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México y los precios del petróleo

SALVADOR KALIFA

La caída del precio del petróleo en meses recientes se debe, como es natural, a movimientos en la demanda y en la oferta.

Por el lado de la demanda, el 14 de octubre pasado la Agencia Internacional de Energía revisó hacia abajo sus previsiones de demanda de petróleo para 2014 y 2015, como resultado de una expectativa de menor crecimiento económico en Europa, Japón y el resto de Asia.

Sostener los precios del petróleo de principios de año hubiera requerido que esa disminución de la demanda de crudo fuese contrarrestada con una reducción equivalente de la oferta. Esto, sin embargo, no ha sucedido.

Estados Unidos (EU) continúa aumentando su producción, mientras que la Organización de Países Exportadores de Petróleo no ha respondido a la disminución de la demanda con recortes en su producción, ni parece que lo hará en el futuro inmediato.

En ese contexto, el precio del petróleo sólo podría recuperarse si se acelera la actividad económica global, se reduce la oferta, o se exacerban los riesgos geopolíticos en las zonas productoras.

En ausencia de esos factores, es probable que el año próximo el precio del crudo se ubique en niveles similares o hasta algo menores a los actuales.

Estos nuevos precios del crudo tendrían repercusiones diferentes para los países importadores y exportadores. Los primeros, incluyendo a EU, verían un menor costo de la energía para empresas y consumidores, con efectos favorables sobre la demanda interna y el crecimiento económico.

Este efecto positivo para EU pudiera ser menos significativo en la medida que los menores precios del crudo se asocien a una recesión global, o a una apreciación del dólar, que al abaratar las importaciones mermaría algo el beneficio sobre la producción interna.

Los perdedores de este nuevo entorno energético serían los países exportadores, pero los daños van desde sumamente graves para Venezuela y Rusia, hasta sólo marginales para Noruega y Arabia Saudita.

En el caso de México, la persistencia de bajos precios del petróleo o una disminución abrupta adicional, crearían vientos económicos en contra, que si bien no serían tan severos como los que experimentamos en la década de los 80, de cualquier manera repercutirían negativamente sobre nuestra economía.

Un primer efecto negativo se percibiría en los números de Pemex y en las finanzas públicas, ya que las coberturas contratadas para proteger el precio utilizado en el presupuesto federal sólo podrían amortiguar el daño, pero no lo eliminarían.

Por un lado, los menores precios reducirían la disponibilidad de recursos para inversión de la paraestatal, mientras que por el otro aumentarían el déficit público, lo que pudiera presionar a la alza las tasas de interés internas.

Otro impacto negativo de los precios más bajos se daría sobre el apetito de la inversión extranjera en energía, puesto que muchos proyectos que utilizan la fracturación hidráulica serían ahora menos rentables.

En efecto, el precio del petróleo mexicano de exportación ha disminuido desde el mes de julio, pero en semanas recientes registró su caída más abrupta, colocándose a la fecha ligeramente por encima de los 70 dólares por barril (dpb).

De acuerdo a información sobre costos y rentabilidad de los pozos de fracturación hidráulica en EU, su producción es negocio si el precio del crudo se queda en el intervalo de 70 a 80 dpb, pero para invertir en México ese intervalo tendría que ser mayor, ya que las utilidades de los proyectos tendrán que compartirse con el gobierno mexicano.

En consecuencia, los menores precios del crudo tendrían, además, un impacto negativo sobre la opinión de los inversionistas financieros acerca de nuestros ingresos petroleros y las cuentas públicas, así como sobre el atractivo de nuestro sector energético.

Esto desalentaría la entrada de capital financiero al país, complicando el financiamiento del déficit público y depreciando de manera adicional al peso. Estos factores, a su vez, presionarían a la alza las tasas de interés internas y a la inflación, con sus consecuentes efectos negativos sobre el desempeño de la economía.

En todo esto hay, por lo menos, un elemento positivo para nuestro país. Las exportaciones no petroleras, que en su mayoría se destinan a EU, compensarían en parte los daños que resentiríamos por la caída del precio del petróleo.

Esto último, sin embargo, no debería llevar a la complacencia a nuestras autoridades, que parecen confiarse en que la disminución de los precios será pasajera. Mientras eso se define, ante lo que es ahora un escenario bastante menos atractivo para el precio del petróleo, necesitan reducir sus planes de gasto público y hacer estimaciones más realistas sobre la inversión esperada en el sector energético de nuestro país.

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