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Guerrero y su Ángel exterminador

Sin lugar a dudas…

PATRICIO DE LA FUENTE

Sobre México, hoy asistimos a dos narrativas muy distintas consignadas en la prensa. Dos realidades dispares que chocan, apenas coexisten, habitan con enorme dificultad.

Y es que nos hemos convertido, como nunca, en una nación de contrastes. Nada ni nadie los puede esconder. Menos, tras lo ocurrido en días pasados.

Una de esas narrativas en la que algunos insisten, habla de un país de múltiples reformas que avanza, se mueve, arriesga y le apuesta al futuro y a lo halagüeño de sus posibilidades.

Una administración que en efecto acumula logros, pero que también se pavonea de lo que aún no ha sucedido.

Cambiarán las cosas, valdrá la pena juran, y piden nuestra paciencia. De dicho esfuerzo reformador aquí hemos hablado y lo aplaudimos, pero urge pasar de los dichos a los hechos, y eso pocas veces ocurre en México. Entenderán pues, nuestro sentido de urgencia.

Por otra parte Tlatlaya, así como Ayotzinapa en Guerrero, ponen de manifiesto la insostenible situación de violencia e inseguridad que azota al país, y al México rojo que ninguna estrategia de comunicación por más que busque diferenciarse a la del sexenio pasado, puede ocultar.

Tras los hechos de violencia y horror de las últimas semana, Guerrero vuelve a ser nota a diario y se suma a esa narrativa, la segunda, que acusa a un país en el que no siempre hay paz, ley, ni justicia, y donde la impunidad manda. Ahí nuestra cruz de siempre, nuestra cruz de olvido.

La otra narrativa que recogen los medios, esa que no nos gusta mencionar y que a menudo soslayamos, de esa justamente forma parte Guerrero. México es hoy, sin hipérbole, una vergüenza para la prensa internacional. Hay muy poco que presumir…

Guerrero, la tierra de Lucio Cabañas, el de la sierra, la montaña, las playas y los contrastes extremos. Guerrero, ancestralmente violento, complicado, víctima de una situación particular, que trastocará y echará por tierra muchos de los proyectos del Gobierno Federal. Así de sencillo, así de grave.

Desde la guerrilla en los años setenta, pasando por los cacicazgos de gobernadores priistas y ahora, a modo de corolario, asistimos al fracaso de dos lustros bajo la tutela de una izquierda que olvidó sus banderas de justicia social, que se perdió deslumbrada por el oro, más ocupada en las próximas elecciones y en colocar a su alfil y quedarse con la gubernatura, que en el sufrimiento colectivo y las tribulaciones de su pueblo.

Guerrero, hoy en manos de células del narcotráfico, pero también timoneado por un indolente que pese a las señales, hizo como que no vio ni escuchaba, al tiempo que política y narcotráfico se coludieron a los más altos niveles comprando todo…y contaminando más.

Ese hombre que se aferra al hueso y se niega a irse, Ángel Aguirre Rivero, es responsable al no haber podido garantizar la estabilidad estatal ni en la rendición de cuentas. Ocupado en el glamour, Aguirre hizo oda a la frivolidad y brilló por su ausencia. Guerrero, el Guerrero negro que hoy también se tiñe de rojo, ese es el Guerrero de Aguirre.

Y no, Aguirre ni es asesino ni enteramente responsable, pero sí omiso, frívolo, y ha gobernando a medias, casi por instrumentos y al "ahí se va" cual resaca del Revolcadero o vendaval en La Quebrada. Desvelado como estuvo, a duras penas despertó para atender a los damnificados del huracán…

Hoy Aguirre se sostiene con alfileres y se ha convertido en un lastre para la izquierda y la credibilidad de las instituciones. Su estadía y necedad de quedarse a toda costa, dificulta el avance de las investigaciones que conduce la PGR, y que buscan resolver un entuerto al que pocos le hayamos pies o cabeza.

En cualquier otro país y por mucho menos, Ángel Aguirre estaría en su casa o en serios problemas legales pero aquí, como somos México, en plena tragedia el gobernador se dio el lujo de ponerse a jugar futbol frente a los medios, o llevar a sus mítines a "simpatizantes espontáneos" que le piden, que le imploran con gritos y vítores, que no se vaya, que resista y que nos salve a todos de la ignominia y de la obscuridad que supondría no estar bajo su manto protector.

Pero cual jarrito chino y pese a los entusiastas, ni el presidente Peña ni al interior de una izquierda que cínicamente lo arropa, saben qué demonios hacer con Aguirre. Lástima. Si con el ánimo con el que se dedicó a las fiestas y parrandas, a placearse entre artistas y a codearse con el jet set de Acapulco hubiese gobernado, quizá otra sería la historia…

Pero no, Ángel Aguirre, quien dice ser víctima de un complot orquestado por columnistas del centro del país buscando justificar su indolencia y mediocridad como gobernante, vaya que gozó -y dos veces- de las mieles del poder. Al tiempo, su administración reprueba y a la larga será recordada como una de las épocas más desastrosas para el estado.

Pero toda fiesta termina y esta cruda moral de Aguirre, anticipo, será de proporciones magistrales. 43 muertos o desaparecidos según sea el caso, no son cosa menor y muchas personas, entre ellos el gobernador, necesariamente tendrán que rendir cuentas.

Tal como escribió Ciro Gómez Leyva refiriéndose a Ángel Aguirre: "No es que sea un asesino. Simplemente, usted es un incapaz. De 1995 a la fecha. De Aguas Blancas a Iguala. Un incapaz".

Amén.

Nos leemos en Twitter, sin lugar a dudas: @patoloquasto

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