Los Recuerdos

¿Les ha pasado que descubren que la memoria es voluntariosa? ¿De qué depende que nos acordemos tan bien de algunas cosas y que otras, en cambio, sea prácticamente imposible revivirlas? ¿Lo que recordamos es exactamente lo que ocurrió o interpretamos los hechos y así los archivamos?

A mí me parece que hay muchos misterios en la cabeza de cada uno. La función grabar-recordar implica toda la sofisticación del cerebro humano: neuronas, conexiones simpáticas, circuitos. Tenemos tres carpetas, fundamentalmente; en una se archivan los recuerdos a corto plazo, en otra los de mediano plazo, y hay una más para los de largo plazo.

Se ha calculado que el cerebro humano puede almacenar información que llenaría unos veinte millones de volúmenes, como en las mayores bibliotecas del mundo. Algunos neurocientíficos han calculado que en toda una vida se utiliza sólo una diezmilésima parte del potencial del cerebro.

Hace días, estando con una amiga, llegó una persona a saludarla y lo hizo con mucha familiaridad; mi amiga, no podía ocultar lo desconcertada que estaba, la otra persona se retiró y cuando nos quedamos solas me confesó: “no tengo la menor idea quien era, su cara me es familiar pero no la ubico con precisión”.

Esto que le pasó a ella pudo haberle pasado a cualquiera. Y es que es común que no nos involucremos, que las experiencias que luego serán los recuerdos, no las vivamos con conciencia, que no empleemos todos los sentidos en ellas. Está demostrado que las experiencias sensoriales donde la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto trabajan a plenitud, se arraigan en la memoria de una manera distinta.

Sin embargo, hay una verdad que ha sido indagada científicamente: la facilidad para confundir los recuerdos reales con los imaginarios. En algunas ocasiones preferimos no recordar, esto obedece a que lo vivido ha sido tan agresivo o nos es tan difícil asimilar que lo archivamos en un cajón del que no tenemos llave, y que no podemos abrir a menos que encontremos a un buen cerrajero que nos ayude. Esto sucede con frecuencia en casos de violaciones a temprana edad.

El cine nos ha regalado excelentes ejercicios que nos permiten aquilatar la importancia de los recuerdos; las tramas van desde la amnesia producida por accidente (Mientras dormías), hasta la trama fantástica de una sociedad donde se pueden borrar los recuerdos que te ligan a ciertas personas (Eterno resplandor de una mente sin recuerdos). Otra exploración del tema la tenemos en las películas que abordan el Alzheimer como causa de la pérdida de la memoria.

Hace años traje una frase de la novela El Túnel, de Ernesto Sábato, a flor de labios; me empeñaba en recordarla una y otra vez, con propósito y sin propósito porque cuando la leí sentí que alguien había encendido la luz en mi vida: Es curioso, vivir consiste en construir futuros recuerdos.

Claro que cuando me puse en contacto por primera vez con Juan Pablo Castel y María Iribarne, personajes principales de esa novela, yo era muy joven, pero darme cuenta que cada acto de mi vida se podía constituir en un recuerdo hizo que me planteara qué tipo de recuerdos quería almacenar y por lo tanto qué cosas quería vivir.

Por otra parte, Ireneo, el personaje del cuento de Borges Funes el memorioso me hizo pensar una vez más en el tema: ¿Cómo se puede vivir recordándolo todo, hasta lo más nimio y superfluo? Podemos caer en la tentación de vivir del recuerdo o en el recuerdo, añorando, metidos en la nostalgia, recreando e interpretando lo que ya pasó. ¿Tiene eso sentido? Creo que no.

Lo real es que la vida está en el aquí, y el porvenir se alimenta de él. Vivamos pues con la suficiente intensidad y con la conciencia puesta en lo que ocurre. Simplemente hay que estar donde estamos.

Twitter: @mpamanes