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La princesa Mononoke

Un gran épico animado

La princesa Mononoke

La princesa Mononoke

Eduardo Anaya Camargo

Con su obra más larga y violenta, La Princesa Mononoke, se presenta la segunda entrega de la serie dedicada a la relación entre el ser humano y la naturaleza en la obra de Hayao Miyazaki.

DÍAS DE DIOSES Y DEMONIOS

“En tiempos antiguos, la tierra yacía cubierta de bosque… donde desde hace años vivían los espíritus de los dioses”. Así abre La Princesa Mononoke. A diferencia de la postapocalíptica Nausicaä, Mononoke está ambientada en un período que marcaría un cambio drástico en la relación de los japoneses con la naturaleza, el período Muromachi (1336-573). La industria del hierro dispara este cambio, pues para obtener arenas ferrosas como materia prima se talaron muchos bosques en Japón. La historia inicia cuando el noble príncipe Ashitaka es hechizado por un demonio y parte a buscar al Dios Ciervo, quien quizá pueda salvar su vida. Durante su viaje, se ve inmerso en una guerra entre dos bandos: el bosque y sus criaturas contra la Ciudad del Hierro. Es en medio de este conflicto donde Ashitaka conoce a San, una niña criada por lobos.

ASHITAKA, EL PRÍNCIPE MALDITO

Resulta irónico que el príncipe Ashitaka, maldito por un demonio, sea el personaje más sensato de todos los demás, quienes viven consumidos por la venganza o ambición. “Vengo para ver con claridad, sin odio”, dice cuando llega a la Ciudad del Hierro. Los valores del último príncipe de los Emishi (que en realidad sí existieron) parecen no tener cabida en el mundo actual: valiente, de pocas palabras, hábil con el arco y con un alto sentido de la justicia. Valores con los que el conflicto entre el hombre y la naturaleza quizá no existiría.

SAN, LA PRINCESA MONONOKE

El significado de la palabra Mononoke no tiene una traducción literal al español y tampoco es un nombre. Es una referencia japonesa que significa “espíritu vengativo”. En el folclor japonés, estos espíritus son culpables de penurias y catástrofes. El sobrenombre de San es simbólico, pues es ella la única humana que lucha por expulsar a los invasores del bosque sagrado: la princesa de los espíritus. Es complejo describir a este personaje. Quizá la más bella descripción de San la brinda una estrofa del tema musical, Princesa Mononoke:

Cuando el sol se ha ido, te veo / Hermosa e inquietante, pero fría / Como la daga de un cuchillo. Tan filosa, tan dulce./ Nadie conoce tu corazón.

Cabe mencionar que aunque Joe Hiasaishi compuso la música, la letra fue escrita por Hayao Miyazaki; esta no sólo expresa la relación entre Ashitaka y San, sino que sutilmente muestra la del hombre y la naturaleza. Y qué mejor forma de mostrar el conflicto entre estos dos mundos, que mediante un ser intermedio, alguien que no es humano ni animal.

MÁS ALLÁ DE DANZA CON LOBOS

Cuando San era bebé, Moro, la Diosa lobo, sorprendió a sus padres perpetrando el bosque y los atacó. Los padres de San dejaron a su bebé a los pies de Moro como sacrificio y huyeron. En vez de comérsela, Moro crió a San como su propia hija. Por este motivo, San se comporta como lobo y odia a los humanos tal y como su madre lobo. El resentimiento es un tema que se aborda desde el principio hasta el final en este trabajo fílmico, y aunque no se pretende aquí revelar el final de la película, basta decir que quizá sea el mejor, o al menos el más realista, de todas las cintas de Miyazaki.

CRIATURAS FANTÁSTICAS, PERO NEUTRALES

Cabe destacar dos seres del místico mundo creado por Miyazaki: Los Kodama, pequeños seres que viven en el bosque, semejantes a duendes de folclor europeo, y El Dios Ciervo, que da y quita vida, mas no decide quién o no la merece.

Uno de los temas que Miyazaki muestra es la naturaleza de la naturaleza: la noción de que la naturaleza es bondadosa, justa y hermosa se descarta por completo. La naturaleza incluye a y débiles; es sabia pero implacable, no es un aliado al servicio del ser humano, sino una poderosa fuerza espiritual, un santuario que el hombre debe respetar. Y también temer.

LAS MANIFESTACIONES DEL ODIO

El karma juega un papel importante como motor de la historia. Todas las acciones negativas y positivas se transmiten de un personaje a otro, o de un mundo a otro: una bala transforma a un animal en demonio, una invasión transforma a una niña en huérfana, y un hechizo transforma a un príncipe en exiliado. En el aspecto visual, los demonios se manifiestan como masas de gusanos rojos con forma de tallos. Pareciera una metáfora de cómo el odio echa raíces, consume a su huésped, y se esparce eternamente. Resumiendo, en La Princesa Mononoke, el odio no se crea ni se destruye, sólo se transforma.

CARÁCTER Y CONFLICTO

En su libro El arte de la escritura dramática, Lajos Egri dice: “Los personajes y su ambiente están tan interrelacionados que deben ser considerados como uno solo”. Por lo que uno de los aciertos de Hayao Miyazaki fue la selección de los personajes. Cada personaje pareciera encarnar un lado del conflicto, y si algo le sobra a estos personajes es carácter. Poseen liderazgo, convicciones fuertes, y todos ellos están dispuestos a arriesgar su vida por defender sus intereses. Destacan los diálogos y la manera contundente en que reflejan las convicciones de los personajes.

En un bando, se encuentra Moro, la Diosa Lobo, quien vive en el bosque y expresa el odio hacia su enemiga Lady Eboshi, quien intenta destruirlo: “Desde aquí escucho la agonía del bosque, y sueño con el día en que pueda arrancarle la cabeza a esa mujer”. En el mismo bando, San, la Princesa Mononoke, expresa su valor así: “No tengo miedo de morir. ¡Haría lo que fuera con tal de sacar a ustedes, humanos, fuera de mi bosque!”. Nago, líder del Clan de los Jabalíes, dice a los humanos: “Pronto todos ustedes conocerán mi odio, y sufrirán como yo he sufrido”.

En el bando de los humanos, las frases fuertes no se quedan cortas. Quizá la que resume la actitud del hombre en la historia es la de la lideresa del bando, Lady Eboshi: “Voy a enseñarles cómo se mata a un dios. Un dios de la vida y la muerte. El secreto está en no temerle”.

Con tales fuerzas en conflicto, sólo existe una garantía: no hay medias tintas. Y no hubo medias tintas ni para los personajes ni para Miyazaki, quien al ver que no podía alcanzar los estándares de perfección que se autoimpuso para Mononoke, dijo: “Acabaré esta película aunque lleve al estudio a la ruina”.

Twitter: @skidrow82

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