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El contradictorio caso de la India, la ciberpotencia actual

ROLANDO CRUZ GARCÍA
"Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. un esfuerzo total es una victoria completa".

— Mahatma Gandhi

El desarrollo logrado por la India no sólo es extraño, sino completamente inédito y contradictorio. Por un lado, una agricultura basada en métodos de cultivo medievales, que sigue siendo su fuente principal de ingresos, mientras el país ha fracasado estrepitosamente en sus esfuerzos por industrializarse (el sector secundario no supera el 19 %) y la mayor parte de la población vive al ritmo de cualquier nación subdesarrollada, basta un dato: 600 millones de personas siguen bajo el umbral de la pobreza.

Por otro lado y en medio del subdesarrollo, han incentivado una política educativa que prioriza la formación universitaria de élite y las materias científicas enfocadas al desarrollo de la informática, específicamente al desarrollo de software de todo tipo, por lo que ahora brotan empresas tecnológicas, además de laboratorios médicos y gigantescos holdings capaces de competir con las compañías occidentales. Pero además compiten exitosamente, con salarios diez veces menores que los de Estados Unidos y con una alta productividad. "El hecho de que en medio de un modelo de desarrollo tan desigual, crezcan enormes empresas que compiten a nivel global no sólo es contradictorio, sino perfectamente razonable, por el tipo de educación que promueven" (José Antonio Bretones, consejero comercial del Gobierno Español en Nueva Delhi).

Pese a esto, la política económica india es, a ojos de los empresarios extranjeros que hacen negocios en el país, una de las más inoperantes del mundo, han heredado algunas de las peores costumbres de una sociedad de castas y de la colonización británica, en algunos casos, la corrupción supera a la ficción.

Un ejemplo más que contundente de la citada contradicción, la constituyen Ashis y Alok, dos hindúes que se conocen, al menos de vista, sus negocios se encuentran en la misma calle, pese a dedicarse a actividades radicalmente distintas y que representan los dos mundos que conviven diariamente y a corta distancia en la India. Alok vende excrementos y todos los días prensa las mojigas de vaca y búfalo, las ata con un cordel de cinco en cinco y las ofrece en un mercado de Paharganj, un céntrico barrio de Nueva Delhi. Los restos orgánicos representan un elevado porcentaje en las estadísticas sobre energías alternativas que el Gobierno indio presenta con orgullo cada año ante la prensa. Millones de personas en todo el país construyen sus chozas, se calientan y cocinan con el estiércol de animales; las almacenan en sus casas, y las consideran un bien cotidiano.

Ashis, por otro lado, programa el software de varias empresas estadounidenses en un barato ordenador Lenovo, fabricado en China, con el que factura suficiente para alimentar a su familia, también paga las mensualidades de su pequeño automóvil y contrata, por 300 dólares al mes, a cinco informáticos graduados en las prestigiosas universidades del país; algunas mejor valoradas por los listados internacionales que las de Europa. "La inversión inicial es muy pequeña, pero ya tengo un buen volumen de pedidos. Una empresa más grande me encarga trabajos para Estados Unidos", (Ashis).

En una misma calle, es donde los excrementos comparten espacio con las computadoras, que gestionan las cuentas de algunas multinacionales del planeta, donde los autos Jaguar se entrelazan con las vacas y donde decenas de niños hambrientos asaltan al viajero suplicando por un billete de cinco rupias (un peso aproximadamente). Es una imagen cotidiana en la India de hoy, un país que aspira orgullosamente a rango de potencia, que crece a un ritmo de 9 % anual y en el que vive una cuarta parte de los pobres del planeta, en donde muere un millón de niños cada año por una simple diarrea y en el que cerca de 90 por ciento de los trabajadores nunca ha tenido un contrato de trabajo estable.

"El milagro económico indio es un mito hinchado. Se compara con China cuando el país está 20 años por detrás. Los indios han conseguido ser la vanguardia mundial en el sector tecnológico y tienen gigantescas empresas que pujan en el mercado internacional, pero el desarrollo no está filtrando demasiado a otras categorías sociales", (Edward Luce, autor de In Spite of the Gods), asegura Luce, en el libro de moda sobre el extraño crecimiento indio. "Y no parece que pueda cambiar a mediano plazo, porque es imposible dar trabajo a más de mil millones de personas programando software o atendiendo los call-center en inglés de los países ricos".

Otros análisis más optimistas señalan que lo importante es que cada vez más gente está saliendo de la pobreza. Es indudable que crece la clase media y cada vez más gente accede a una vida mejor.

Como podemos observar, esto es lo más revolucionario que está pasando en India, aunque el atraso sea todavía enorme, nos lleva a México muchísimo adelanto en educación, en producción de software y en la creación de empresas de alta tecnología, pero su atraso social es más que evidente.

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