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2014 año de cambios

Mirando a fondo

VÍCTOR GONZÁLEZ AVELAR

Este 2014 que termina (por fortuna), pudiera considerarse como el año en que los mexicanos perdieron su confianza en las instituciones. También sería el año que perdieron su fe en los gobernantes a sus tres niveles; pero lo más lamentable es que hayamos perdido la fe en nosotros mismo y en el futuro de nuestra nación, la única que tenemos.

En el año en que los anarcolocos patrocinados gran parte de ellos el crimen organizado, demostraron ante las cámaras de televisión y los medios que en este país se podía destruir, romper y quemar propiedades privadas o del gobierno sin que pasara nada.

Un año que asesinaron a miles de mexicanos victimados por las guerras entre narcos; año en que se abrieron cientos de fosas clandestinas y crematorios improvisados para desaparecer a miles de mexicanos, sin que ninguna autoridad haya podido encontrar, procesar y sentenciar a uno solo de los criminales responsables.

Fue un año en que los bandidos con sus cómplices dentro de Pemex y gasolineros rateros, hicieron de las tomas clandestinas una fuente de riqueza y poder y en donde tampoco pasó nada; un fatídico año cuando se cumplieron 16 de gobiernos perredistas en Michoacán y 12 en Guerrero, ambos matrimoniados con el narco, es más, sustituidos por los propio narcos y en donde poco ha sucedido para enmendar la situación.

Un año en que Peña Nieto trató de recomponer y organizar de mejor manera las fuerzas de seguridad pública con la gendarmería y la intervención en Michoacán para rescatarlo del crimen infiltrado y en donde fueron escuálidos los resultados.

El año del desgaste acelerado de la imagen presidencial por múltiples y variadas circunstancias, muchas ajenas a él, pero que finalmente incidieron en la persona presidencial.

Es el año en que grupos de empresarios y maestros lesionados por la reforma económica, fiscal, de telecomunicaciones y educativa, se lanzaron a los medios y a las calles, asociados con anarcolocos encapuchados, para gritar una indefinida inconformidad por los privilegios y canonjías perdidas, olvidando maliciosamente que fue el Congreso de la Unión, los partidos políticos y los concertados pactos por México, los que finalmente sacaron adelante esas reformas, no únicamente el ejecutivo.

2014 es el año en que dos trágicos sucesos ocurridos en dos apartados rincones del país totalmente desconocidos para 120 millones de mexicanos, que vinieron a envenenar México y al parecer originaron cambios profundos en nuestra sociedad.

Todos desconfiamos de todos. Hemos perdido la solidaridad social entre los mexicanos para trocarla en meros y puros chismes en redes sociales. Hasta algunos descerebrados llegaron a pedir la renuncia de Peña Nieto, especialmente por los que viven en la zona de confort y que no tienen ni la menor idea de lo que es una revolución.

Se nos vino encima el dólar, el petróleo se fue a la baja, no hemos podido crecer y todo son lamentos; pero se olvida que problemas siempre los hemos tenido. En nuestra larga historia como país independiente hemos sufrido más de diez guerras fratricidas, dos invasiones y la ocupación del territorio por tropas extranjeras. Perdimos Texas y los territorios de la Alta California, Arizona, Nuevo México y Colorado o sea, la vida no ha sido fácil para los mexicanos; ahora las nuevas generaciones se rasguen las vestiduras por problemas, que sí muy graves, pero nada comparables a los que México tuvo y superó.

Lo último que este país puede perder es la fe y confianza en su futuro. En que creceremos económicamente, que los criminales del narco serán finalmente abatidos, que los políticos dejarán de robar y que los delincuentes serán castigados por la ley.

Pero esto no se logrará por mero arte de magia, menos bloqueando calles, avenidas, ejes viales o carreteras. Tampoco destruyendo escuelas, ni chistoreteando con ingenio o sin él en redes sociales. Tampoco mascullando en los cafés y delirando con guerras y revoluciones en fiestas o restaurantes al sopor del vino. Este tipo de revolucionarios son de los que olvidan la revolución que proclaman a los diez minutos de llegar la cuenta: pagan y cada quien a su casa y en paz.

Pero existen miles de revolucionarios cafetómanos que insisten en ella, quienes para ser congruentes, deberían primeramente abandonar la colonia residencial en donde habitan, dejar a su familia, la camioneta con dvd, video y el aire acondicionado, en fin, todas sus comunidades. Estos cafetómanos iniciarían su movimiento trepando (algunos que conozco no pueden ni subir escaleras) a la cercanísima Sierra de las Noas bien armados y pertrechados y convencidos de cambiar el Campo de Golf por el Campo de Batallas, asunto que se vemos muy difícil de cumplir e imposible de realizar.

Para poder cambiar verdaderamente este país, cada uno deberá poner algo de su parte y somos nosotros quienes primeramente deberíamos cambiar, sólo así cambiaría México.

Que el año 2015 sea el principio de un cambio verdadero.

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