Mi esposa hace en Navidad los mejores buñuelos de este mundo y los otros. Si en el Cielo hay buñuelos, un jurado imparcial tendría que darles el segundo lugar a esos buñuelos celestiales. Este año, sin embargo, ella me acompañó en uno de esos viajes que yo llamo "de trabajo" y ella "de farándula". Para que hubiera buñuelos el primer día de posadas mi esposa se los encargó a doña Chencha, que vive en Arteaga, hermoso pueblo mágica situado a unos cuantos kilómetros de mi ciudad, Saltillo. La buena señora haría los buñuelos en nuestra casa. La cita era a las 8 de la mañana. A las 7 y media doña Chencha -que tiene 80 años- estaba ahí, lista para hacer su trabajo.
Comí luego sus buñuelos, y los del Cielo pasaron automáticamente al tercer lugar. Le dije:
-Doña Chencha: tendrá que venir usted a hacer otros buñuelos para el Año Nuevo. Y ella me respondió al tiempo que se terciaba el chal con la elegante modestia que tienen las señoras arteaguenses:
-Si le gusta lo malo...
¡Hasta mañana!...