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Ébola

Una batalla contra la enfermedad y el olvido

Según la última evaluación del Banco Mundial, si el ébola continúa extendiéndose, podría tener un impacto financiero de unos 26,200 millones de euros a finales del próximo año en la región. (ARCHIVO)

Según la última evaluación del Banco Mundial, si el ébola continúa extendiéndose, podría tener un impacto financiero de unos 26,200 millones de euros a finales del próximo año en la región. (ARCHIVO)

EFE

África Occidental permanece sumergida en una pesadilla biológica que mata a su población y destruye sus recursos económicos: el Ébola, un virus sin cura que ha eliminado a más de 5,000 personas alimentado por una tardía reacción de la comunidad internacional y su limitada colaboración.

El brote, -y así fue llamado durante meses para evitar la palabra epidemia-, surgió a principios de marzo en Guinea Conakry. Su origen más probable, en un país donde la caza e ingesta de murciélagos y monos es un hábito común, fue el contagio animal.

Antes de que finalizara marzo, el virus había matado a casi un centenar de personas y se había propagado al país vecino, Liberia, el más afectado hoy en día.

La organización Médicos Sin Fronteras advirtió de que se trataba de una "epidemia sin precedentes", pero nadie pareció prestar demasiada atención, ni siquiera la ONU, que se limitó a observar y contabilizar víctimas.

No era el primer brote detectado en África, aunque tenía trazas de ser el más grave. El peor, hasta el momento, lo vivió Uganda en el año 2000 con 175 muertos.

Esta cifra quedó ridiculizada por el crecimiento exponencial del nuevo brote, ya convertido en epidemia: En julio había matado 518 personas en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Nigeria; en agosto a 1,779 y en septiembre a 2,461.

El número de víctimas mortales aumentó hasta las 5,420 en noviembre, y las previsiones de algunos organismos internacionales lo sitúan por encima de los 20,000 a medio plazo.

Los países más afectados adoptaron algunas medidas de choque para frenar la expansión, como la restricción del movimiento de personas, pero resultaron ineficaces ante el verdadero problema: el analfabetismo generalizado, la carencia de recursos médicos y sus férreas costumbres sociales y religiosas.

En muchas zonas de África Occidental velan a sus muertos durante tres días con caricias y besos. El método más aceptado de curación es la fe, y los medicamentos más efectivos son el chocolate caliente, la cebolla cruda y una mezcla de agua y sal.

Pero el virus no solo mata personas, también corrompe economías.

Según la última evaluación del Banco Mundial, si el ébola continúa extendiéndose, podría tener un impacto financiero de unos 26,200 millones de euros a finales del próximo año en la región, algo que terminaría de hundir sus frágiles sistemas.

El impacto no se circunscribe al margen occidental del continente: países como Kenia, Tanzania o Botsuana han visto reducidas hasta en un 70% sus reservas turísticas por un virus que, en su distancia más corta, se encuentra a 5,225 kilómetros.

Es como si el turismo descendiera drásticamente en España por una epidemia en Qatar, entre cuyas capitales hay 5,300 kilómetros por ruta aérea. El concepto de "África" como país parece un estereotipo irreversible.

Sin embargo, uno de los capítulos que más sonrojan de esta crisis es la reacción de la comunidad internacional, que en su mayoría aporta más discursos que ayuda efectiva.

El brote surgió en marzo, pero la Organización Mundial de la Salud no decretó el estado de alerta hasta cuatro meses después, cuando el virus ya había cruzado varias fronteras y el número de muertos rozaba el millar.

Cuando atravesó océanos y abordó otros países (Estados Unidos y España), muchos gobiernos comenzaron a percibirlo como una amenaza de potencialidad extrema, y no como un problema más de un pequeño rincón del continente olvidado.

Barack Obama envió 2,100 soldados y la Unión Europea y otros países comprometieron centenares de millones de euros, pero muy pocos aportaron lo que todos los expertos coincidieron en señalar como necesidad más urgente: médicos.

Sólo China, que ha enviado cerca de un millar de facultativos y Nigeria y Cuba, con cerca de quinientos cada uno, han concretado sus promesas.

Según diferentes estudios, se necesitan unos 5,000 médicos sobre el terreno para controlar la epidemia, pero el número actual no supera los 1,500.

"No es fácil encontrar personas que quieran combatir el ébola en estos países. Hay mucho miedo a la enfermedad y a quedar estigmatizado", reconoció la directora la Jefa de la Unidad de Emergencia de la Cruz Roja Española, Cristina Castillo.

Esta organización, consciente de la volatilidad de los focos informativos, lucha por mantener el problema "dentro del interés general", porque sigue existiendo y está "muy lejos" de ser controlado.

"No podemos dejar que sea una crisis olvidada más, una de las tantas que hay en el continente africano", apremia Castillo.

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