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La Navidad y la pastorela

CRÓNICA LERDENSE

Representación del nacimiento del niño Jesús.

Representación del nacimiento del niño Jesús.

JOSÉ JESÚS VARGAS GARZA, CRONISTA OFICIAL DE LERDO

Las fiestas de la Navidad es una conmemoración religiosa que data de siglos, evento que se inició en estas tierras de La Laguna por el padre Jesuita Juan Agustín de Espinoza, fundador de las Misiones en la región desde el año de 1598, siendo las primeras fiestas en la misión de Santa María de las Parras celebrándose solemnemente la Navidad, Año Nuevo y Epifanía.

En unas de las Anuas describe el padre Francisco de Arista en el año de 1598, dice que los indígenas gustan de las ceremonias y ritos de la Iglesia y ejecutaban a su modo las fiestas con mucho regocijo; y para ellos era muy alegre celebrar las Pascuas de la Navidad organizando "mitotes", concentrados en grupos para celebrar el Nacimiento del Niño Jesús y el parto virginal de su Santa Madre. Venida la noche buena, comenzaba la danza guiada por el cacique Irritila después de haber hecho en la iglesia su adoración al Niño Jesús y a su Santísima Madre. Como nos damos cuenta las fiestas de navidad provienen de tiempos ancestrales, tradiciones que fueron heredadas de generación en generación.

Aquí en mi querido Lerdo, recuerdo que cuando estaba niño, allá por los años 60→ s, mi abuelita paterna Andrea Espino, quien descendía de un hogar humilde y religioso formado en la comunidad de la ex hacienda de San José de la Goma. Mi abuelita inculcó esta tradición a su familia, enseña a mis tías y a mí madre Benita Garza. En la casa instalaban en una sala el altar o nacimiento. Se organizaban las hermanas de mi padre Juan Vargas, para recolectar en el cerro cercano gobernadora, flor de peña, conocidas como siemprevivas, maguey y tunillas de los cardenches.

Antes del 24 de diciembre, iniciaban con la instalación del nacimiento utilizando los muros de las paredes forrándolas de gobernadora, al centro y a los lados se componían de gradas. En la parte superior se colocaba el portal hecho de madera, se adornaba muy bien, en la parte alta una figura de un ángel y más arriba la Estrella de Belén, enseguida colocaban al Niño Dios todavía vestido, sin faltar sus queridos padres, la Virgen María y San José, las figuras de barro del toro y la mula. En lugares seleccionados los adornos y los personajes de barro, el Ermitaño, los pastorcillos, animales, matancero, entre otros; sin faltar por allí escondido el diablo, los magueyes, en la punta de las espinas las tunas rojas. En ese tiempo casi todos los nacimientos tenían la misma presentación, predominando la gobernadora como fondo y las siemprevivas le igual manera.

Una semana antes de noche buena se adquirían los comestibles que utilizarían para elaborar los tamales y a veces en otra ocasión los buñuelos. Cuando se trataban de tamales desde un año o menos iniciaban la engorda al cerdito y un día antes del 24 lo mataban y guardaban la carne. A mi madre Benita le tocaba preparar el nixtamal, para lo cual cocía numerosos kilos de maíz un día antes, al siguiente día junto con mi tía Margarita, se cargaban las tinas o botes de cuatro hojas, para llevarlo a moler a los molinos de nixtamal. En la mañana del 24 preparaban las hojas de maíz y las embarraban de masa, antes de eso ya se tenía listo el guisado de chile colorado con carne, para ponerlo en el centro de las hojas, colocándolos en los casos o botes para cocerlos en la lumbre.

Estas fiestas en la mayoría de los hogares cristianos eran completamente familiares, pero también son tiempos de amor al prójimo, y de compartir la alegría, por eso se invitaba al compadre, al amigo y a los vecinos a convivir con la alegría, el pan y la sal. El día de noche buena llegaban los padrinos cargados con grandes costales de bolos, conteniendo cacahuates, naranjas y dulces, y luego empezaba el rito del Santo Rosario, rezábamos, y se cantaban versos por las personas grandes que entonaban al terminar cada misterio. Se termina el Santo Rosario y los padrinos se ponen al frente de la concurrencia e invitan a adorar al Niño Dios, colocado en un bonito plato ancho y al alrededor dulces, se hace una fila de niños, luego los invitados. Luego los acostaban en su pesebre. Después los padrinos distribuyen los bolos.

En una de las amplias salas que contaba la casa se colocaban unas mesas con sus manteles blancos, en el centro se ponían unas charolas copeteadas de tamales, jarra de café o atole. Las personas adultas pasaban a la mesa, todos disfrutaban de esta delicia de alimentos y de la alegría para festejar el nacimiento del Niño Jesús. Mientras los niños continuaban saboreando sus bolos.

Para las doce de la noche, casi los niños dormían y la mayor parte de los invitados, ya se habían recogido a sus hogares o continuaban en otro rosario, cuando de pronto un grito se escucha en la calle a media luz de los faroles de las casas, ¡llegaron los pastores!, vienen a arrullar al Niño Dios. Se oía el rin tintín de las campanillas prendidas en los ganchos de gran colorido, era el grupo de don Juan García, un señor que vivía por la Belisario Domínguez entre Allende y Aldama, se pasaba hasta mes y medio preparando a las muchachas y muchachos, para la gran velada.

La Pastorela la formaba: un ángel, los diablos, la Gila, el Ermitaño, el Ranchero y el Bartolo. El ángel lo representaba un niño de 7 u ocho años, vestía una especie de sotana blanca, alas de lámina o de cartón y una espada. Los diablos, iban vestidos con ropa normal, pero con una capa adornada con lunas y estrellas, en el cinto fajada una espada. La cara se la cubrían con máscaras de cartón o de lámina, con las figuras de dragón, perro, lobo o cerdo. La Gila era una mujer, su atuendo se componía de un vestido largo de cualquier color y un delantal blanco, sombrero con moño y listón. El Ermitaño, usaba un hábito color café con una cruz pintada a la altura del pecho, del cuello colgaba un rosario de pedazos de olote, en la cara una máscara de viejito. El Ranchero, chaleco de carnaza, sombrero ancho con barboquejo, una reata colgada al hombro, botas, espuelas y un morral. El Bartolo, le decían el flojo de los pastores, vestía con ropa normal con un sarape cargado al hombro.

El grupo de pastores sostenía en su mano su gancho formado por un palo o garrocha recta de dos metros de largo, adornado de una corona o cúpula con varillas al centro, además campanitas que utilizaban para llevar el ritmo de los cantos y villancicos. Al alrededor de la cúpula del gancho tenía listones multicolores. Y empezaban los cantos de la pastorela, "De la Real Jerusalén, salió una estrella brillando, que a los pastores van guiando, para el portal de Belén" // "Vamos pastores alegres, van los crecidos anhelos, a ver un recién nacido, entre las escardas y el hielo". Después cada uno de los personajes descritos discurre sus diálogos conforme le iba tocando.

Que tiernos y bonitos tiempos de paz, en el que todos los inocentes niños sin malos pensamientos y sin maldad esperábamos ansiosos el veinticinco día de la Natividad, casi no dormíamos esperando ver al Niño Jesús que nos dejara nuestros regalos y juguetes. Días tan dichosos y llenos de amor, Son tiempos que no olvidaremos, que tal vez los lectores al leer estos renglones, muchos nos vamos a llenar de melancolía y recuerdos.

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