Felisberto Hernández nació el 20 de octubre de 1902; originario de la ciudad uruguaya de Montevideo, a temprana edad comenzó a estudiar piano con Clemente Colling, así aprendió sobre composición y armonía.
A los 16 años dio clases de música, a la par de trabajar ilustrando musicalmente películas, de acuerdo con sus biógrafos.
Años después, a sus 20 años ofreció recitales e interpretó obras propias, posteriormente, estudió con Guillermo Kolischer y consiguió ser un buen instrumentista.
Fue un pianista itinerante entre Uruguay y Argentina. En 1925, se publicó su primera obra “Fulano de Tal”.
A ella le siguieron “Libro sin tapas” (1929), “La cara de Ana” (1930), “La envenenada” (1931), pero en 1940, abandonó el piano para dedicarse de lleno a la escritura.
En 1942, publicó “Por los tiempos de Clemente Colling” (1943) y “El caballo perdido”, que fueron traducidas a numerosos idiomas.
La página “viajeauruguay.com”, señala que Felisberto contrajo matrimonio con varias mujeres como lo fue la maestra María Isabel Guerra, la pintora Amalia Nieto, la española María Luisa de las Heras y la pedagoga Reina Reyes, además, mantuvo un noviazgo con María Dolores Roselló.
En París, durante su mayor esplendor como literato conoció a África de las Heras, veterana de la guerra Civil Española y agente de la KGB a quien se le encomendó seducirlo. Se conocieron el 13 de diciembre de 1947, cuando el también uruguayo Jules Supervielle los presentó.
Tras casarse se instalaron en Montevideo y finalmente se divorciaron sin que él supiera su verdadera identidad. María Luisa poseía muchos alias: África, Patria, María de la Sierra, Ivonne y Maria Pavlovna.
María Luisa dijo ser sobrina del general Manuel de las Heras, para poder acercarse a Felisberto. Su misión era convertirse en secretaria de León Trotski para arreglar su asesinato en México. La elección de Montevideo como base de operaciones se debió a la tranquilidad de la misma.
Felisberto citó constantemente a Henri Bergson, Marcel Proust y a Kafka. Sus cuentos y novelas recrean el mundo de su infancia y juventud, y evocan también a personas que conoció. Sus recuerdos eran su motor de escritura: una magdalena, una calle, un tren, un piano lo hicieron revivir sensaciones.
La construcción de gran parte de sus cuentos, dice la crítica especializada, se apoyó en la reivindicación de lo lateral, como en “La cara de Ana”. Y una temática recurrente e interesante en su obra fue el lugar primordial que le da a los objetos inertes (entre otros, así sucede en “El vestido blanco”, “Las hortensias” y “El caballo perdido”).
Su literatura eclipsó su carrera de pianista, aunque su obra entera estuvo impregnada de música. Para Juan Carlos Onetti, que lo admiraba, su libro más importante era el autobiográfico, más que otros posteriores y famosos, en los que aparecía como más "ingenuo".
En España, su obra logró difusión entre 1974 y 1975 gracias al esfuerzo de Cristina Peri Rossi.
Para Cortázar, la obra de Felisberto no era fantástica, pero fue considerado un maestro por García Márquez. En sus textos expuso un universo personal. Calvino, que prologó una versión italiana de Felisberto, lo definió como un escritor incomparable, francotirador e inconfudible.
Felisberto Hernández falleció el 13 de enero de 1964 y es recordado como uno de los mayores narradores del Uruguay, quien cultivó el género fantástico, y desarrolló la oralidad en sus textos, reflejando las narraciones que él mismo contaba en sus días de vendedor viajante.
“Lo más seguro de todo es que yo no sé cómo hago mis cuentos, porque cada uno de ellos tiene su vida extraña y propia. Pero también sé que viven peleando con la conciencia para evitar los extranjeros que ella les recomienda”, dijo en alguna ocasión Felisberto Hernández.
