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Oportunistas de la mala memoria

RAÚL HUMBERTO MUÑOZ ARAGÓN

México no tiene un proyecto de nación, nunca lo ha tenido, ha sido una lucha continua por la defensa de los intereses personales de quien en turno ha tenido la oportunidad de dirigir los andares del país. Lucha incesante sin ver más allá que los propios anhelos de cada grupo, enfrascados en imponer al otro su pensar, su punto de vista que no admite réplica, que en un sentido de omnisciencia pretenden suprimir en el otro cualquier pensamiento en contrario, no hay espacio para el diálogo, nuestra historia es un eterno soliloquio en que nos engolosinamos con nuestras palabras, con el eco de las grandes frases que sólo ha quedado en el repertorio de buenas ideas que sirven de adoquín en nuestro camino a ese infierno particular, tan lleno de mártires como de opresores.

Nuestra memoria es anémica, convenenciera y selectiva, las luchas de ayer sólo sirven para llenar el calendario de conmemoraciones, homenajes y celebraciones que una vez cada tiempo permiten a esa masa amorfa - en que insisten en convertirnos - desfogue sus anhelos, angustias, traumas y frustraciones, que para ello tenemos un almanaque repleto de los más variopintos días de festejo, de lucha, de recuerdo, desde una Independencia que no termina de concluir a un Día de la Madre en que ahora es el botín de los grandes comercios, y así fiesta tras fiesta en que gritamos, "recordamos" aquello que se quiere que recordemos y al día siguiente olvidamos, volvemos a callar, a esa rutina diaria que nos hace andar con los ojos cerrados, a seguir en nuestra lucha personal por defender ese statu quo personal que nos lleva a regodearnos en nuestra pequeña zona de confort.

Nuestros reclamos son moda pasajera, ejemplo de ello hay múltiples en nuestra historia, presentes y pasados, reciente y perdidos en el tiempo. Seguimos siendo sujetos a una eterna angustia, a un permanente suplicio autoimpuesto, en el que hemos de sufrir en nuestra vida diaria para poder merecer algo, hemos de aguantar insultos, robos, agresiones, agravios, pues es el pago a saldar para alcanzar paraísos fatuos. Estamos en una lucha permanente por una independencia siempre soñada y nunca alcanzada. Una Reforma "contrarreformada" y maquillada que hace todo un tango para que todo siga igual, donde los privilegios de la iglesia continúan vigentes, donde pueden cometer delitos y agresiones contra cualquiera y no hay reclamo, ni ley que los toque, espacio en que la pedofilia, discriminación, engaño y demás "lindezas" viven a sus anchas.

Somos los protagonistas de la primera revolución social del ya caduco siglo XX, revolución en que por acto de magia y resultado de tantas "vueltas" ha hecho que todo siga igual. Una Revolución Mexicana que se conmemora por decreto, que hoy ha vuelto a quitar la tierra a sus propietarios originarios, a aquellos que alguna vez la trabajaron y que por el resultado de los incontables "beneficios" que ha traído al campo y a la ciudad ha provocado el abandono, el aletargamiento, el hartazgo.

Nunca concluimos las cosas, estamos inmersos en un eterno reinicio, en una reconstrucción permanente de los arranques formidables que ahora si darán resultados. Esto nos impide avanzar, por ello hemos de vernos condenados a celebrar fechas sin sentido, inicios ficticios y a modo y gusto Don Porfirios que en su papel de padres de la patria a veces nos dan en su contraparte. La historia de este México de todos los días es un eterno mito fundacional de un proyecto que no termina de arrancar, sin visión clara del futuro que por fin lleve a todos los rincones del país esa calidad de vida que se espera en una sociedad moderna, protagonista de ese mito de la Sociedad del Conocimiento.

En México, o mejor dicho, en los múltiples Méxicos que existen a lo largo de nuestro vasto territorio, resultado de una multiculturalidad, donde las tradiciones se cuentan por regiones, donde en cada espacio hay historias particulares, mitos y ritos que cambian de norte a sur, de océano a océano; en este México, nuestra memoria colectiva es de muy corto plazo, olvidamos rápido, de ello se aprovechan esos oportunistas de la mala memoria (esos de los cuales canta Alejandro Filio).

Es imprescindible que ejercitemos nuestra memoria, que la atesoremos, que hagamos de ella las raíces que soporten nuestro presente. Recordemos… Ayotzinapan, Cocula, Acteal, Tlatlaya…

Un lonche por hipotecar el futuro de un país es un precio tan ínfimo como grande la miseria que existe en un pueblo para que ese sea el pago a cubrir por la dignidad de un pueblo; nos hemos acostumbrado a no pensar, a no exigir, a no cuestionar. Hagamos de este potencial que como nación tenemos se torne en una realidad que haga del bien común una cotidianidad, que este pensamiento divergente del cual presumimos con razón nos permita encontrar nuevos caminos.

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