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CIUDAD CUMBIA

¿CONFÍA USTED EN MIGUEL RIQUELME?, YO NO

CARLOS VELÁZQUEZ

El destape de Miguel Riquelme a la gubernatura representó, en su momento, un hecho positivo para los de Torreón. Un amplio sector de la población votaría por él por la sencilla razón de ser torreonense. Hace tanto que no contamos con un gobernador nacido en esta tierra. Su factible triunfo significaría un posible equilibro en la repartición de recursos destinada a esta ciudad. Sin embargo, la historia de nuestra política reciente está plagada de ejemplos de funcionarios, de mayor o menor rango, nacidos en este territorio que una vez posicionados en la capital del estado se olvidan de su origen. Por eso aludo a la posibilidad de que el estado de las cosas mejorarían, nadie podría asegurarlo. Pero todo el positivismo que despertó la candidatura de Riquelme se desvaneció con la pésima decisión del alcalde de donarle 80 millones de pesos al club de futbol Santos provenientes del erario.

El pésimo movimiento de Riquelme prefigura lo que nos espera como gobernados. Una evaluación exprés arroja como resultado que el acto más notorio de su gestión es la cesión de 80 millones al Santos. Más una cuantiosa exención de impuestos. Acción que no lo sitúa como un héroe. Al contrario. Para una elevada porción de ciudadanos lo transformó en el funcionario que intercambió 80 millones por 700 boletos de cabecera por partido. ¿Cabecera? El mandatario que entrega oro y recibe migajas. Obsequiarle dinero al equipo es una movida no exenta de habilidad. Pero ha dividido a la población. Le pegaron en su pata de palo. Y eso no es hacer política. Es lucrar con los sentimientos de la gente. Y como el mismo ayuntamiento lo afirma: Existirán aquellos que estén de acuerdo y los que discrepen. Por supuesto la directiva no va a respingar. Es como si alguien vendiera naranjas y se ofendiera porque le compraran con dinero público. Es justo decir que el equipo no es culpable en lo absoluto.

Riquelme ni siquiera es un político original, con iniciativa propia. El primer acercamiento del gobierno del estado hacia el equipo lo realizó Humberto Moreira. Ahí radica la principal razón por la que no confío en Riquelme para que se convierta en nuestro próximo gobernador. Porque es un imitador de la escuela moreirista. Y no podemos olvidar que esta corriente tiene sumida a Coahuila en la bancarrota. El alcalde está convencido de que replicar a Humberto es el camino para conquistar el puesto. Se equivoca. El exgobernador era simpático, curioso, con poder de persuasión, bailarín, carismático con dotes actorales, un show man que supo despertar el cariño de la gente y ser al mismo tiempo el artífice de nuestra desgracias. Riquelme no posee ninguno de esos talentos. Es una figura gris, opaca, sin la posibilidad de granjearse la estima de los moreiristas. No puede competir contra el modelo que él mismo se ha impuesto. Riquelme no es Humberto. Pero cree que este tipo de gestos le devolverá al PRI la unidad mostrada hace unos años y a él lo encumbrará como gobernador. Y nadie queremos a otro Humberto, ni aunque sea lagunero.

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