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El PRD y su política electorera

JESÚS CANTÚ

Nuevamente el PRD es víctima de una política estrictamente electorera, es decir, miope, oportunista, cortoplacista y, por ende, devastadora en el mediano y largo plazo para el instituto político.

Bajo esta lógica, que simplemente busca que los candidatos postulados por el partido del sol azteca obtengan la mayoría de votos en una determinada elección, sin tomar en cuenta una militancia partidista, una identificación ideológica o, mínimo, un compromiso del postulado de aceptar los documentos básicos del partido, la coalición Diálogo para la Reconstrucción de México (conformada por PRD, PT y Convergencia) postuló, en agosto de 2010, a Ángel Heladio Aguirre Rivero como su candidato a gobernador de Guerrero y, lo peor, ganó la elección y lo llevó a la gubernatura.

Aguirre renunció a su militancia priista, después de que dicho partido decidió postular a Manuel Añorve como su candidato a la gubernatura y al día siguiente (el 26 de agosto de 2010) que los dirigentes de la coalición anunciaron su decisión de respaldar la candidatura de Aguirre.

Pero más allá de que los tiempos de su decisión revelan claramente que ésta estuvo guiada simplemente por su afán de llegar a la gubernatura, sin importar la fuerza que lo registrara, sus antecedentes como gobernador interino de 1996 a 1999, evidenciaban su incapacidad para gobernar la entidad y su posición antiperredista, pues hay registros históricos de sus actos de represión.

Así que en este caso había incluso francas diferencias entre el candidato y las fuerzas que lo postulaban, pero eso poco importó. En ese momento prevalecía el objetivo inmediato: ganar las elecciones y mantener el poder, sin importar cómo lo ejercerían una vez que lo obtuvieran.

No pasó mucho tiempo para que se manifestaran las carencias: primero, en la incapacidad para atender la emergencia provocada por el huracán Manuel, en septiembre del 2013, que resultó devastador para el Estado; y, ahora en el 2014, para resolver los hechos vinculados con el asesinato de seis personas y la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa.

El PRD, ni ninguna de las fuerzas que lo postularon en el 2010, pueden declararse sorprendidos, pues los antecedentes no dejaban lugar a dudas. Ellos conocían (o, al menos, debían hacerlo) su pasado y los postularon bajo su propio riesgo. Hoy no tienen ninguna excusa para no aceptar las consecuencias.

Lo más lamentable es que el PRD no aprende de su pasado, todo lo contrario repite una y otra vez sus mismos errores, y hoy frente a una de tragedia que capturó la atención nacional e internacional, lo electorero nuevamente domina su discusión sobre qué posición tomar respecto a la permanencia o no de Aguirre en la gubernatura de Guerrero.

No se habla de justicia ni de la grave violación de los derechos humanos ni de los espeluznantes hallazgos en las fosas descubiertas en la región de Tierra Caliente, en Guerrero, lo que prevalece en sus "reuniones de análisis" es cómo minimizar el impacto de los hechos en la renovación de los poderes en dicho Estado. Los aspirantes a la candidatura del partido, particularmente los senadores Sofío Ramírez Hernández y Armando Ríos Piter, tienen un sitio privilegiado en dichas reuniones y sus intervenciones se guían por tratar de mantener vivas sus aspiraciones, para nada en el bienestar de los guerrerenses.

La miopía perredista no se circunscribe a Guerrero, todo lo contrario, permea en lo general sus decisiones, como lo muestra que de las 16 victorias electorales que han obtenido (solos o en alianza con otros partidos políticos) para gobernar nueve entidades federativas, seis de sus abanderados renunciaron a la militancia tricolor cuando no fueron postulados por dicho partido como sus candidatos.

Es decir, el PRD los postula por la única razón de que de acuerdo a las encuestas de preferencia electoral son los personajes que en ese momento tienen mayores probabilidades de ganar la contienda. No importan sus antecedentes ni su cercanía o lejanía con los postulados del partido, simplemente el que tengan posibilidades de ganar la gubernatura.

Tampoco es el único caso en el que estos candidatos resultaron pésimos gobernantes; pero lamentablemente, particularmente para los guerrerenses, dos tragedias (una natural y otra provocada por la barbarie de las fuerzas de seguridad) desnudaron, como no lo habían hecho en ningún otro lugar, las gravísimas consecuencias de seleccionar a los candidatos bajo esta óptica.

La posición perredista en esta ocasión ha sido tan vacilante que primero le dieron su respaldo a Aguirre; posteriormente, avalaron su postura de someter su estancia a un referéndum; y, ahora, simplemente lo conminan a que decidan rápidamente si renuncia, solicita licencia o permanece en el cargo.

Cualquiera que sea su decisión es casi imposible que el PRD logre buenos resultados en las elecciones del 2015 en Guerrero; pues los impactos del mal gobierno de Aguirre afectan a amplios sectores de los guerrerenses. De acuerdo a sus últimas declaraciones, Aguirre sigue aferrado a su puesto y, no se le puede pedir nada diferente, pues desde antes de que lo postularan en el 2010, ya había dejado claro que lo único que le interesaba era el poder y su bienestar.

Pero el colmo es que el PRD no tenga ni siquiera la capacidad de iniciar una reflexión sería sobre las consecuencias de su política electorera y, peor todavía, que no se escuchen voces críticas que los llamen a recapacitar y los obliguen a buscar, por encima de los resultados electorales inmediatos, el bienestar de la población y su consolidación en el mediano y el largo plazo.

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