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Pollo espectral

JUAN VILLORO

Ya en otras ocasiones he comentado que mi amigo Frank ejerce las molestias de la precisión. Es el implacable juez de nuestra generación. Los antiguos condiscípulos lo consultamos con temor reverencial. Emite dictámenes con la severidad de quien desprecia a los seres sin orgullo ni carácter que buscan que un 5.7 se convierta en un compasivo 6.

El otro día lo acompañé a una Farmacia del Ahorro. En la caja le preguntaron si deseaba "redondear" su pago en favor de una causa altruista. "Nunca he redondeado nada", contestó con vehemencia, ratificando su convicción de no alterar los resultados.

Con los años, visitar a Frank se ha convertido en algo semejante a ir al dentista. Valoramos tanto su doloroso servicio que tratamos de aplazarlo.

Hace unos seis meses hablamos de la forma en que surgen las historias. "La vida está hecha de malentendidos", dije entonces: "Las mejores tramas dependen de la realidad, pero no de conocerla, sino de equivocarte ante ella". Puse un ejemplo que me pareció elocuente. En México, Malcolm Lowry quedó cautivado con el menú de una fonda, que ofrecía "Pollo Espectral de la Casa". El autor de Bajo el volcán consideró estupendo estar en un país donde se comían guisos fantasmas, pidió otro mezcal y decidió quedarse. En realidad, el mensaje era otro: Lowry confundió la palabra "especial" con "espectral". El misterio del guiso estaba en la interpretación del escritor.

Las historias suelen surgir de un error creativo, que mejora la realidad. Pero a veces no es necesario confundirse para alterar las cosas porque la realidad ya está alterada. El siguiente platillo en el menú era "Huevos Divorciados", nombre fabuloso que no provenía de un equívoco, sino de la tradición, que se enrarece por su cuenta. Un guiso imaginario hizo que Lowry deseara vivir en un país extraño y un guiso real le dio la razón.

Frank considera que no hay mayor estímulo intelectual que contradecir a las personas. Esta actitud es molesta pero pedagógica. El juez puso a prueba mis argumentos: "El que se basa en un malentendido para crear historias es esclavo de la realidad; por disparatado que sea, el malentendido depende de la verdad que distorsiona. ¿Sabías que en Casablanca no había aeropuerto? ¡La mejor escena del cine se hizo sobre una base irreal! A ver si aprendes", agregó con una suavidad que perfeccionaba su ofensa.

Su capacidad para refutar es inaudita. Vi a Ingrid Bergman y Humphrey Bogart en una planicie sin aeropuerto y no supe qué decir.

Esa noche entré a Google y supe que Frank había mentido. Le hablé a las dos de la mañana, hora perfecta para decir: "¡Sí había aeropuerto en Casablanca!". "¿Lo ves?", contestó, como si le diera la razón: "¡Eres un fanático de la realidad! No soportarías que la película no se ubicara en un lugar concreto. A lo más que llegas es a que un 'pollo especial' se convierta en 'pollo espectral'. Nunca imaginarás un 'olímpico cisne de nieve', como Darío". "¡Lo del pollo le pasó a Lowry, no a mí!". "Pero tú lo convertiste en teoría estética: sal de esa fonda, Flaco".

Aunque la última palabra era cariñosa, no le hablé en meses. Fue él quien llamó para decir: "Los pollos se mezclaron. Ven a la casa".

Nos encontramos en lo que durante un tiempo fue un squash de alquiler y ahora es un criadero de animales. Alguna vez lo acompañé a llevar cien canarios a la sección de animales de Liverpool. Una de las cajas donde los transportábamos se abrió y mi Volkswagen se convirtió en un pandemonio amarillo.

En esta ocasión, otro color llamó mi atención. Los canarios tenían manchas anaranjadas. Parecían extrañas mascotas del Atlético Morelia. Frank explicó la causa, no menos rara: "Son de una variedad que pasa del amarillo al naranja si come zanahorias, pero los canarios se quedaron a medias; creo que me vendieron la especie equivocada". "O las zanahorias equivocadas", aporté. "Tal vez", reconoció: "Las zanahorias orgánicas son carísimas. Éstas deben ser transgénicas; las de antes tenían el color de los vagones del metro", me mostró una pálida zanahoria y agregó para mi sorpresa: "Estos canarios se parecen a la literatura. ¡Mis jaulas están llenas de malentendidos! Son como el 'Pollo Espectral' y los 'Huevos Divorciados' de Malcolm Lowry". Frank había cambiado de postura: "No hay modo de escapar a la realidad, lo más que podemos hacer es confundirla".

Sentí que me daba la razón, pero como siempre, se salió con la suya. Sacó un canario de la jaula, lo acercó a mi cara y dijo: "Mis malentendidos cantan mejor que los tuyos".

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