Cultura

LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA

Una obra con nombre estrafalario

JUAN RECAREDO

Allá por los años 50, hubo una corriente de novelas que por lo general eran llevadas al cine y cuya característica más identificativa era tener un nombre extraño, sin sentido alguno.

¿Se acuerda usted del bodrio film "Las pirañas aman en Cuaresma"? Imagínese usted a una comunidad de pirañas, muy pendientes del calendario, esperando nada más a que llegara el miércoles de ceniza para lanzarles los perros a otras pirañitas del sexo opuesto. ¡Qué cosa más absurda!

Bueno, pues esta fiebre -la de los nombres estrafalarios- se inició con una novela del Sr. Thomas Lanier Williams (Tennesee, para los amigos) que luego fue llevada al cine y ganó un puñado de premios Oscar. Me refiero a "Un tranvía llamado deseo". Yo era púber aún cuando empecé a oír con insistencia el nombrecito y confieso que nunca le entendí el sentido, lo que en él se trataba de decir.

Ahora, me encuentro con unos artículos publicados por el lingüista cubano Emilio Bernal Labrada, que explica claramente que en el extraño nombre se conjugaron dos cosas. El deseo de Williams por ponerle nombres estrambóticos a algunas de sus novelas para llamar la atención y las consecuencias para nosotros los hispanohablantes de una pésima traducción.

Alguna vez andando en New Orleans, a Williams le llamó la atención que había un tranvía cuyo destino era un lugar llamado DESIRE (deseo) y así decía el letrero que llevaba al frente, y como él -y por lo tanto sus novelas- trataban de puras obsesiones sexuales, se le ocurrió ponerle a una de ellas (de las novelas) el estrambótico nombre de "A streetcar named desire", simbolizando en ese tranvía -que en inglés es un "carro de la calle"- a toda la humanidad que siempre enfoca sus actos hacia un mismo punto, el deseo sexual.

El asunto es que el nombrecito en inglés no debió haber sido traducido literalmente, pues en inglés la palabra "named" no se refiere al nombre propiamente dicho, sino al letrero que llevaba al frente. En todo caso, la traducción sería "un tranvía rotulado deseo", aunque tampoco así le hubiéramos entendido al simbolismo.

Concretamente, lo que quería decir con el nombre el maestro Williams, era que la vida es como un tranvía al que todos nos subimos porque todos vamos con el mismo rumbo: a la pasión, al deseo sexual que parece ser el que gobierna poderosamente nuestras acciones.

Entonces, según el lingüista cubano (¿qué ej lo tuyo, chico?) el nombre de la novela, para un buen traductor, tal vez hubiera sido: "El tranvía rumbo a deseo" y termina proponiendo un título más breve y más directo: "Destino deseo", pero se quedó en el inexplicable "Un tranvía llamado deseo" por efectos de una mala traducción.

Escríbale a Don Juan Recaredo:

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PREGUNTA DEL PÚBLICO:

¿Cómo debe decirse "mallugar" o "magullar". Le pregunto -dice Rolando Leal- porque yo he oído mucho el dicho ése de que "si no compra no mallugue" y luego resulta que el verbo es magullar. ¿Entonces el dicho debería ser "si no compra no magulle?".

RESPUESTA:

Así es. El verbo es magullar. Sin embargo, como se ha usado mucho en la otra forma, ya el diccionario de la Real Academia Española lo acepta como un modismo. Así que puede usted seguir diciendo "Si no compra no mallugue", y nadie se va a enojar por eso.

Me voy con una frase que le atribuyen a Woody Allen. El sexo es sucio, sólo cuando se hace bien. ¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA.

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