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Los cuentos prohibidos de Afanásiev

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Los cuentos prohibidos de Afanásiev

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Angélica López Gándara

El libro Cuentos prohibidos rusos, de Alexandr N. Afanásiev (Rusia, 1826-1871) es una colección de relatos cortos que el autor recogió de anécdotas surgidas de la clase media y baja de la Rusia del siglo XIX. A Afanásiev se le conoce también como el “Grimm ruso”, aunque el contenido del libro del que hablaré no se parece a los textos de los hermanos Grimm, pero el resto de su obra sí tiene muchas semejanzas. Sólo un ejemplo: cuándo uno lee el cuento Basilisa la hermosa encuentra rasgos de Blancanieves y de La Cenicienta, con todo y madrasta, hermanastras y príncipe, pero ahí la magia la da una muñeca.

Los Cuentos prohibidos rusos fueron escritos entre 1855 y 1865, son relatos cómicos, pornográficos y anticlericales, motivos por los que la obra fue censurada en la Rusia zarista; el primer ejemplar se publicó en Ginebra, Suiza, en 1872, un año después de la muerte del autor. El cuerpo base de la colección de Afanásiev está constituido por cuentos de contenido grosero, erótico, declara el prologuista Boris Andréievich Uspenski. Los rusos a menudo hablan de depravación, de vicios, de indecencias… Cuentan todo tipo de relatos obscenos, y al que dice las palabrotas más groseras y hace las burlas más fuera de tono, acompañándolas con gestos groseros del cuerpo, lo consideran el mejor y el más alegre compañero del grupo, agrega Uspenski citando al viajero alemán Adam Olearius.

En general, se piensa que la literatura pornográfica no trascenderá a su tiempo, pero tenemos como muestra al escritor francés Marqués de Sade (1740-1814) al que muchos llaman escritor erótico, pero hay que hacer la diferencia entre la literatura erótica y la pornográfica. Cuando las relaciones sexuales son descritas con un lenguaje poético y culto es erotismo, pero si en la acción sexual se mezclan las palabras obscenas, la escatología (me refiero al significado de escatología no en el sentido del destino final de la humanidad, sino en el que abarca la materia y las exhalaciones del final del intestino grueso) y también si el nombre de los genitales no es anatómico o poético sino comparativo con cualquier objeto que se le parezca, eso es franca pornografía. Tal es el caso de Cuentos prohibidos rusos, que a diferencia de los relatos de Sade, son bastante cómicos.

En estas historias no hay límites en las actividades sexuales, pueden ser incestuosas o de sodomía o con y entre animales humanizados: En el bosque vivía una zorra, más puta que las gallinas. Se iba con todos, fueran osos o lobos. Encuentra al gato y empieza hablar. La zorra dice: Gatofei Ivánovich, tú eres soltero y yo no tengo marido, llévame contigo… Esto es la representación de la rebelión de la buena conducta; un verdadero grito en el cielo, un “¡válgame Dios!”. Sin embargo, ya que son cómicos, no queda más remedio que la risa. Aunque el tercio último del libro puede cansar porque se vuelven tediosas las historias, que tienen una misma estructura y que, además, cambiando solamente los personajes, presentan versiones repetidas de las mismas.

Es curioso, en el período que le siguió a la Rusia zarista, con Lenin al mando, se comenzó a condenar a quienes elogiaran al clero. Pero en la época de los zares era prohibido hablar mal de los popes (sacerdotes de la iglesia cristiana ortodoxa) y en este libro los hay degenerados sexuales, corruptos y avariciosos: Ya se sabe que los popes son por naturaleza codiciosos de los bienes ajenos y nada los hace más felices que echar una buena cagada en la hospitalidad de los demás. Describe, Afanásiev.

En la edición de la editorial A puerta cerrada, (Madrid, 2002) traducida por José V. Garrote, queda claro que el traductor es español pues las palabras obscenas son parte del argot de este país, sin embargo respeta otros vocablos como galushki: torta; kóklushka: mujer ucraniana; kokol: hombre ucraniano; matushka: madrecita; bátiushka: padrecito; mijik: campesino; shchi: sopa de col, entre otras. Al final del libro se incluye un glosario de términos.

Es muy atractivo asomarse a la moralidad y sentido del humor de los rusos del siglo XIX y poder comprobar que no somos muy diferentes en estos tópicos. Aunque, ellos con frío y nosotros con calor.

Twitter: @lopgan

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