Horror. La iglesia de Nuestra Señora de la Anunciación es uno de los escenarios donde Córdova Bautista abusó de menores, aseguran víctimas.
El 19 de mayo un espectacular con el rostro del sacerdote Eduardo Córdova, que alentaba a denunciarlo, abrió la llaga en los hogares de decenas de víctimas de abuso sexual en la colonia El Paseo. Tres días después se inició un expediente criminal por pederastia en la Procuraduría de Justicia del Estado (PJE), que aún está en proceso, pues el cura sigue libre.
En el Templo de Nuestra Señora de la Anunciación, la imagen enmarcada del arzobispo Jesús Carlos Cabrero Romero pende del muro de acceso a la notaría parroquial, señalada por los denunciantes como uno de los escenarios donde Córdova Bautista por años aplicó la "confesión alternativa", para hacerles tocamientos lascivos.
En la parroquia, es tema prohibido hablar del padre. "Él se fue hace mucho", dice la encargada de la oficina. "No me quiero meter en problemas", responde el sacristán José.
Tampoco la secretaria parroquial lo menciona. Ahora el padre Margarito Sánchez Grimaldo es el responsable, quien hace poco se ausentó por una cuestión familiar, dice.
Anexas al templo están las canchas deportivas que Córdova Bautista construyó para atraer a los muchachos y "alejarlos de los vicios". Ahí organizaba "cascaritas" entre jóvenes de El Paseo y de la colonia La Cruz.
En el vecindario dejó sentimientos encontrados, algunas personas lo recuerdan como un sacerdote carismático, con capacidad de mando, caritativo con los pobres y "muy interesado en acercar a los jóvenes a la casa de Dios"; otros, como "un hombre enfermo que lastimó a niños y jóvenes" y a la Iglesia.
María Guadalupe Díaz Ramos, ex integrante del movimiento religioso del templo comunitario, refiere que el padre Córdova hizo muchas cosas buenas en la Iglesia, no parecía "de otra cara". "Yo no sabía que era abusador de menores, me di cuenta que el padre abusaba de los menores por la televisión".
"'Caras vemos', dicen, 'corazones, no sabemos'. Yo lo veía muy activo, nos traía así (tronando los dedos) a todos los grupos (religiosos)", comenta la señora María Guadalupe. Afuera de su domicilio, en la calle Roque Estrada, refiere tener presente al padre Córdova, "de carácter muy fuerte, rodeado de señoras, dándonos órdenes, hasta con gritos".
La mujer, de unos 65 años de edad, menciona que con el paso de los días "ya todo se quedó en silencio. No debe quedar impune, que pague, esos son unos delitos muy graves contra los menores y si tiene que pagar que pague. Esto le hace mucho daño a nuestra religión", advierte la vecina.
Córdova está prófugo de la justicia desde el 25 de junio, cuando un juez giró una orden de aprehensión para que responda a la acusación por los delitos de abuso sexual calificado, violación, corrupción de menores y privación ilegal de la libertad, en agravio de 19 menores. "Yo me imagino que lo están protegiendo, porque ¿cómo es posible que no den con él?", comenta Díaz Ramos.
El presunto pederasta ha burlado la acción de la Justicia, aun con el estatus oficial que lo colocó a la cabeza de los criminales más buscados. El rastreo por el territorio nacional con la colaboración de las procuradurías de Justicia estatales y la emisión de la ficha roja de la Interpol siguen sin dar resultado.
Córdova Bautista, de 55 años de edad, desapareció en los días previos a la canonización de Juan Pablo II (27 de abril de 2014), después de que se difundió su historial de abusos a menores de 13 a 17 años de edad, de quienes era su guía religioso.
Guadalupe Jiménez, vecina de El Paseo, ha escuchado de las acusaciones, pero se rehúsa a creerlo. "En Semana Santa que salió todo, se nos hacía extraño, porque en los cinco años que estuvo al frente de la parroquia, nunca le vimos una doble intención", menciona.
LA CONFESIÓN ALTERNATIVA, SU ARMA
Según los casos de abusos, documentados por activistas, el religioso se aprovechó de menores a su paso por en el Instituto Potosino, Colegio Motolinía, Renovación Marista, Ciudad Nueva Marista y Familia Educadora en la Fe, así como la parroquia a su cargo.
En abril, agosto y septiembre de 2004 empleados del templo de la Anunciación y padres de menores agraviados entregaron escritos al entonces arzobispo Luis Morales Reyes denunciando la conducta sexual del sacerdote, que propició que el mismo año Córdova fuera removido como capellán de una comunidad de religiosas.
El 29 de junio del 2004 la Arquidiócesis envió a la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano el expediente sobre los delitos contra las "buenas costumbres" que se le atribuían a Córdova, pero lo conservó una década más en la estructura del gobierno eclesiástico como representante legal. El 26 de mayo de 2014 el clero anunció que la Santa Sede lo suspendió del ejercicio sacerdotal por abuso sexual a un menor.
"El padre me dio cervezas, se metió en mi cama y desperté desnudo, ¡me violó!", denunció en el Arzobispado un joven abusado a los 15 años en un hotel de la ciudad de México, en un viaje que en 2011 hizo con el religioso. El hecho quedó documentado en 2012 en la Vicaría General.
El ex sacerdote Alberto Athié, defensor de los derechos humanos, ha documentado al menos 100 casos de abuso sexual, de la conducta "perversa" que ejerció Córdova por 30 años, por los que también existe una denuncia en la Procuraduría General de la República (PGR) de víctimas o sus madres, bajo reserva.
En sus viajes al DF para hacer funciones como representante de la Arquidiócesis ante la Gobernación, Eduardo Córdova se hacía acompañar de niños y adolescentes, les daba bebidas alcohólicas o narcóticos. Además, recurría a la "confesión alternativa", dijo el activista y representante legal de las víctimas, Martín Faz Mora.
En sus testimonios, las víctimas cuentan que el padre se los llevaba a los salones, a la oficina o su recámara de la vivienda anexa a la parroquia, para brindarles la "confesión alternativa", que consistía en darles pastillas relajantes que les provocaba somnolencia. En ese estado les pedía que se quitaran la ropa y les hacía tocamientos, que llegaron hasta la violación.
En abril del 2004 un empleado del templo, hermano de uno de los menores abusados, en un escrito que entregó al arzobispo Luis Morales Reyes, donde reportó la conducta de Córdova.
"Los encerraba en su oficina con el pretexto de confesarlos, les empezaba a hablar de masturbación y les decía que los tenía que tocar, para ver si no se masturbaban, por eso era común que los niños huyeran cuando el padre comenzaba a confesar, pero aun así los mandaba llamar. Esto ocurría los días que les pagaba, porque la mayoría trabajaban barriendo o haciendo el aseo", en la parroquia, describe la misiva, cuya copia obra el poder de este diario.