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La democracia que puede ser

ANTONIO ATTOLINI

En los últimos 50 días, ha habido más de 10 manifestaciones públicas de rechazo a la política de seguridad del presidente Peña Nieto y de solidaridad con los padres de los estudiantes normalistas desaparecidos. Éstas se han realizado en más de 15 ciudades diferentes en todo el país, en donde han participado más de 300,000 personas. Eso sin contar las muestras de apoyo en distintas ciudades del mundo así como en foros políticos de alto nivel en donde el reclamo por justicia por lo sucedido en Ayotzinapa se hace presente.

El Presidente Peña Nieto ha considerado que estas muestras de rechazo e indignación han sido orquestados por oscuras fuerzas que lo único que buscan es desestabilizar al buen gobierno que encabeza. Un gobierno que hereda la crisis de derechos humanos del sexenio anterior (dependiendo la base de datos, hay entre 8,000 y 28,000 casos de desaparición forzada sin resolver). Un gobierno que no ha podido despegar del paupérrimo 1 % de crecimiento anual, pese a haber hecho 11 reformas constitucionales que prometieron mover a México. Un gobierno que ha desamparado a los periodistas y ha vuelto el ejercicio del periodismo y la libertad de expresión tan peligrosa como lo es en Irak. Un gobierno que emana de un sistema de partidos que mantienen un férreo control a los instrumentos de participación política de los ciudadanos. En fin, para Enrique Peña Nieto y su partido lo que ha estado sucediendo en las calles de este país es un intento por desestabilizar algo que, me parece, no era estable en primera instancia.

Utilizando la máxima atribuida a Cicerón, cui bono. ¿A quién beneficia? ¿A quién beneficia enmarcar como "violentas" y "desestabilizadoras" las muestras de solidaridad en las calles, cuando sólo ha sido un puñado de personas, en un puñado de manifestaciones, quienes han recurrido a actos vandálicos? Incluso, debe decirse que ha habido actos vandálicos que no se han registrado en las mismas marchas relacionadas al tema de Ayotzinapa (por ejemplo la quema del Metrobús en Ciudad Universitaria o el incendio a sedes de partidos políticos en Chiapas, Guerrero, Michoacán). La respuesta es que beneficia al partido en el gobierno, sin duda. La desestabilización no está en los hechos en sí, sino en cómo nos relacionamos con estos. En este sentido, la verdadera desestabilización viene del Presidente, del PRI y de todos aquellos otros actores que hagan suya la narrativa de la conspiración, antes de reflexionar sobre el desplome del espejismo democrático en el que nos hicieron creer que vivíamos. México sufre de un profundo déficit democrático que ha beneficiado a unos pocos a costa de todos los demás.

La verdadera trampa está en pensar que la protesta es causa de una supuesta desestabilización y no efecto de una desestabilización previa. No combatir en el plano de las ideas y en la arena del debate público estos falaces argumentos significaría renunciar a la oportunidad de poder superar y trascender aquellas condiciones que nos llevaron a este punto de quiebre.

Pensar que la protesta es sólo una manipulación de aquellos que han sido llamados "enemigos del progreso", es reconocer implícitamente que la población es manipulable. Esa condescendencia se refleja en el proceder autoritario del gobierno y los partidos que lo solapan. Quien descarta así a la sociedad, no puede más que provocar el descontento y animar la indignación. Como efecto bola de nieve, quien crea que existe un macabro plan secreto que atenta contra el gobierno no hace más que alimentar el descontento y la indignación. Un círculo vicioso se construye por falta de oficio político, sensibilidad social y un pacto de impunidad entre las élites políticas y empresariales.

Parafraseando a Nietzsche, recordemos que no hay fenómenos políticos, sólo interpretaciones políticas de los fenómenos. La violencia es otra forma de lenguaje al que algunos cuantos recurren para así expresar su malestar y su descontento. Ocultar realidades y negarlas en el discurso, es también una forma de violencia. Hoy las calles en México se llenan de ciudadanos a los que el gobierno ignoró, o que quiso borrar, pero no pudo.

@AntonioAttolini

Estudiante universitario, asesor parlamentario y comunicador.

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