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Hartazgo y frustración

Mirando a fondo

VÍCTOR GONZÁLEZ AVELAR

ENTRADA.- Me resistía a tratar nuevamente en esta colaboración el traído y llevado asunto de los normalistas desaparecidos, sus repercusiones políticas, la manipulación de los padres de familia por grupos perfectamente organizados que bajo el mando de un cerebro que hay que reconocer sabe su oficio en eso de desestabilizar a las instituciones, nos parece imposible no hacerlo. Este tema ya ha sido comentado por todas las plumas del país y muchas de ellas, con alto conocimiento del caso, pero dadas las circunstancias me veo en la necesidad de repetirme.

SOPA.- Durante la semana pasada se pudo oír una voz que a mí en lo personal me pareció inteligente, coherente y con un enfoque novedoso sobre el problemón que enfrenta el gobierno federal. Fue el licenciado Luis González Pérez flamante presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos quien dijo palabras más palabras menos:

"Los casos de Tlatlaya y Ayotzinapa que han sacudido la conciencia nacional se han convertido en catalizadores de un largo proceso de frustración social. Las manifestaciones son una expresión del hartazgo e indignación por la complicidad entre algunas autoridades y delincuentes y también, debido a la inconformidad por el abuso del poder y la falta de respuesta por parte de las autoridades a las demandas de un país más justo e incluyente".

Es claro que los sucesos de Tlatlaya y Ayotzinapa no son producto de una generación espontánea, sus causas se gestaron paulatinamente desde hace tiempo. Existe un malestar generalizado principalmente por la ineficacia de las instituciones del estado encargadas de la prevención de los delitos y la percepción generalizada de que el gobierno a sus tres niveles es corrupto. Si a esto sumamos el desencanto que genera en la colectividad la impunidad se formula un cóctel sumamente peligroso.

PLATO FUERTE.- Los gobiernos a sus tres niveles, muy especialmente el federal, han centrado su actividad de gobierno en la mera construcción de obras materiales, chicas, grandes o espectaculares y hasta si usted quiere necesarias para el desarrollo del país; pero parece que este tipo de acciones en estos tiempos no es lo que quiere la sociedad.

La atención del ciudadano está actualmente fija en tres puntos específicos: la inseguridad, la corrupción de algunos miembros del sistema y la impunidad. De ahí que la sociedad esté tan sensible a los ingresos, comportamiento, adquisición de inmuebles o gastos de los gobernantes.

Por otra parte, la sociedad está exigiendo un efectivo funcionamiento de la justicia, que sea de tal manera y forma, que pueda igualar a todos los ciudadanos frente a la ley.

Más que obras materiales los tiempos exigen recomponer el sistema de justicia, no tanto de las leyes que las vigentes son de las mejores del mundo, pero sí que se hagan cumplir e imponer.

Más que obras materiales o compromisos formulados ante notario, es necesario tener la voluntad política para meter a la cárcel a los pillos y corruptos sin distinción de grado ni jerarquía. Es necesario que los funcionarios de niveles altos y medios, que finalmente son nuestros empleados, vivan de manera más modesta y no insulten a los que les pagan su sueldo con conductas prepotentes y ostentosas.

Más que obras materiales los mexicanos están demandando seguridad y paz para salir día con día a su trabajo. Están exigiendo seguridad en las calles, en las carreteras, en el hogar. Están hartos de que se les extorsione, se les cobre piso, se les secuestre. Como afirma el exdirector del Cisen Guillermo Valdés Castellano en su obra "Historia del Narcotráfico en México: "Plaza en donde opera el crimen organizado, seguro que está vendida".

El gobernante que logre cumplir estos tres anhelos de los mexicanos, aunque no haga un solo puente, sería recordado por muchos años como un excepcional gobernante.

Nuestros tiempos son diferentes a los de antes. La sociedad está más vigilante del comportamiento de los gobernantes. Tiene varios instrumentos para estarlo. Hay las redes sociales que enlazan a miles de ciudadanos para divulgar sus mensajes, miedos, rencores, frustraciones, enojos y protestas. La televisión, radio y los medios impresos llegan cada vez a más lugares y a más mexicanos.

POSTRE.- Finalmente el mexicano actual se siente frustrado, desalentado y fracasado por el pobre desarrollo económico de estos últimos años; por no haberse alcanzado las metas de crecimiento y ni de bienestar social que esperaba; por el aumento de la miseria y la pobreza; por la corrupción que percibe; por la pésima administración de justicia que padece; por la impunidad que lo ahoga y por la inseguridad que lo abate.

DIGESTIVO.- Todos estos elementos son componentes de un cóctel o brebaje peligrosísimo. Habrá que reactualizar los valores y que el estado valore más en éstos que la obra pública, que por hora, poco interesan al ciudadano de este país.

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