Por servir. En el 2001 Martha ingresó a la Dirección de Vialidad, donde dice continuará por muchos años más.
En medio de una de las vialidades más congestionadas de la ciudad se encuentra Martha Leticia, agente de Tránsito, quien dejó su tarea de ama de casa para salir a las calles a enfrentarse con automovilistas "altaneros" y algunos más amables, pero con el amor de servir a la gente día a día.
Ataviada con su uniforme desde las botas, pantalón, blusa blanca y amarillo, y un suéter de la corporación, Martha se encuentra en el bulevar Revolución frente a la Torre de Especialidades del IMSS, plantándose en medio de la calle para brindar el paso a los peatones que van y vienen de una acera a otra.
Cuenta que fue en el 2001 que ingresó a la dirección de Tránsito y Vialidad cuando se lanzó la convocatoria sólo para mujeres, que se convertirían en guías de vialidad.
Más que por cuestión económica, dice que atendió al llamado para desarrollarse profesionalmente, pues siempre se había dedicado a su casa y al cuidado de sus tres hijos, quienes ahora son su principal motor para seguir.
Esta fue la primera etapa en la que se desarrolló como agente, la cual se prolongó por seis años, ya que después se enlistó en las filas de la Dirección de Seguridad Pública Municipal, en donde permaneció cuatro años más.
Por diversas cuestiones, Martha regresó a Tránsito, hace ya cuatro años y en donde pretende permanecer por varios años más, pues asegura que ama lo que hace, pese a todas las dificultades que debe enfrentar todos los días en su jornada laboral.
Más que permanecer hasta 8 horas de pie bajo los rayos del sol o bien, contra los fuertes vientos o lluvia intensa, lo más duro que debe enfrentar, son las groserías que conductores molestos le gritan al detenerlos por cometer una infracción y sobre todo cuando se le hace entrega de una boleta.
"Es difícil porque te topas todo tipo de gente, desde amables, negativas hasta estresada, quienes para ellos somos el punto para que exploten ante una infracción", dice detrás de sus lentes oscuros.
Otra de las dificultades que enfrenta con frecuencia, son las quejas "inventadas" por los conductores que son infraccionados, las cuales dice, han costado hasta regaños por parte de sus superiores. "Les haces la boleta y dicen otras cosas, van y se quejan. Cuando tenemos el problema, va el conductor y dice que uno lo trata mal que les decimos de cosas, que uno no entiende… es difícil ese trabajo", cuenta siempre con una sonrisa.
Pese a ello, dice estar encantada con su profesión, decisión que siempre han respetado sus tres hijos, ahora de 21, 20 y 14 años de edad. "Para el más chico, soy su orgullo", dice emocionada.
Y es precisamente a ellos, a quienes les dedica su día de descanso, cuando los hay pues si surge algún evento deben estar siempre dispuestos a "sacrificar" esos momentos familiares para cumplir con su trabajo. "Me gusta mi trabajo y me siento muy orgullosa de él", comenta corriendo para regresar a la calle para controlar el tráfico y resguardar la seguridad de los peatones.
