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La virtud del silencio

Vigente el repertorio musical de Gabriel Fauré a 90 años de su muerte

Gabriel Fauré en su oficina en el Conservatorio, 1918. (Foto: Archivo Siglo Nuevo)

Gabriel Fauré en su oficina en el Conservatorio, 1918. (Foto: Archivo Siglo Nuevo)

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Considerado uno de los autores más emblemáticos del siglo XX, el virtuoso pianista destacó en la corriente impresionista tanto por su fineza como por el equilibrio de sus composiciones, en las que reflejó su contante búsqueda de la belleza.

Admirador de la música del alemán Richard Wagner, el músico francés Gabriel Fauré se ha colocado como un clásico, por composiciones como Pavane Op. 50, Réquiem o Sicilienne, que son ejecutadas de manera constante en los repertorios orquestales del mundo.

De acuerdo con los estudiosos de su obra, no obstante la sordera que lo aquejó hacia el final de su vida y que disminuyó su producción, con sus composiciones, Fauré logró una verdadera evolución del arte musical francés.

Nacido el 12 de mayo de 1845, Fauré fue criado por una institutriz y a los nueve años su familia lo mandó a estudiar a la L´École Niedermeyer, institución que formaba organistas de iglesia y directores de coro, en la que permaneció once años.

UN GENIO

Sin la pretensión del predicador, y muchas veces desde el silencio, Fauré, transitó con libertad los caminos de la música, su poética es libre, su calidad indiscutible. No por nada se ubica en la lista de los mejores compositores franceses. Un genio que hizo de la música un símbolo de identidad, eso sí, alejado de los elementos nacionalistas que habían caracterizado a sus colegas galos, tanto quienes estuvieron años a tras que él, como sus contemporáneos.

Desde la lejanía de las escuelas de su época, creó a lo largo de su carrera, eso que los maestros llaman 'estilo propio'. Y al igual que compositores como Debussy, Ravel, Duparc o Dukas, encontró ese camino que jamas abandonó. Más allá de las tendencias que durante años mantuvieron su nombre borrado de los programas educativos de Alemania, por ejemplo -como en Francia lo estuvieron las obras de Brahms- la universalidad de su legado musical es hoy día una institución considerada patrimonio de la humanidad.

SUS INICIOS

Discípulo de Camille Saint-Saëns (1835-1921), Fauré aprendió de su maestro la música de sus contemporáneos, como Robert Schumann (1810-1856) o Franz Liszt (1811-1886).

En 1870 se enlistó en el Ejército y participó en los combates para edificar el Sitio de París durante la Guerra franco-prusiana. Hostigado por la Comuna de París, residió en Rambouillet, Suiza, donde comenzó a ejercer la docencia en la Escuela Nedermeyer.

De regreso a su ciudad natal, fue nombrado organista de la Iglesia de San Sulpicio, actividad que conjugó con la asistencia a los salones de Saint-Saëns y de Pauline Viardot-García, lugar donde conoció a destacados músicos parisinos, con los que formó la Société Nationale de Musique.

En 1896 fue nombrado organista titular de la iglesia de La Madeleine, y ocupó el lugar de Jules Massenet como profesor de composición en el Conservatorio de París.

Como pedagogo tuvo entre sus alumnos a Maurice Ravel, Charles Koechlin, Florent Schmitt, Nadia Boulanger o el rumano George Enesco.

DE ALUMNO A MAESTRO

Según sus biógrafos, pronto comenzó a tener éxito en su carrera como instructor. En 1905 fue nombrado director del Conservatorio de París, aunque abandonó ese cargo en 1920 a causa de la sordera, que representó uno de sus mayores males en los últimos años de su vida. Ese mismo año recibió la Gran Cruz de la Legión de Honor.

Con ello empezó a tener una mejor condición económica, pues las penurias financieras lo acompañaron en gran parte de su formación. Sus composiciones le dieron pocas entradas financieras.

Con problemas maritales a cuestas, vivió un periodo de depresión, que asumió como melancolía, antes de la década de 1890.

Debido a su problema auditivo, su producción musical disminuyó de forma notable. Su estado de salud también fue en decadencia a causa de su excesivo consumo de tabaco.

Dentro de sus obras, el músico francés compuso piezas con una elegancia extraordinaria, sobre todo aquellas que realizó para cámara y piano, así como de voz.

Sobresalen sus dos sonatas para violín y piano (1876 y 1917), sus dos cuartetos con piano (1879 y 1876), los Nocturnos para piano solo (1875-1921) y La bonne chanson (1894). Además de su Réquiem, interpretado de manera habitual hasta la actualidad.

SUS FUSIONES

También destacó en la poesía con trabajos como Pelléas et Mélisande (1898), Prométhée (1900) y Penélope (1913).

Disminuido en salud, no abandonó sus tareas como profesor y siguió escuchando las nuevas propuestas musicales de sus jóvenes alumnos, en particular al ensamble de "Los Seis".

A sus males físicos se agregó la neumonía, enfermedad causante de su muerte, ocurrida el 4 de noviembre de 1924, en París. Su funeral se realizó en la Iglesia de La Madeleine. Su cuerpo fue cremado en Passy, París.

Gabriel Fauré dirigiendo su opera Prométhée. (Foto: Cortesía Circa)
Gabriel Fauré dirigiendo su opera Prométhée. (Foto: Cortesía Circa)
Retrato de Gabriel Fauré en 1905. (Foto: Paul Nadar)
Retrato de Gabriel Fauré en 1905. (Foto: Paul Nadar)
Foto: Cortesía Redingote.
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