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Chávez Morado, uno de los últimos muralistas mexicanos

Perteneciente a la generación de artistas defensores de los principios sociales de la Revolución de 1910, fue uno de los últimos muralistas mexicanos. (ARCHIVO)

Perteneciente a la generación de artistas defensores de los principios sociales de la Revolución de 1910, fue uno de los últimos muralistas mexicanos. (ARCHIVO)

AGENCIAS

Por años, los libros de texto gratuitos fueron ilustrados en sus portadas por maestros de las artes plásticas de la talla de José Chávez Morado, muralista que falleciera el 1 de diciembre de 2002 y quien, a modo de homenaje, es el personaje de esta semana del cual se comparten algunos datos biográficos.

José Chávez Morado nació el 4 de enero de 1909 en Silao, Guanajuato, y fue un artista plástico de corriente nacionalista exponente de la tercera generación de la denominada Escuela Mexicana de Pintura, junto con autores como Juan O'Gorman, Raúl Anguiano y Alfredo Zalce.

Perteneciente a la generación de artistas defensores de los principios sociales de la Revolución de 1910, fue uno de los últimos muralistas mexicanos.

De acuerdo con datos de su vida publicados por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), se trató de un creador prolífico tanto en su obra mural como en la de caballete, y fue uno de los primeros mexicanos que utilizó el mosaico italiano en la obra monumental.

Realizador lo mismo de hizo grabados, ilustraciones y escultura, ha sido incluido por los expertos en la tercera generación de la llamada Escuela Mexicana de Pintura, junto con Juan O´Gorman, Raúl Anguiano y Alfredo Zalce, con quienes fundó el Salón de la Plástica Mexicana.

Hijo del comerciante Ignacio Chávez y de Luz Morado, adquirió el gusto por las artes por influencia de su abuelo, que tenía una rica biblioteca de historia, literatura y poesía.

Él mismo se decía “comprometido con el arte, porque no es posible que un artista no tenga banderas ni ideología, y la mía siempre ha sido una: el pueblo. Sigo creyendo en este país. Creo en la libertad y en el honor. Aún tengo la esperanza de que México esté mejor”.

Por ello, Chávez Morado se convenció de que el sentido del arte debía ser estético-político, y desde entonces combinó en su vida la militancia política con el trabajo artístico de compromiso social.

A los 16 años comenzó a trabajar en la Compañía de Luz en Silao y después logró un empleo en Ferrocarriles Nacionales de México, donde desarrolló el gusto por el paisaje mexicano. Después emigró a Estados Unidos, donde trabajó como jornalero en granjas de cítricos de California y viajó por el norte y trabajó en la pesca de salmón en Alaska.

Durante su estancia en el suroeste de aquel país tomó sus primeras clases de pintura y vio trabajar al pintor José Clemente Orozco, quien por entonces pintaba un mural en el Pomona College de Claremont, California.

Chávez Morado regresó a México en 1930 e ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes, en cuyo ambiente artístico se identificó de inmediato con aquellos artistas comprometidos con las luchas sociales y enemigos de la explotación de los trabajadores.

Los años 30 del siglo pasado marcaron su vida de Chávez Morado, década en la que encontró su camino artístico y a la compañera de su vida, la pintora Olga Costa, nacida en Odesa e hija del músico Jacobo Kostakowsky.

Asimismo, formó parte de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios y pintó su primera obra pública, el mural titulado “La lucha antiimperialista”, en la Escuela Normal de Xalapa, Veracruz.

En 1937 realizó un viaje fundamental para su educación política, como parte de la comitiva de intelectuales mexicanos (entre ellos Silvestre Revueltas, Juan de la Cabada, Octavio Paz, Carlos Pellicer, Elena Garro y José Mancisidor, entre otros) que fue a España para solidarizarse con la lucha del gobierno republicano.

Hacia el final de esa misma década ingresó al Taller de la Gráfica Popular, donde encauzó su energía creativa.

Durante el decenio siguiente ya era miembro sobresaliente de la Escuela Mexicana de Pintura, que sobre todo fue la corriente pictórica que se convirtió en el estandarte de la nacionalidad mexicana ante el mundo en el siglo XX.

Su dogma se componía de una fe ciega en el pueblo, la exaltación de las luchas y héroes revolucionarios en la historia de México, el culto a la cultura popular y la férrea convicción de que el arte debe ser público y, mejor, monumental.

De acuerdo con el Conaculta, su lenguaje artístico se mantuvo siempre dentro de los límites de la figuración.

Paralelamente a su creación artística, en los años 40 Chávez Morado continuó con su labor política -fue elegido secretario general del Sindicato de Profesores de Artes Plásticas- y comenzó con otra actividad que desarrollaría a lo largo de su vida, la de promoción artística.

Fue entonces cuando fundó y dirigió la Galería Espiral y fue miembro fundador del Salón de la Plástica Mexicana.

La siguiente década le trajo reconocimiento y las comisiones artísticas que consolidarían su trayectoria como muralista, y en los años 50 realizó sus murales de la Ciudad Universitaria (1952), los de la Secretaría de Comunicaciones (1954) y el fresco de la escalera principal de la Alhóndiga de Granaditas.

En su obra de Ciudad Universitaria trabajó por primera vez con mosaico en vidrio, técnica que usaría en otros murales posteriores, como los del Multifamiliar Doctores del ISSSTE y el de la Escuela Normal de Guadalajara.

En los murales de la Secretaría de Comunicaciones utilizó mosaicos y piedras de colores. Fue un muralista muy interesado en la experimentación de técnicas y materiales novedosos, y si bien hizo obra en el tradicional fresco, también trabajó con vinilita, mosaico, cantera, bronce y terracota.

Chávez Morado fue un artista versátil: hizo murales, caricaturas, grabados, ilustraciones y escultura monumental. En los años 60 del siglo XX realizó el monumento a Juárez en Guadalajara, las águilas talladas en cantera localizadas en el inicio de la carretera Guadalajara-Colima y el diseño del relieve de la columna que sostiene el gran "paraguas" central del Museo Nacional de Antropología (1964).

En 1980 diseñó la fachada del nuevo Palacio Legislativo, en colaboración con el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez.

El artista residió durante algún tiempo en San Miguel de Allende y después de haber concluido, tras 12 años de trabajo (1955-1967), las pinturas murales de la Alhóndiga de Granaditas, se instaló en Guanajuato, ciudad que sería una de sus principales fuentes de inspiración.

Chávez Morado intervino en la conservación de la ciudad, creó el Museo Regional de la Alhóndiga de Granaditas y en 1975 donó a la ciudad de Guanajuato su colección de arte prehispánico, colonial y popular.

Su legado artístico, más de dos mil obras, se encuentra en cuatro recintos: Museo del Pueblo, Museo Olga Costa-Chávez Morado, Casa La Pastita (donde vivió el matrimonio) y Museo de los hermanos Tomás y José Chávez Morado. El Estado mexicano reconoció su trayectoria artística en 1974, cuando le otorgó el Premio Nacional de Arte.

José Chávez Morado, quien destacó como grabador, muralista, promotor y asesor cultural, murió en la ciudad de Guanajuato el 1 de diciembre de 2002, no sin antes dejar una valiosa aportación en el terreno de la creación de instituciones educativas, impulsando la cultura de México y de su estado natal Guanajuato.

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