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La ventana a la amargura

Sin lugar a dudas...

PATRICIO DE LA FUENTE

Yo era muy niño en aquel 19 de septiembre de 1985, fecha del sismo que devastó a la capital del país y sin embargo el recuerdo me cimbra como te ocurre a ti, a todos. 1985 nos dejó muchas lecciones a partir de la tragedia de consecuencias inconmensurables y el dolor de saber perdidas tantas cosas que creíamos dadas.

Cual ave fénix que renace desde las cenizas, la patria se engrandeció y así permanece hoy tras 29 años: mayor que sus problemas, primorosa, entrañable, digna de que hablemos bien de ella donde quiera que vayamos y que en cada momento de nuestra vida, sin importar la circunstancia, nos sintamos muy orgullosos de ser mexicanos.

He pensado, a raíz del aniversario del terremoto y las fiestas que celebraron nuestra Independencia durante este septiembre que acaba de concluir, en la enormidad patriótica y lo grande y fantástico que es México, y estoy seguro que no precisamos de tragedias similares para mostrarle al mundo y a nosotros mismos, lo que somos y de qué estamos hechos.

Me niego a creer lo que se ha dicho con ligereza e irresponsabilidad, cuando se compara a la sociedad de hoy en su conjunto, a la juventud ya no tan joven a la que mis contemporáneos en la treintena representamos, respecto a las generaciones del pasado.

Se afirma que hoy seríamos incapaces de mostrar la solidaridad de antaño -la del 85 por ejemplo- en vista de que nos hemos convertido un país apático, desinteresado, producto de una sociedad individualista y quejumbrosa, sin sustancia ni propuestas, fascinada por el oropel de lo que brilla, las salidas fáciles y los atajos de la corrupción como el mal de nuestros tiempos.

Y bueno, esto ni lo creo, ni lo admito, sencillamente no lo compro porque hacerlo supondría el mayor de los fracasos para mí como hijo que soy de mis padres, y como el padre que algún día pretendo ser y el tipo de país que le quiero legar a mis hijos y a las generaciones que me precedan.

De lo que sí deseo hablarte y en lo que seguramente coincidirás, es que en ciertos ámbitos hoy somos una ciudadanía presa de la negatividad y la desesperanza, proclive a hablar mal de todo y de todos. Vivimos quejándonos de algo diferente cada día.

Lo he notado principalmente en las redes sociales y el mundo digital, ese que hace no mucho fue un reducto divertido, ligero, y que en cierta medida reflejaba el acontecer diario, algo o mucho de nuestras añoranzas, tribulaciones y la fascinante intrascendencia de la cotidianeidad.

Pero eso fue antes porque ahora, también son caldo de cultivo para el odio y la descalificación hacia quien opina distinto a nosotros. Tan es así que el mismo Enrique Krauze en una gran columna que tituló "El discurso del odio", afirmó lo siguiente respecto a las redes, el periodismo y a nuestro actuar como ciudadanos:

"Sorprende y entristece el avance del discurso de odio. Su radical intolerancia frente al otro, es característica de los fanatismos de la identidad, ya sea religiosa, racial, nacional, ideológica. Pero su hábitat preferido no es la fe sino la mala fe. Sus armas son muy conocidas, y pueden ser letales".

Yo, que en algún momento aboné a esa negatividad de la que hablo e incurrí en errores de juicio al hacer uso de las redes sociales, hace tiempo decidí poner de mi parte para mejor abonar a través de ellas, y apuntalar lo bueno que vivo y lo fantástico que tiene México. Ya basta del rictus del quejoso eterno y el activismo cibernético de sillón. Si las usas, sabes a qué me refiero y es por ello que te invito a que critiques, pero a que también propongas, construyas, cimientes y engrandezcas.

Efectivamente el mes patrio, el recuerdo del sismo, lo que tenemos y lo que hemos perdido (curiosas asociaciones quizá), hoy me hacen querer darle otra aproximación a las cosas y a los temas, al rango de intereses que tengo, a lo que me ocupa, a lo que debe importarme y a lo que no como persona, como comunicador, pero sobre todo como mexicano que ama profundamente a su país. Y es que se construye mucho más desde lo positivo y lo bueno, que quejándonos. Piénsalo…

Nos leemos en Twitter, sin lugar a dudas:

@patoloquasto

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