Causaba emoción ver las cintas de John Wayne, alto, forzudo, rápido con el revolver, valiente como nadie, caballeroso y montando, siempre, hermosos corceles, hasta que un día en Durango le vimos de cerca, era calvo y usaba bisoñé, fumaba como chimenea y es seguro que echaba mano de fajas, porque la panza lo hacía ver como si llevara una sandía. Esto, hace presuponer entonces que la realidad hace todo diferente.
En el futbol hay episodios similares. Pedro y sus muchachos, ahora poniendo distancia del periodismo y consultando todos los temas que resbalen de la responsabilidad en esos libros tan costosos, elaborados por gente del juego que a base de repetirlos, no solamente los han hecho populares, sino creíbles para una buena parte del pueblo, aunque también hay fans pensantes y cultos a los que difícilmente engañan los discursos del viejo Oswaldo y otros.
Cada ser humano hace un mecanismo de negación para sobrevivir y los santistas están en esos temas, donde generalmente las culpas se reparten e incluso se invita a los elementos tierra, fuego, aire, lluvia, para que lo compartan en ese amago desmoralizante donde lo principal es salvar pellejo individual y dejar la mirada directa en la mala fortuna, como si ella hubiese aconsejado a Mr. Cejas a manosear la pelota en vez de cabecearla; esa sola acción robó la calificación en un movimiento impensado en un profesional.
Aunque la verdad en el medio parece estar en poder de unos cuantos, se debe considerar que la irregularidad es el detalle básico que los orilla de ver el torneo corto por TV y que el equipo precisa de una inyección de calidad, con el consiguiente deslinde para varios que no son rentables. Esa puede ser la diferencia entre mediocridad y élite. Por lo pronto, con su inestabilidad el DT queda viendo que su proyecto e ideas al parecer, no dan para más.
