos de alto nivel más prestigiados del país.

Fue candidato al Premio Nobel en cuatro ocasiones, aunque nunca llegó a recibirlo; pero su constante entrega a la cultura, sus aportaciones a la literatura mexicana y la calidad de su obra le valieron numerosos premios y reconocimientos públicos.

Por ejemplo, el Premio Nacional de Literatura (1945), el de Literatura Manuel Ávila Camacho (1953) y el del Instituto Mexicano del Libro, que recibió en 1954.

En el transcurso de pocos años, Reyes sufrió varios infartos, atendidos por el médico Ignacio Chávez. El cuarto le costó la vida. Murió el 27 de diciembre de 1959 en la Ciudad de México. El entonces presidente Adolfo López Mateos decretó un día de luto nacional. Sus restos reposan en la Rotonda de las Personas Ilustres.

SU NOMBRE PRESENTE

El Premio Internacional Alfonso Reyes fue creado en 1972 por iniciativa de Francisco Zendejas, quien tuvo la idea de hacer un homenaje al regiomontano. Un año después se otorgó por primera vez y fue para el escritor argentino Jorge Luis Borges.

Esta distinción se otorga a personalidades con amplia trayectoria en el campo de las humanidades, cuyo talento haya sido enfocado a diversos géneros de la escritura y que a través de sus obras difundan la cultura mexicana, tal como lo hacía Alfonso Reyes.

El año pasado la Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey celebró su 15 aniversario, donde se publicó una segunda edición del texto Alfonso Reyes y Carlos Fuentes: una amistad literaria, en el que el reconocido historiador Javier Garciadiego explora la relación entre las dos figuras que han dado aliento, rumbo, misión y sentido a la misma.

UN REFERENTE EN EL ARTE

En abril del año pasado la Compañía Nacional de Teatro, junto con el Centro de Producción de Música Contemporánea (Cepromusic), estrenó en el Teatro Jiménez Rueda Ifigenia Cruel, obra de Alfonso Reyes, con la que se recordó al poeta, ensayista y narrador mexicano a 125 años de su nacimiento.

La obra remonta al espectador al mito homónimo y trágico de la antigüedad, lo que implica construir la tensión que relaciona la tradición con la vanguardia, que es característica de los grandes momentos de renovación artística.

La historia inicia cuando Ifigenia es salvada por Artemisa y llevada a su santuario, donde descubre que ha perdido la memoria, y a casi 20 años después de vivir sin saber su origen e ignorando que procede de una familia maldecida por los dioses, conoce a su hermano Orestes y a su primo Pilades a Tauride.

Ifigenia debe sacrificarlos, pero después de un largo diálogo, ella los reconoce, los recuerda, y sabe de la maldición de la familia; revelación repentina del pasado olvidado que le produce un gran horror, pues es miembro de una familia criminal y por eso, no puede convencerse de volver a su patria.

Así, Ifigenia, símbolo del hombre en general, ha descubierto el sentido de la vida: la libertad de elegir.

De esta manera Alfonso Reyes transforma el mito de Ifigenia, historia contada originalmente por Eurípides, que permite al poeta exponer una reflexión sobre su propia vida en el exilio a causa de los fatales acontecimientos en el inicio de la Decena Trágica, en donde su padre que encabezaba un golpe de estado cayó abatido por las fuerzas leales a Francisco I. Madero.

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