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La casa blanca y el afán de ostentar

Sin lugar a dudas…

PATRICIO DE LA FUENTE
“Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”— Refrán

Del Presidente Peña y su señora esperaría mayor sensibilidad, sentido común y recato. "Forma es fondo", reza la máxima de Jesús Reyes Heroles que no parecen entender. No encuentro en ellos amor por la discreción sino afán por los reflectores. Mediáticos al fin, equivocan las formas, parecen haberlas extraviado antes de empezar el sexenio.

La sobreexposición y proclividad de enseñar lo que se tiene, legítimamente o no, supone un arma de doble filo. Es contraproducente aparecer con frecuencia en la prensa rosa, más en un país con cuarenta millones de pobres, profundas desigualdades y dolor ancestral. Viniendo de un político, la indignación que ello causa es aún mayor.

No me molesta la explicación de la casa de Las Lomas en sí -que poco o nada convence a la opinión pública- sino las formas. No me viene ni me va que la señora de Peña tenga propiedades, sino la manera en que pretende dirigir un mensaje y explicarse.

El rictus, la expresión de enojo, el hacernos el favor de documentar lo inexplicable, el pobre manejo de un problema de imagen, que lejos de estar zanjado, los perseguirá de aquí al término de su administración y más allá. Sobra decir que el video resultó contraproducente, pero no dejo de reconocer que la señora Rivera, pese a todo, fue valiente y dio la cara.

Sí, Angélica Rivera seguramente es rica y nadie escatima su éxito ni el fruto de su trabajo por más de veinticinco años. Probablemente ganó carretadas de dinero, pero queda entre el mar de dudas, un tema muy importante: el claro conflicto de interés al estar vinculada la operación inmobiliaria con un empresario muy cercano y beneficiado gracias a Enrique Peña Nieto y el que haya sido ella, y no el presidente, quien salió a dar explicaciones.

Pareciera que la arrojaron al serpentario, al matadero, para atenuar otras crisis que persiguen y no le dan tregua al Gobierno.

Del "ando con un ojo al gato y otro al garabato" al discurso amenazante que acusa "fuerzas desestabilizadoras" que buscan dar al traste con la obra de Gobierno. De Ayotzinapa y sus víctimas muy poco, casi nada. Ni empatía ni conmiseración; sin admisión de culpa por la parte que les corresponde. Todo supone un complot perverso: esa es la apreciación que de los hechos, hace el Presidente de la República.

Aparece visiblemente molesto y ante un auditorio afín que no lo cuestiona, como le gusta, a regañarnos y a corregirnos la plana. "Me están rayando los cuadernos y no lo voy a permitir", parece que dice, sin palabras.

Su gesto lo delata, la delata a ella: exasperación, hartazgo por tener que rendir explicaciones. No es la clase política ni mucho menos los priistas, afectos a darlas. Lo interpretan como una afrenta; entienden las preguntas incómodas como una cruzada personal; la rendición de cuentas como una obligación que a ellos, poderosos como son, no están obligados a dar. El priismo, Dios los libre, no cuestiona jamás al presidente…

Ni manejo de crisis ni formas de responder a ella. El Gobierno pasmado, atónito ante el cambio abrupto de narrativa que nunca se esperaron. Del presidente reformador al hombre que no puede, al que "se le cae el sistema" a la hora de improvisar explicaciones convincentes, que se mira rebasado ante la brutalidad de los acontecimientos y la inmensidad de los reclamos.

El pecado no está en tener recursos ni alcanzar el éxito económico; el pecado es enseñarlo, restregárselo a la cara a los mexicanos a través de las revistas del corazón. El mayor yerro de la señora Angélica Rivera, fue haber aparecido en la portada de ¡Hola! enseñando su casa, su monumental morada que por mucho supera a la vivienda media que un mexicano promedio puede costear con enormes esfuerzos y años de trabajo. Es la ostentación, el afán de figurar y ser aplaudido, y las consecuencias que se pagan al exponerse.

La señora Rivera pudo haber evitado el escándalo, pero al abrir las puertas de su casa al público, también abrió la caja de Pandora y le dio entrada a Carmen Aristegui, ingobernable e implacable a la hora de hacer periodismo.

Como se afirma coloquialmente, Angélica Rivera, ella solita, se puso de pechito…

Nos leemos en Twitter, sin lugar a dudas: @patoloquasto

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