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Torturado por la Marina

HOY ES UNA DE LAS 771 "VÍCTIMAS DEL FUERO FEDERAL" Y EXIGE REPARACIÓN DEL DAÑO

Incredulidad. Óscar Valle fue sacado de su casa en Coatepec, Veracruz, por elementos de la Marina, sin orden de aprehensión de por medio.

Incredulidad. Óscar Valle fue sacado de su casa en Coatepec, Veracruz, por elementos de la Marina, sin orden de aprehensión de por medio.

AGENCIAS

Acostado boca abajo, con las manos atadas sobre la espalda, Óscar Augusto Valle Sánchez tolera, callado, las embestidas de la cacha de un rifle de alto poder entre sus nalgas. Quisiera gritar, pero cada súplica que hace dentro de la caja de esa camioneta tiene como respuesta una lluvia de patadas en la cara y amenazas de abrirle la cabeza a tiros, así que se resigna a no hablar para salvar su vida.

"¿Quieres conocer al burro?", grita el hombre que empuja el arma y simula penetrarlo con ella. "Ahora sí te cargó la chingada", dice otro, que pisa al médico de 37 años a quien sus captores le colocaron una capucha.

Óscar quiere preguntar quiénes son los 10 hombres armados y embozados que esa noche, 24 de septiembre de 2011, llegaron a su casa en Coatepec, Veracruz, gritando: "¡Abra la puerta, fuerzas federales!", mientras él veía la televisión en ropa interior; saber por qué lo "levantan" o por qué lo detienen sin darle orden de un juez, o por qué ningún vecino de la privada donde vive solo lo ayuda.

Tirado, el auto arranca y avanza por calles oscuras y senderos no pavimentados. Se detiene después de dos horas y lo bajan a golpes para meterlo en una cabaña. Con la capucha es difícil saber cuántas personas más están ahí privadas de su libertad, pero él calcula unas cinco voces. La suya, que obligadamente revela a sus captores las contraseñas de su celular, redes sociales y correo, es la sexta que se escucha. El miedo le agudiza los sentidos: huele a mar. Anochece cerca de un puerto.

Apenas aparece el sol, Óscar es subido a golpes a otra camioneta. De nuevo, silencio por horas hasta que el miedo le vuelve a agudizar los sentidos: escucha helicópteros, coches, gente, una puerta pesada que se abre. El auto se detiene y un hombre lo baja del vehículo con un golpe en el estómago.

A través de la capucha, el médico distingue la silueta de otro varón que lo recibe. "¿Estoy secuestrado?", pregunta Óscar, sin saber que acaba de llegar a la base naval "Las Bajadas", en Veracruz, propiedad de la Secretaría de Marina (Semar) del Estado mexicano.

Su nuevo captor le susurra: "Bienvenido al infierno".

 LOS TRES FILTROS DEL "INFIERNO"

¿Qué le sucede a quien es detenido irregularmente por fuerzas de seguridad corruptas? En algunos casos, la desaparición forzada o la muerte. Óscar es de los pocos que regresan del "infierno" y hablan sobre lo que encontró.

"Por aquellas fechas yo tenía problemas con un vecino, una vez nos agarramos a golpes porque él tapaba con su coche un stand médico que yo ponía frente a mi casa", recuerda en algún edificio en el centro del país. "Creo que eso detonó todo. Él, en venganza, le dijo a los marinos que yo andaba en malas cosas".

Antes de ese pleito con su vecino, a quien Óscar adjudica su desgracia, él tenía una vida tranquila: inició sus estudios de Medicina en la Universidad Anáhuac en el DF, viajó a Israel a hacer una especialidad y dejó trunca su carrera en la Universidad Veracruzana, de donde egresaron sus padres de la carrera de Derecho. Es un tipo ilustrado, pero nada de eso vale cuando te conviertes en un "mugroso" ante la Marina mexicana.

"Los mugrosos son 'Los Zetas'. Por esos días había -y hay- mucho zeta en Veracruz. Si ellos piensan que eres uno, o te quieren hacer pasar por uno, te vuelves escoria".

Óscar sigue su relato: al pisar la base naval le asignan un número y, sin quitarle la capucha, lo hacen caminar hacia una sala amplia con tres filtros, donde calcula que hay unas 60 personas, entre hombres jóvenes, mujeres y ancianos.

El primer filtro es un interrogatorio sin violencia: ¿A qué te dedicas? ¿Para quién trabajas? ¿Dónde está tu jefe? Él responde que no sabe de lo que le hablan y pide que le digan por qué está ahí, pero nadie contesta sus preguntas.

En el segundo, la violencia deja marcas: golpes en el estómago, tablazos en los glúteos, golpes en los riñones que le hacen orinar sangre por rehusarse a firmar varios documentos que no puede leer por tener tapados los ojos.

"Dan de comer uno o dos tacos de canasta al día y ya. Hay gente preparada que 'cuida' a los torturadores: médicos, enfermeras, abogados. Una tarde, a un viejito a lado de mí le rompieron la rodilla a golpes. '¿Por qué le hacen eso?', y una marina dijo: 'No te ha contado lo que él hizo'".

La tortura del tercer filtro Óscar se la imagina por los gritos de dolor que se cuelan dentro de su capucha, pero la conoce hasta que entra a uno de los baños de la sala grande, donde le dan toques en los testículos, mazazos en las manos y asfixia con bolsas para entrenarlo y que diga que sí a todo lo que le pregunten.

Así, el médico sobrevive cuatro días más en "Las Bajadas". Marinos van y vienen sacando declaraciones a gente que se dice culpable e inocente. A punto de que llegue el octavo día, un hombre lo sujeta del brazo, lo saca de la base militar y lo sube a otro vehículo.

En su cabeza resuena una amenaza que escuchó de un marino a otro detenido: "Si no hablas, te vamos a entregar con los de 'la maña' [cárteles de la droga] y te dejamos con ellos".

En ese momento, Óscar conoce que los marinos lo señalan como médico de "Los Zetas" y en su mente ronda el temor de que lo lleven con gente del cártel del Golfo para que sicarios se encarguen de desaparecerlo.

 RELATOS DE HORROR En México, 771 ciudadanos tienen registro como "víctimas del fuero federal", es decir, personas dañadas en sus derechos por autoridades federales o delincuencia organizada.

De acuerdo con un informe de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), desde el 15 de enero hasta el 28 de noviembre de 2014 el órgano gubernamental que sustituyó a Províctima ha resuelto dar protección a esos mexicanos gracias a 632 sentencias de jueces, 138 resoluciones de Ministerios Públicos y una recomendación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).

"Nosotros aceptamos casos que la CNDH no ha tomado. Por ejemplo, en el caso de Óscar no hubo recomendación, pero nosotros, al valorarlo y hacer las pruebas correspondientes, vemos un evidente abuso y le damos estatus de 'víctima'", comenta Jaime Rochín, comisionado presidente de la CEAV.

Así, la CEAV puede legalmente disponer de un fondo para indemnizar económicamente a las víctimas, darles asesoría jurídica contra los responsables del daño, atenderlos sicológicamente sin costo y garantizar que no se repitan esos hechos, entre otros beneficios.

Actualmente hay 2 mil 913 solicitudes de ingreso al Registro Nacional de Víctimas que la comisión debe revisar, "sin que eso signifique que sólo hay 771 víctimas federales, sino que estamos en el proceso de atender a quien lo pide y registrar a los que deben estar.

"Empezamos sin presupuesto, con deficiencias jurídicas y en menos de un año hemos logrado convertirnos en una alternativa para la gente. Sólo la semana pasada inscribimos a 40 víctimas. Los siete comisionados trabajamos a marchas forzadas.

"Queremos atender a las víctimas de delitos graves, especialmente a quienes nadie ve, los que no tienen reflectores y no tienen voz para gritar su dolor", afirma Rochín.

En el caso de Óscar Augusto, cuando la CNDH le había dado la espalda, el 14 de enero de 2014 la CEAV le otorgó el reconocimiento de "víctima", validando así su relato de horror.

 ENCERRADO AL LADO DE SICARIOS

De la base militar "Las Bajadas", el auto se mueve hasta la agencia del Ministerio Público federal Juan B. Lobos, en Veracruz, Veracruz. Ahí, por primera vez Óscar conoce por qué lleva una semana incomunicado y torturado: los marinos lo acusan de ser doctor de "Los Zetas" y dicen que lo detuvieron mientras manejaba un auto en el que tenía un cuerno de chivo y droga.

Ahí también ve a su papá por primera vez desde que estuvo retenido. Junto a él está un grueso expediente que resume la acusación de delitos contra la salud y portación ilegal de arma, ambos graves y sin derecho a fianza.

Una médico penalista lo revisa en busca de huellas de tortura, pero no le pide que se quite la ropa y escribe en su reporte que el detenido no tiene muestras de violencia; enseguida se despiden los marinos y, con ellos, la esperanza de que el infierno se congele pronto.

A Óscar le abren la causa penal 233/2011, lo encierran en los separos del Ministerio Público y 48 horas después lo llevan esposado al Cefereso 5 o Penal Federal de Villa Aldama, donde lo ingresan al dormitorio 11 con sicarios y torturadores.

"Me tuvieron en la base militar porque necesitaban tiempo para cuadrarme el delito. Querían cárcel. En ese penal hay zetas, gente del cártel del Golfo, del Cártel de Jalisco [Nueva Generación], pero mucho zeta, así que imagínate el riesgo de estar ahí", comenta. "Ahí me enteré de mi orden de formal prisión".

Sin embargo, cuando el juez primero de Distrito en Procesos Penales de Villa Aldama, José Clemente, lee el expediente, surgen inconsistencias: alegatos de tortura, fechas y horas que no corresponden, indebido proceso. Tienen que pasar dos navidades en un penal de narcos para que el juez dicte sentencia absolutoria, es decir, que lo declare inocente.

"Fue una batalla de paciencia, dolor, dinero perdido. Mi familia quedó muy mal económicamente, pero salir a la calle fue nacer de nuevo.

"Pasé por cada lugar del infierno: desaparición, tortura, casi me matan, dijeron que me entregarían a 'la maña', la cárcel… pero no me rompieron".

A los 21 meses, Óscar dejó la cárcel.

 EN LA BATALLA LEGAL

"Me asusta cómo se fabrican culpables en el país", dice Óscar. "Estas experiencias están más cerca de lo que uno cree".

Hoy, libre, el médico está en una lucha en tres rings: el primero, limpiar su reputación como un ciudadano que fue declarado inocente; segundo, demandar a la Secretaría de Marina la restitución del daño e indemnización económica con la ayuda de la CEAV; tercero, luchar para reconstruir la vida familiar, social y laboral.

"Hay mucho daño, pero ya me estoy recuperando. Voy a mis terapias, trato de estar tranquilo (...) Si de esta desgracia puedo sacar algo bueno es el cariño de mi familia, que antes estaba separada y ahora está más unida que nunca".

Al terminar de contar su historia, el hombre cuya meta es formar parte del cuerpo de Médicos sin Fronteras, posa para la cámara. De pie, a un costado de una ventana que deja pasar luces y sombras, da un paso adelante y se le ilumina la cara.

"Toma mi rostro", pide, con la voz trémula de coraje. "Las víctimas no tenemos nada que esconder. Siempre fui inocente".

Violencia. Los métodos de tortura en México son amplios, a pesar de que la autoridad no los reconoce.
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Escrito en: Semar

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